Los padres de Maki.

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Maki finalmente había reunido el valor que le faltaba. Se levanto de su siesta cerca de las 9 de la noche, y bajo las escaleras, pensando en decirle la verdad a sus padres. Aunque seguramente ellos se pondrían furiosos, era peor imaginar que podían suspenderla si no los llevaba. Así que eligió decir la verdad. Fue hacia la sala, esperando que como todas las noches, sus padres estuvieran ahí. 
Su padre estaba leyendo un libro, mientras su madre veía la televisión.
- Mamá, Papá.- Interrumpió Maki, con la voz casi quebrandosele.
- ¿Que quieres?- Cuestionó su padre, sin siquiera despegar la mirada de su libro.
- Bueno... Yo... La Directora quiere hablar con ustedes mañana.-
Su padre frunció el ceño, mientras se levantaba de su sofá.
- ¿Que hiciste?- Preguntó, poniéndose frente a ella.
- Yo...Eh...Bueno...- No podía hablar, quería derrumbarse en llanto, pero sabia que solo sería peor si lo hacía.
Su padre la abofeteó.
- Habla bien Maki. ¿Que estupidez hiciste ahora?-
Su mejilla dolía, y no quería mirar a su padre a los ojos. Algunas lágrimas querían salir, pero de verdad no podía hacerlo, la ira de su padre sólo sería peor si lo hacía.
- Yo...Tuve un problema con una compañera, y la empujé.- Respondio la pelirroja.
Su padre le dio otra bofetada después de que ella terminó la oración.
- ¿Cuantas veces te he dicho que no quiero recibir quejas de ti? ¿Eh?- Gritó encolerizado su padre.
- Yo... No supe que hacer, me dejé llevar y luego...-
Otra bofetada la calló.
- No pagamos tu educación para que nos lleguen quejas de ti, Maki. Largate a tu habitación, no quiero verte, mañana hablaremos de esto. ¿A que hora es la maldita reunión?-
- A las 7 de la mañana.- Dijo Maki, casi llorando.
- Maldita sea. Ya, lárgate a tu habitación, no quiero verte.-
- Si padre.-

Maki corrió hacia su cuarto, mientras su padre regresaba a su sofá, furioso.
- ¿No crees que eres un poco duro con ella?- Dijo la madre de Maki.
- No. Tiene que aprender, y si tengo que sacarle la sangre a golpes para que aprenda a comportarse, lo haré con gusto. Mi hija no será ninguna rebelde. Te dije que era mala idea comprarle ese maldito piano. Desde que lo tiene, no han sido más que problemas. Pero un día me voy a hartar, y lo voy a destrozar. Ella tiene que ser la mejor cirujana de todo Japón, y no me importa lo que yo tenga que hacer para lograr eso.-

Maki se tiró en su cama y comenzó a llorar, tratando de tapar sus sollozos con sus almohadas. Sus mejillas ardían por la bofetadas de su padre. No era la primera vez que la abofeteaba de esa manera, pero su miedo más grande era que le quitaran su piano, su única manera de escapar. Se acurrucó con sus almohadas y siguió llorando. Queria poder hablar con alguien, pero sabia que no podía, pues sus "amigas" ni de chiste le contestarian a esa hora, ni soportarían escucharla llorar. Ella estaba sola. Su madre era prácticamente un fantasma en su casa, pues al igual que su padre, estaba la mayor parte del día en el hospital, y cuando llegaba, nunca servía como apoyo emocional para ella. Nunca había un "¿como te fue?" O "¿como te sientes hija?", ni siquiera cuando era una niña pequeña.
Desde siempre, su único refugio, había sido su piano. Su mejor, y único amigo, eso significaba el piano para ella.

Siguió llorando mientras abrazaba su almohada, y así se quedó hasta que cayó dormida.

Mi Primera Amiga. ~RinPanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora