Abrazo 28: Verdadero Ángel

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Narra Junta

Las manos en mis bolsillos sudaban y arrugaban el pequeño bonche de fotos con ansiedad.

La opresión en mi pecho aumentaba por cada piso que el elevador subía.

Mi cuerpo temblaba y mi mente estaba desenfocada.

Sacándome de mi aflicción, el elevador hizo un "tin" y las puertas se abrieron.

Caminé un par de pasos por el estrecho pasillo, que parecía hacerce más largo y angosto conforme avanzaba.

Mis pies se deslizaban por el monocromático y pulido piso de mármol, y los opacos colores de las paredes y puertas pasaban nublados por el rabillo de mis ojos.

Aquel edificio era muy parecido al de ese sujeto, lo cual solo me ponía más y más tenso. Tanto que tuve la necesidad de encontrar una ventana para tomar aire, pero no había ninguna a la vista.

Saqué mi teléfono y revisé el mensaje de Takato-san una última vez para recordar el número de la oficina de su padre.

Busqué con la vista el 312 entre los número dorados de cada opaca puerta, encontrándolo casi al final del pasillo.

Estando a punto de tocar la puerta, guardé mi celular en mi bolsillo, rosando mis dedos con aquellas fotografías nuevamente.

Por algún motivo, me vi en la necesidad de mirarlas otra vez; como si esperara que ahora el papel fotográfico estuviese en blanco.

Mi estómago dio un vuelco y un zumbido se apoderó de mis oídos al verlas de nuevo.

Aquellas fotos eran la prueba de que había perdido.

Él había ganado.

Guardé todo de regreso a mi bolsillo y respiré profundo para despejar mi mente y poner mi mejor sonrisa.

Toqué la puerta delicadamente.

Unos tacones chocaron contra el piso al otro lado de la habitación y luego la puerta se abrió, dejando ver a una mujer mayor con lentes y maquillaje.

Al verme, me sonrió con amabilidad y abrió la puerta por completo para que pasara.

Al entrar, hice una reverencia y me ofrecieron un par de zapatos de tela.

Me quité los míos y los puse en el genkan¹ junto a otros pares.

Y justo entonces, alcé la mirada para encontrarme con un delgado pelinegro sentado con desparpajo sobre uno de los sillones de la sala de espera, mientras que tenía sus audífonos puestos y sus ojos cerrados.

Se veía muy relajado y me alegró verlo así.

La mujer se dirigió hacia él y le tocó el hombro con suavidad.

Takato-san reaccionó con sobresalto y luego la mujer apuntó a mi dirección.

Su cara se iluminó al verme, formando una gran sonrisa y un singular brillo en sus ojos.

Cuando brillaban así, no había ninguna diferencia entre estos y dos zafiros.

Una mezcla agridulce de sentimientos hicieron que mi corazón cayera al vacío que era mi estómago.

Tragué con dificultad y esbocé una sonrisa cuando se acercó.

-Chunta, me alegra que al fin nos podamos ver -saludó, ampliando su sonrisa.

-A mí igual, Takato-san.

-Desapareciste por varios días y apenas supe de ti antier, ¿todo está en orden? -cuestionó sin dejar de sonreír, pero se notaba un destello de preocupación al fondo de sus ojos.

Muy Juntos Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora