Utopía

Capítulo 8

Se graduó con honores en una prestigiosa universidad británica y regresó a su patria con el objetivo de introducir todo lo aprendido en el sistema de salud de su país. Aprendió mucho sobre psicología, psiquiatría y se sentía preparado para ser el mejor médico del país. Víctor Hayes dedicó parte de su vida a estudiar el comportamiento humano, así como también el cerebro y todas las alteraciones que existían hasta la actualidad.

En un inicio, a pesar de lo que él deseaba, trabajó en el Departamento de Psicología de un pequeño hospital de la capital. Fue una época bastante frustrante debido a que solo se encargaba de realizar consultas. Sus días consistían en viajar una hora en un bus atiborrado de pasajeros para sentarse a escuchar pacientes y luego viajar otra hora de regreso a la casa de sus abuelos. Se pasaba las noches estudiando, intentando conseguir un buen proyecto que lo haga ascender.

Le tomó dos años para conseguir financiamiento de parte de la Asociación de Psiquiatría y, finalmente, pudo escapar de aquel cuchitril. Sabía que daba para mucho más, sabía que estaba destinado a innovar en su país. Realizó un estudio en un sanatorio mental que dejó asombrados a los doctores de aquel lugar. Recibió los permisos y ejecutó una terapia basada en la aplicación de una sustancia bioquímica en distintas partes del cerebro para modular el comportamiento.

Para esto, utilizaron unas agujas que jamás había visto en toda su carrera. Las llamaban agujas "fantasma" debido a su capacidad para penetrar tejido sin dañarlo. Ahí la conoció, se trataba de una doctora bastante joven y guapa, usaba un uniforme negro y encima un guardapolvo blanco. No era muy alta ni muy delgada, usaba gafas bastante grandes y llevaba entre sus brazos un cuadernillo negro.

Era una doctora bastante inusual; sin embargo, sus conocimientos eran extraordinarios. Era especialista en técnicas quirúrgicas y sus agujas "fantasma" habían dado mucho que hablar a la Asociación de Psiquiatría en los últimos años.

- "No pensé que conocería a la estrella que nos ha dado tal maravilla. Mucho gusto, mi nombre es Víctor Hay..."

- "Hayes Estrada", interrumpió la doctora sin quitar la mirada de su cuadernillo. "He leído sobre usted y su investigación".

- "Me siento halagado. Aún estamos esperando los resultados; me siento bastante satisfecho..."

La doctora lo fulminó con la mirada. En el campo laboral, era usual apreciar la envidia y el descontento con el trabajo propio, y Hayes lo sabía, por lo que no pudo evitar sentir un cierto tipo de triunfo sobre los demás doctores.

- "No me diga", respondió la doctora Elaine Torres sin dejar de mirarlo. "Pues le aviso que los resultados no serán los que usted espera y no se lo digo por envidia, sino porque el uso que le dieron a mis agujas no fue el adecuado".

- "Oh, entonces, ¿el procedimiento que realicé fue inadecuado? ¿Usted podría realizarlo mejor?"

- "Fue inadecuado y por supuesto, podría realizarlo mucho mejor; sin embargo, estoy bastante interesada en la sustancia que usó", lo jaló de un brazo y lo apartó del resto de doctores. "Verá, tengo un laboratorio bastante decente. Ahí he podido realizar muchas investigaciones cómodamente. Si lo desea, podría venir. Creo que podríamos sacarle buen jugo a aquella curiosa sustancia, sobre todo si la aplicamos correctamente con mis agujas".

Era una propuesta bastante interesante y Víctor Hayes la aceptó gustosamente. Se sentía satisfecho por recibir invitaciones de diversos doctores para trabajar en sus hospitales; sin embargo, la oferta de la doctora Torres era la que más le atraía. Podría al fin realizar una investigación mayor en un laboratorio apropiado.

Aquella sustancia era bastante versátil y ambos pudieron obtener una variante la cual usarían en el cerebro de los pacientes. Les tomó dos años poder obtenerla y afinar los demás componentes químicos. Debía cumplir con los principios de seguridad bioquímica y de biocompatibilidad, por lo que, tras ese periodo, obtuvieron una sustancia bastante estable y segura.