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Lanzaste un gruñido. Era el único paquete de tus patatas fritas favoritas que quedaba en todo el supermercado y no llegabas a la balda. No querías hablar con uno de los encargados porque te daba vergüenza, así que comenzaste a dar pequeños saltitos para llegar, hasta que te rendiste.

En esto, un chico bastante alto de sudadera negra y cubrebocas fue hacia la balda en la que tú estabas, con la idea de coger las patatas.

-¡Eh, tú!-le gritaste, con todo el descaro del mundo-. ¿Qué te crees que estás haciendo?

-¿Pues cogiendo las patatas?-dijo, como si fuese algo más que obvio. Tenía los ojos tan rasgados que parecía un gato.

-¡Pues ya las estás dejando en su sitio!-espetaste, de mal humor-. ¡Son mías!

-¿Ah, que tienen tu nombre o algo?-se burló-. Yo no veo ni que puedas alcanzarlas.

Roja de la vergüenza por su contestación, te cruzaste de brazos.

-Lo siento, enana-rió felinamente, agarrando la bolsa-. Pero las patatas son mías.

Viendo cómo querías matarlo mentalmente, el desconocido suspiró y te hizo una seña

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Viendo cómo querías matarlo mentalmente, el desconocido suspiró y te hizo una seña.

-Anda, ven-habló-. Las compartiremos.

Levantaste una ceja, escéptica, sin saber si fiarte o no. Terminaste por ir a la caja registradora con él y, cuando pagó las patatas fritas, los dos salistéis a la calle.

-Soy Moon Bin-te sonrió, dándote a coger patatas de la bolsa-. Es la primera vez que te veo aquí.

Así fue como los dos comenzasteis a charlar y, meses después, comenzábais una relación. Y todo gracias a una bolsa de patatas fritas.


𝙰𝚂𝚃𝚁𝙾 𝚛𝚎𝚊𝚌𝚝𝚒𝚘𝚗𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora