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Aunque no lo crean, a Jinyoung le gustaba ver los atardeceres.

De alguna manera los colores cálidos le hacían sentir algo raro en el pecho, cada vez que la hora llegaba, miraba hacia arriba y se quedaba ahí hasta que el cielo se tornaba oscuro. O hasta que su cuello comenzara a doler.

Por alguna razón le gustaba también como el viento desordenaba su cabello, para él, era como una caricia fría, pero cálida al mismo tiempo. Sus cabellos azules cubrían su frente y los mechones lacios acariciaban su piel. Disfrutaba de eso hasta que sus huesos temblaban.

Gozaba del rico sabor del jugo de manzana que la viejecita le daba cuando hacía un trabajo excelente en ayudarle. Solo con eso, sintiendo el sabor dulce de esa bebida, sintiendo el toque suave y... Maternal de esa mujer en su cabello, viendo el tono naranjo del cielo y sintiendo la brisa en su cara. Se sentía feliz, sólo con eso se sentía en paz.

Sentía que en su cabeza no reinaban gritos dolorosos, memorias tormentosas y atrocidades. En su pecho se cerraba ese hueco que le mantenía inquieto y su corazón latía lento pero seguro.

—Cuando muera quiero que te quedes con esta casa, Jin... Aunque no haya nada de valor en ella, puede que un pedazo de mí te proteja en esas noches que pasas en vela.— Sonrió con melancolía. Era increíble que esa señora le tratara con tanta confianza, como si... Fuese un hijo para ella. Y es que pensó que así hubiese sido su madre, dulce y atenta. Los dedos arrugados de ella se deslizaban por el cabello teñido de Jinyoung, sin saber un nudo apretado se formó en su garganta.

¿Era compasión lo que sentía o simplemente era su cerebro torturándolo otra vez? No lo sabía, simplemente recargó la cabeza en el regazo de la mujer y lloró en silencio mientras las caricias cariñosas eran dadas.

—Es triste pensar en este feo vecindario sin usted, señora Min.— Disimuló lo mejor que pudo para no sonar afectado. Odiaba cuando las emociones eran más fuertes que él, odiaba llorar. Porque le recordaba a su padre gritándole para que dejara de hacerlo cuando era pequeño. Y apretó la falda con estampados de florecillas que le había regalado con sus manos tambaleantes.

—Por desgracia, en este mundo tienes que lidiar con esto, aceptar que estás aquí con un propósito, sea bueno o malo. Al fin y al cabo, hagas lo que hagas, siempre tendrás un reloj sobre tu cabeza que va a girar sin control hasta que él mismo decida que es suficiente y se detenga sin saber qué va a dejar vacío, tristeza y dolor con eso.

Él nunca había asistido a un funeral en toda su vida. Los familiares, los pocos que decidieron asistir. Lloraban, pero él sabía que lo hacían simplemente porque para eso estaban ahí. Todos vestidos de negro y él siendo el único vistiendo de blanco, porque le había prometido que no lloraría, que llegaría con su cabeza en alto, el semblante serio y ropa blanca.

Él no creía en dios... No creía en fantasmas, ni demonios, solamente en los monstruos que habitaban en lo más profundo de su cabeza.

Tuvo el impulso de gritar que se estaba ahogando mientras veía esa fea urna. Eso no era lo que la viejecita habría querido. Porque era tan... Simple, se veía que era lujosa y lo demás.

¿Pero para qué?

¿Los miembros de la familia Min querían demostrar que tenían buen dinero, con una urna? ¿Demostrar que poseían millones pagando un funeral en un sitio caro? Siempre fijándose en lo material.

Por allá en la esquina veía a un grupo de adolescentes riendo y jugando con sus celulares.

Dió un ligero suspiro y se levantó para irse al club de siempre.

Era temprano, aproximadamente las seis de la tarde. Pero cuando llegara ahí ya sería buena hora para pasar un rato hablando con Joohyeon acerca de esto. Porque sabía que a veces una buena compañía y un buen vino ayudaban a liberar el alma.

O algo por el estilo. Pasar mucho tiempo con esa señora le hacía pensar frases extrañas y muy elaboradas.

Cuando llegó al lugar lo halló casi vacío, sonrió mientras mordía sus labios para no sentir como estos querían temblar por el llanto que quería explotar y salir. Quería llorar, por primera vez quería hacerlo de verdad. Ignorando su moral estúpida sobre no poder hacerlo. Llegó a la barra y se sentó, sintiéndose tan derrotado y sin ganas de nada.

Joohyeon le saludó y le tendió un pequeño vaso con agua, limpió su frente sudorosa con una servilleta cuando bebía a pequeños sorbos el líquido frío y con una pequeña flor color púrpura decorándola.

El club tenía una rara fascinación con agregar flores a sus bebidas.

Extraño.

La noche fue cayendo, y Jinyoung dió dos vueltas sobre su asiento, aburrido. Se puso a divagar en sus pensamientos mientras veía a las chicas atendiendo mesas y la barra. Pensó en la noche del sábado... En lo relajante que se había sentido ayudar a ese chico alto a quitarse un posible maleante de encima.

Fue reconfortante, en cierta forma, en que unos ojos le miraran con admiración... Al menos Jinyoung vió esa mirada de aquella manera. Ojos llenos de admiración y curiosidad.

Pensó en el chico, y recordó sus facciones, los labios finos, los pómulos delgados pero bonitos y el cabello en forma de honguito, alborotado y con respiración agitada. Sonrió inconsciente porque era realmente lindo y seguramente no lo volvería a ver nunca más en su miserable vida.

Volteó su mirada hasta Joohyeon, la chica era muy bonita, de mejillas levemente regordetas y el cabello atado en dos coletas que le caían lacias sobre los hombros hasta los codos. La piel tan pálida, la cintura estrecha e injusta estatura de un centímetro más alta que la suya. Era eso o unas plataformas engañosas.

Las chicas eran bonitas, pero ella había llamado mucho su atención. Era como la señora Min. Un pétalo que a pesar de todo, no podía marchitarse.

Jinyoung suspiró por milésima vez, y estuvo preparado para levantarse e irse, pero cuando giró nuevamente sobre el asiento. Sus ojos calculadores se posaron en la gente que había llegado con el pasar de las horas. En una mesa a la esquina, un grupo de cuatro platicaban y reían como si nadie más estuviese a su alrededor.

Y pudo verlo.

Parpadeó sintiéndose incrédulo y con una extraña sensación desconocida reinando su pecho, desde la madrugada de ese día no había sentido nada más que un vacío hueco en su corazón. Un hueco putrefacto que crecía con el pasar de los segundos.

La boca de su estómago se cerró al igual que su respiración se volvió peligrosamente acelerada.

—¿Quieres otro trago o un vaso de agua?— Joohyeon le observaba con sus ojos brillando gracias a las luces de neón. Negó dos veces y ella se retiró sin hacer preguntas. Mirando también en la que creía, era la dirección en donde Jinyoung tenía puestos sus ojos filosos y oscuros.

Entonces el rubio se levantó de la silla y caminó con cautela entre la gente.

Solo quería verle... Quería asegurarse de que no habían señales de que intentaron hacerle daño nuevamente.

Maldijo en su mente, no debería estar haciendo esto. No ahora que su mente estaba aún más confundida que antes. Pisó fuerte el suelo pegajoso y se acercó más, sus piernas le obligaban, su corazón retumbaba en sus oídos al igual que los ritmos extraños de la música y sus manos temblaban ansiosas al sentir tantos cuerpos cercanos al suyo.

Una chica borracha tropezó con él, haciendo que también lo hiciera y que saliera de la zona de confort que había creado para observar al chico.

Y joder, se sintió como un idiota porque la ropa blanca relucía tanto contra las luces de colores. Y esos ojos, los mismos ojos curiosos y fascinados se posaron en él.

Jinyoung quiso huir pero sus piernas se quedaron quietas ahí. Volvió a maldecir, parpadeó como un estúpido al ver como el alto y guapo chico se levantaba de su asiento y caminaba como si estuviese despreocupado de todo y de todos. Caminaba hacia donde estaba parado.

Ja, seguramente no le estaba mirando a él...

Pero cuando estuvo a su lado, la boca se le secó y un jadeo lleno de sorpresa se estancó en su garganta cuando le tomó con fuerza del brazo izquierdo y le arrastró hasta la salida del lugar.

   。†.dead balloons (死气球) ; yoonbaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora