Entre las dunas de Ashmaa

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Otra vez ese sueño.

Abro los ojos y veo la tormenta que se extiende en el horizonte, oscura y opaca, en directo contraste con los tonos neón que las lunas dejan en el cielo antes de desaparecer. La brisa es suave, trae nuevas sensaciones a mi piel e ideas a mi mente. Parece llamarme desde la distancia, invitándome a recorrer las vastas extensiones de arena cobriza que me separan de ella. Pero sé que no es así. Es un sueño, ¿no? Tiene que serlo.

A mi alrededor, se extienden sombras en todas direcciones, dejando solo un espacio luminoso, amplio, desde el cual puedo observar la inmensidad del entorno desconocido -aunque familiar- que cada noche cautiva mi alma sin que yo comprenda el por qué.

Hoy mis manos tienen la misma forma de ayer. Se separan de mi cuerpo en ángulos que reconozco como reconfortantes. Me muevo, percibo los cambios en mi equilibrio, el aire entre los dedos y la necesidad de extenderme hacia los cielos, sabiendo que podría no volver jamás si lo hago.

Avanzo, lentamente, en silencio, contra mi voluntad.

Escucho los susurros del viento y sé que con cada paso que damos, están más cerca de convertirse en rugidos de más allá de este mundo, que no harán sino destruir cada rincón de mi ser antes de despojarme de la carne. Me ordenan, nos hieren, atan cadenas a mis piernas y tiran de ellas aullando cánticos que no entiendo pero puedo sentir: odio, resentimiento, final.

Otra vez ese sueño.

Estoy en las profundidades del mar espacial, flotando a la deriva, sin fuerzas para luchar contra la corriente cósmica que toma mi consciencia y la arrastra por dimensiones que ni siquiera mi imaginación puede concebir. Escucho zumbidos que retumban con cada movimiento y la presencia de una entidad que me mira sin ojos, esperando algo de mí.

Mis pensamientos se dilatan y contraen, siento estática en la mente a medida que las alucinaciones hacen diverger mi juicio en todas las direcciones posibles. Un nombre me responde en cada una de las distancias que alcanzo, pero no tengo labios para pronunciarlo. Quiero despertar, pero no tengo cuerpo que reciba lo que soy en este momento.

Hoy no tengo forma, soy un fragmento que se mueve con las estelas de un cometa, siguiendo una dirección mientras me esparzo sin sentido, formando nuevas luces que sucumben rápidamente al voraz apetito del vacío. Percibo con mi mente el vaivén de siluetas difusas que me acechan en la calma escalofriante e impoluta.

Me retuerzo en espasmos violentos, impulsado por el miedo a medida que las visiones desaparecen.

El silencio se aleja súbitamente de mi cabeza. Veo figuras que no reconozco, hay movimiento y destellos desconocidos. Un aroma familiar atrapa mi atención. Escucho los pasos y mi nombre en susurros.

Despierto.

El vacío entre las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora