Capítulo 4

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   En un gran estudio, con luces deslumbrantes apuntando a los dos objetivos principales, y un paisaje de fondo como una ventana con vista a la ciudad, un hombre de piel bronceada y sonrisa blanca y brillante se encontraba sentado con gracia natural en un sillón. Las piernas cruzadas de una forma en que, en cualquier otro caso, se hubiera visto desde exagerado hasta ridículo, pero en él, era característico. Su cabello, largo y atado con una cola de caballo, era azul electrico, y le quedaba extrañamente bien.


-Entonces díganos, señor Abernathy,- tenía una mano en la barbilla exageradamente, un rostro con los ojos entrecerrados y curiosidad carismáticamente actuada.- ¿Hay alguien que prometa para estos juegos? Usted, que los supervisa, ¿Nos podría hablar de algún evento que nos haga ponerle especial atención a este año?

   El otro hombre, mucho más incómodo y con menos gracia, tenía la piel pálida y el pelo negro. Estaba sentado incómodamente tenso, con la espalda recta sobre el extravagante sillón. Una sonrisa tensa en su rostro, mientras respiraba hondo, preparándose para hablar.

-Es difícil saberlo tan solo en la cosecha. Como siempre, tenemos tributos felices de representar a su distrito, y otros tal vez no tanto. Sin embargo, siempre hay que revisar a las nuevas promesas, y, al menos yo, le prestaré especial atención a los tributos del distrito doce, que resultaron ser... algo, diferentes a lo común.- habló como si estuviera leyendo, él no era el más privilegiado en cuanto a relaciones sociales se trataba. Pero todos sabían que sus palabras eran las del presidente Grindelwald, siendo él uno de los más cercanos al mismo.

   Y no estaban equivocados, aunque tampoco era tanto como lo imaginaban. Ya que, la tarde anterior, sentado en la misma mesa que el presidente, (pero siempre manteniendo la distancia que le recordara su superioridad), revisaban con atención las grabaciones de la cosecha en cada distrito.

-...Y en el distrito once, entonces, tenemos a un chico y una chica beta, él con trece y ella con dieci-

-Sí, sí, lo de siempre, tristeza, muerte, sacrificio, bla, bla, bla.- estaba notoriamente aburrido, las piernas cruzadas y el codo apoyado en el reposabrazos. Se levantó con facilidad y metió las manos en los bolsillos de su traje negro. Encaminándose sobre la habitación, empezando a hablar con su profunda voz una vez más.-Y, adivino lo que sigue, distrito doce, chico alfa o beta, mujer beta, lloraron y-

-No, no en realidad, señor.- interrumpió Abernathy, cegado por su propia sorpresa, recibiendo una mirada de reojo con las cejas alzadas, y poniéndolo nervioso.- Hu-Hubo anomalías, un omega...- susurró dudoso.

   Grindelwald, que había estaba completamente de espaldas, alzó las cejas con sorpresa, volteando unos centímetros, mirando a Abernathy con su ojo oscuro. Separó los labios con suavidad, decidiendo con cuidado sus propias palabras.

-Prosigue.- ordenó, viendo, a través del gran ventanal que tenía la habitación en la que estaban, el jardín del lugar, que contaba con magníficos rosales e increíble fuentes de agua con una preparación arquitectónica única para la familia Grindelwald.

   Abernathy se aclaró la garganta, tembloroso.

-E-Está participando u-un chico omega, qui-quince años-

-Abernathy, deja de tartamudear como un idiota, ¿Puedes?- interrumpió fríamente, enfatizando cada palabra con un siseo aterrador.

   El asistente estaba al borde del llanto, tenía las manos temblando y sus labios se abrían y cerraban sin producir ningún sonido. Finalmente, tomó sus manos entre sí, apretándolas con fuerza y respirando hondo.

-Lo lamento, señor.- respondió hablando con rapidez. Aparentemente, eso no le molestó tanto, ya que solo suspiró y asintió.

-Sigue.- ordenó una vez más, ahora entre dientes y con irritación, pensando en la maldita razón por la que tenía a ese idiota al mando de los juegos. Luego recordaba que necesitaba fieles, pero también seguidores asustados. Era la única manera de gobernar.

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