1. Llegada

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-Megan vamos que es tarde- Gritaba mi madre como una loca desesperada, ya que eran las 10 y a las once yo tenía que estar en el maldito internado, y aún no me había vestido. Cuando ví que los chillidos de mi madre sonaban mas histéricos, decidí darme prisa y comenzar a vestirme. Diez minutos después ya estaba lista; me puse una blusa blanca unos jeans negros de marca, la americana que iba a juego con los jeans y mis supergas blancas. Me hice una trenza de lado que se asomaba por mi hombro izquierdo, me maquillé un poco, y bajé corriendo los escalones.

-Ya estoy lista mamá- Le dije.

Seguidamente esta vino hacia mi, me miró de arriba a bajo y me sonrió. Eso me hizo sentirme reconfortada, ya que a mi madre no le solía gustar el estilo de ropa que solía usar, por eso un par de días antes fuimos a comprar muchísima ropa, y la mayoría de marca para que causase buena impresión en el internado. Según mi madre el aspecto es muy importante, yo no opino igual que mi madre, pero aún así no me apetecía discutir con ella otra vez sobre ese tema.

Media hora más tarde me encontraba con mi madre en la verja exterior del internado. Únicamente venía con mi madre ya que mi padre estaba de viajes de negocios y se despidió de mí la noche anterior.

Me despedí de mi madre dándole un abrazo, al que ella me respondió con otro aún más fuerte.

Minutos más tarde me encontraba en el enorme hall de aquel sitio. Era una sala muy grande y muy moderna, tenía un aire antiguo pero este se disimulaba con los muebles y con la mano de pintura.

El lugar estaba prácticamente desierto, me crucé únicamente con un par de personas de mi edad o puede que más pequeños. Me dirigí a la conserjería para que me orientasen y me dijeran la habitación a la que tenía que ir, la 214. Cojí el ascensor y me dispuse a salir de este cuando noté que me golpeaban y me caía al suelo.

Me levanté enfada muy enfadada y lo único que pude ver fué a un chico de mi edad o alomejor un año más que se reía, supongo que sería de mí, le mire con cara de odio, este tenia el pelo marrón y los ojos color caramelo los cuales se le achinaban al reirse, era muy guapo, pero por su comportamiento también un imbécil.

-¿Que coño haces?- le dije con un tono muy borde.

Este paro de reirse y envede eso me sonrió -Hay cuidado que he lastimado a la Señorita- dijo y comenzo a reirse de nuevo, lo odiaba, lo acababa de conocer y ya le odiaba, muchísimo. Ante su comportamiento le mire con cara de odio me acerqué a el y le dije; -Mira nose quien te crees que eres pero a mi no me trates así, cuando me has tirado al suelo lo mínimo que podrías hacer es ayudarme, idota que eres un idota.- Y dicho eso me alejé de el y me dirigí a mí habitación.

Yo no soy asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora