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Con dos recomendaciones de la inspectora y el señor Gordon estaba segura que aquel puesto de interna sería menos complicado conseguirlo.

El sol ya empezaba a ocultarse en el horizonte, formando esa combinación anaranjada en el cielo que era muy común a partir de las seis y media, la avenida se encontraba desolada y el viento lo aprovechaba, tratando de generar calor frotó sus manos pero fue en vano, se puso la chaqueta y su bufanda.

Una bufanda que le había acompañado desde que tenía memoria, según Sor Cecilia, había sido la bebé más callada, con sus mejillas rojizas y su cabello rubio, una bufanda que le abrigaba el pecho, y una carta que al leerla aquella tarde la hermana había quedado confundida, se asumía que quien la había escrito pasaba el peor de sus momentos, debido a lo temblorosa que se veía la letra y con una frase "Amor en tiempos de cólera."

Lo poco que había encontrado en la biblioteca y el recuerdo de esa carta empezaron a generarle cierta duda acerca de su pasado, algo en lo que nunca había sentido ganas de buscar respuestas, porque quien abandona a una niña y huye no es más que un cobarde. Se volvió a frotar las manos y soplo entre ellas, sus pasos eran lentos y ya el cielo anaranjado había sido opacado por el oscuro de la noche. Estaba a dos casas de la señora Margaret y aún no era consciente de las palabras que escogería para poder reclamarle de la injusticia que habían cometido, dejarle sin apoyo económico, pero ya estaba acostumbrada a ser olvidada. Era normal. Una familia más.

Sus manos temblorosas tomaron las llaves, cayeron al suelo y una lágrima rodó por su mejilla, con la manga se su chaqueta la limpió, la puerta se abrió y estaba Margaret con una sonrisa en su rostro.

---- Pasa, querida, debemos hablar-- ya sabia el camino de esa conversación. Tomó las llaves y asintió.

Dejó su maleta en la mesita central y acomodó su chaqueta en la silla, se sentó y estaba el señor Connor y su esposa frente a Eva, tratando de analizar si era el momento de arrojar la bomba.

---- Querida, hemos decidido irnos de viaje, como ya haz terminado un periodo importante en tu vida hemos pensado que ya eres capaz de tomar tus decisiones, pero no queremos dejarte en la deriva, le hemos pedido a la señorita Fischer que te cuide durante estos dos años que estaremos viajando por el mundo, hemos creado una cuenta en el banco a tu nombre y está depositado un poco del dinero que hemos reunido de las jubilaciones, tendrás tu trabajo y por ende tu propio dinero, cariño-- la señora Connor dejó su silla y le tomó delicadamente la mano de Eva-- cariño... debes comprender que a nuestra edad debemos disfrutar un poco de nuestro trabajo, y de los gatos de cera.-- su intento por hacer un chiste fue en vano.

El señor Connor se levantó, abrazó a su esposa y a su pequeña niña. A pesar de todos sus errores, eran una pequeña familia, un año había bastado para que se unieran tanto, aunque pareciese que le importaban más los gatos de cera, habían reunido un poco de su dinero para Eva Weindhart. Era la niña que jamás pudieron concebir.

---- Yo... quiero decirles que estoy muy agradecida con ustedes, he estudiado tanto para conseguir un puesto en la empresa de diseño que hoy.-- se levantó para sacar de su mochila las dos recomendaciones

La señora Connor se llevó sus manos a la boca.

---- Son las recomendaciones-- soltó un grito.

---- Mañana debes darlo todo en tu entrevista, de seguro los dejarás boquiabiertos con tu inteligencia-- el señor Connor siempre daba buenas críticas de motivación.

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Cuando todo tu organismo es consciente de que tienes un día importante, siempre está atento y pendiente  y no una a ser la excepción con Eva.  La noche anterior, Margaret le había preparado un te de hierbas para que pudiese dormir y no pasar la noche en vela por la emoción.

Ojos de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora