Montaña rusa

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Estar en depresión es como estar atrapada en una habitación sin puertas ni ventanas. Todo a mi alrededor se vuelve gris y borroso, incluso las cosas que antes me traían alegría. Me siento como si estuviera arrastrando un peso enorme sobre mis hombros, y cada paso parece un esfuerzo titánico.

Hay días en los que me despierto y siento que no puedo levantarme de la cama, como si el simple acto de enfrentar el día fuera demasiado abrumador. A veces las lágrimas fluyen sin razón aparente, como si mi corazón estuviera demasiado lleno de tristeza para contenerlo.

La depresión no es solo sentirse triste; es un agotamiento profundo que se extiende por todo mi ser. Me siento desconectada de todo y de todos, incluso de mí misma. Mis pensamientos se vuelven oscuros y pesimistas, y a veces siento que estoy luchando una batalla perdida contra mi propia mente.

Aunque intento mantener una apariencia normal para el mundo exterior, por dentro me siento rota y perdida. Me cuesta concentrarme en las cosas, incluso en las más simples. Las actividades que solían traerme placer ahora parecen vacías y sin sentido.

La depresión es solitaria. A menudo siento que estoy sola en esta lucha, como si nadie realmente pudiera entender lo que estoy pasando. A veces me pregunto si alguna vez volveré a ser la persona que solía ser, si alguna vez encontraré la luz al final de este túnel oscuro.

Pero a pesar de todo, sigo luchando. Busco ayuda y apoyo donde puedo, tratando de encontrar pequeños destellos de esperanza en medio de la oscuridad. Sé que la depresión no define quién soy, que es solo una parte de mi viaje. Mantengo la esperanza de que algún día, con tiempo y paciencia, podré salir de este abismo y redescubrir la alegría y la paz que una vez conocí.

Susurros del Alma: El Diario de una Adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora