Ojos de amor

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Hay días en los que siento que el mundo se viene abajo, que todo es un desastre y no tengo fuerzas para seguir. Pero entonces, ahí está él, mi perro, con esos ojos brillantes y esa energía contagiosa. No importa qué tan mal esté mi día, él siempre logra arrancarme una sonrisa.

Es increíble cómo un simple movimiento de su cola o una lamida en mi mano pueden cambiarlo todo. Cuando llego a casa agotada y abrumada, él me recibe como si fuera la mejor persona del mundo, saltando y moviendo la cola sin parar. En esos momentos, me doy cuenta de que, para él, yo soy suficiente, tal y como soy.

Hay algo tan genuino y puro en su amor. No le importa si tuve un mal día en el trabajo o si me siento insegura. Él solo quiere estar a mi lado, jugar y hacerme compañía. Sus travesuras, aunque a veces me sacan de quicio, terminan por hacerme reír y olvidar mis problemas.

Me encanta cuando nos acurrucamos en el sofá. Esos momentos son mágicos. Siento su calor y su respiración tranquila, y todo el estrés del día parece desvanecerse. Es como si él supiera exactamente cuándo necesito un abrazo peludo y silencioso.

Tenerlo en mi vida me recuerda lo simple que puede ser encontrar la felicidad. No necesito grandes cosas, solo su compañía incondicional. Él me enseña a disfrutar de los pequeños momentos, a ser más paciente y a vivir el presente. Es mi mejor amigo, mi confidente, y el mejor terapeuta que podría pedir.

Así que sí, hay días difíciles, pero tener a mi perro a mi lado hace que todo sea un poco más llevadero. Su amor y lealtad son incondicionales, y eso es algo que me llena el corazón de una manera que nada más puede.

Susurros del Alma: El Diario de una Adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora