Maquillaje

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Maquillarse se ha convertido en mi ritual diario, mi pequeño escape de la realidad que a veces se siente abrumadora. Cada trazo de delineador, cada capa de base y cada pincelada de color son como una armadura que me ayuda a enfrentar el mundo exterior. Cuando me sumerjo en la rutina de aplicar el maquillaje, puedo temporalmente evadir los problemas que me agobian y las preocupaciones que pesan sobre mí.

El espejo se convierte en mi cómplice silencioso, reflejando una versión de mí misma que me hace sentir más segura, más confiada. A través del maquillaje, puedo transformar mi aspecto exterior y con ello, sentirme más preparada para enfrentar los desafíos del día a día. Es como si cada sombra de ojos y cada brochazo de labial fueran pequeños actos de autoafirmación, recordándome que tengo el control sobre cómo me presento al mundo.

Sin embargo, sé que el maquillaje es solo una máscara temporal, un velo que no puede ocultar por completo lo que siento por dentro. A veces, cuando finalmente me quito el maquillaje al final del día, enfrento nuevamente la realidad que he estado evitando. Pero incluso entonces, sé que maquillarme no es solo sobre cambiar mi apariencia; es sobre darme el tiempo y el espacio para cuidar de mí misma y encontrar un pequeño respiro en medio del caos.

Susurros del Alma: El Diario de una Adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora