Capitulo 7

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·TRES BESOS EN UN DÍA·

Zim recorría los pasillos de la nave lo más rápida y silenciosamente que podía, rogando que nadie lo viera o se tropezara con él. Y a causa de algún extraño milagro u deseo se cumplió, al poco tiempo de buscar infructuosamente a Dib al fin lo halló, justo cuando entraba a una habitación y cerraba la puerta tras él. Sin pensar en lo que hacía (como siempre, dah), Zim entró de golpe en la habitación y cerró la puerta, corriendo de paso el seguro.  

Adentro no había más que una lámpara de techo que arrojaba una luz mortecina sobre una vieja mesa, dos o tres sillas de madera y un realmente confundido Dib.
Pero a Dib la confusión no solía durarle mucho, así que ni lento ni perezoso desenfundó una pistola y le apuntó a Zim con ella; quien luego de un momento de duda se dio cuenta de que no tenía armas.  

Dib lo miraba muy desconfiado. Zim extendió ambas manos, con las palmas abiertas, para dar a entender que estaba desarmado.   

-¿Para qué viniste, Zim?- inquirió un aún desconfiado Dib.  

-Tengo un asunto pendiente contigo- respondió el irken.  

-Tú y yo no tenemos nada pendiente.   

-Yo creo que sí...- Zim se acercó dos pasos más a Dib, con lo cual logró ponerlo bastante nervioso 

-¡Ni te muevas, irken! Un paso más y te puedes ir despidiendo de este mundo!- dijo Dib, a la vez que sostenía con fuerza el arma.  

Zim se acercó aún más- ¡Dispárame, vamos!- dijo, sacando pecho y de forma desafiante -¡Si de verdad quieres hacerlo, hazlo! Ambos estaban ya a poca distancia. Dib posó una y otra vez su mirada de la pistola a Zim y viceversa, hasta que por fin bajó el arma y se la guardó. 

-Ahora sí, dime bien ¿por qué viniste?  

-Porque tú a mí me diste algo- respondió Zim con suavidad -Y corresponde que te lo devuelva...  

-¿Ah sí?- preguntó Dib, haciéndose el estúpido -Y qué se supone que es lo que yo te di?

-Esto...

Antes de que Dib pudiera hacer algo para evitarlo Zim lo tomó del cuello de la gabardina y lo besó. Ahora el que quedó como estatua griega fue Dib ¿Otra vez aquello? ¿¿Es que el mundo se había vuelto tan loco como él?? Y no es que el asunto le molestara, precisamente...

Zim agarró con una mano la nuca de Dib, acercándolo más a sí e intentando profundizar el beso, pidiendo permiso para entrar en su boca. Dib abrió los labios dócilmente, mientras acariciaba la mano libre del Invasor.
(¿¿Que si TENGO que ser tan descriptiva??La verdad, no...pero me gusta así n.n) 

Ser besado por un irken era algo...extraño. Pero no desagradable, para nada. Dib lentamente le fue quitando... el guante de cuero negro de la mano al invasor (¿Qué pensaban?), quien la levantó y le acarició el rostro al humano.
Zim nunca antes había sentido la piel humana bajo sus dedos. La piel de un irken era más bien tirando a fría, pero la de Dib era tan cálida...Tomó al humano de la cintura, acercándolo más a sí, y metiendo sin querer una mano en uno de los bolsillos de la gabardina de Dib.  

Mientras tanto, afuera de la nave, Dina finalmente había terminado de arreglar el expansor de ondas de positrones (?), y se disponía a entrar cuando divisó, en el suelo, una fila de huellas extrañas que iban desde un matorral hasta adentro de la nave...
Dib y Zim, ajenos a todo y a todos, continuaban besándose. Ninguno entendía por qué el otro hacía lo que hacía, pero de algo estaban seguros: no querían que el momento acabase, no querían que ese beso se tuviera que romper...  

✖ I HATE YOU ✖  ◦ZADR◦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora