Abrazos

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En el refugio de sus brazos, encuentro un mundo que parece detenido en el tiempo. Mi abuela, con sus abrazos, teje un manto de amor que envuelve mi corazón y disipa cualquier sombra de tristeza. Cada vez que me estrecha contra su pecho, siento el latido sereno de su corazón, un ritmo constante que me recuerda que estoy en casa, donde siempre he pertenecido.

Sus abrazos son un bálsamo, llenos de historias susurradas y de sabiduría ancestral. En su calor, se entrelazan las risas de mi infancia y los suspiros de mis días más oscuros. Esos abrazos me enseñan que la verdadera fortaleza no está en la dureza, sino en la ternura, en la capacidad de sostener y sanar.

Cuando el mundo se vuelve demasiado grande y abrumador, me refugio en ella, en esos abrazos que parecen hechos de algodón y esperanza. Me aferro a esos momentos como un náufrago a su tabla de salvación, sabiendo que, mientras pueda sentir su abrazo, no hay tormenta que no pueda enfrentar.

Cada vez que la abrazo, cierro los ojos y dejo que su amor me envuelva por completo, como una melodía suave que calma mi alma inquieta. En esos instantes, todo lo demás desaparece, y solo existimos ella y yo, en un rincón del universo donde el tiempo se detiene y el amor lo abarca todo.

Los abrazos de mi abuela son mi ancla, mi refugio, mi recordatorio constante de que, no importa qué suceda, siempre habrá un lugar donde seré amada sin condiciones, un lugar donde puedo ser yo misma, plenamente y sin reservas.

Susurros del Alma: El Diario de una Adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora