CAPITULO VII - FLORENCIA

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El tiempo es el más grande de los guerreros, aquello que no destruye lo altera hasta dejarlo irreconocible. El tiempo puede arruinar o mejorar todo... especialmente a nosotros mismos. El tiempo perfecciona al hombre, te da paso a ser lo que eres o serás.

Volver a Florencia después de tantos años va llenando mi cuerpo de rabia, rencor, sed de venganza, de nostalgia y no puedo negar... de miedo. Ese miedo a ver tu pasado, tu ser, saber que debo recorrer las calles que juré no recorrer hasta llegar el momento de venir por ella. Cuando estuviera listo para dar mi golpe final. Sara sería la última. Tener que volver a verla, ver a todos y mostrar aquel hombre destruido, solo y perdido por su engaño.

Quisiera no llegar, estar más lejos, pero mi padre me necesita. Saber que está a punto de perder la batalla contra el cáncer, que su último anhelo es volver a verme, me derrumba. Siento que todo es tan grande y yo tan pequeño, deseo llegar y encontrarlo trabajando en su oficina, escuchando sus baladas y sonriendo por recuerdos que vienen a su mente, Dios... como duele, no poder cambiar la vida de mi padre por otra, que sea otra persona la que este muriendo y no el.

Ya puedo divisar el cartel de BIENVENIDO A FLORENCIA, y lo primero que puedo reconocer a lo lejos es a una mujer de vestido azul claro mientras el viento juega con su cabello. Parece un espejismo y mi sorpresa aumenta cuando reconozco que aquella mujer es Sara; es increíble como sabe cuándo aparecer -maldita perra- no piensa dejarme en paz. No estoy listo para hablar con ella, para enfrentarla nuevamente. Ahora debo llegar a ver a mi padre, él me necesita, ya tendré tiempo de vengarme. Sigo mi camino mientras Tomas, mi perro, ladra desesperado en la ventana de al lado donde esta esa perra -Sara- mi rumbo es fijo y no puedo perder tiempo.

La casa no ha cambiado nada, es como si el tiempo se hubiese detenido en ella. Los mismo colores, las flores de mi madre en el jardín. Las cortinas de ese verde horrible que solo a mi madre le gusta. Salgo del carro y me dirijo a la entrada, mi madre sale a recibirme y en su rostro refleja el dolor de perder a su esposo o su "pedacito de gente" como suele llamarlo. Ojalá tuviera una persona que me amara incondicionalmente como ella lo hace, pero esa persona no existe. Salgo de mis pensamientos cuando siento sus brazos envolverme. Por ese instante, por ese momento, me sentí en paz. Hablamos antes de entrar a verlo y sus palabras comprobaron mi miedo "que no puedo esperar encontrar al mismo hombre, que quizás no lo reconozca, casi no puede hablar ni levantar una mano."

Estoy en la puerta de su habitación, el olor a medicamento se siente y escucho como alguien se queja. Intenta pedir ayuda pero se siente la dificultad para hablar así que tomo valor, respiro profundo y abro la puerta. Ahí está él, una persona que no conozco, que no sé quién es, un cuerpo delgado, ojeroso, pálido. Con dificultad para respirar. Esa persona es mi padre, Alberto. El hombre que me dio la vida y que está a punto de perder la guerra. No puedo hablar, no puedo moverme, solo puedo observar cómo me llama y se dibuja una pequeña sonrisa en su rostro. No pude acercarme. Salgo cerrando con fuerza la puerta. Necesito aire. Necesito salir de aquí. Sin importarme el llamado débil de mi padre y las palabras de mi madre, salgo lo más rápido que puedo de esta casa. Maldita vida. Nadie sabe el miedo que causa la desolación. La rabia. ¿POR QUÉ ÉL? ¿POR QUÉ MI PADRE? Me siento débil, como aquel marica que un día lloró por una mujer. Caminó sin rumbo y la veo de nuevo, Sara. Está de pie al otro lado de la calle, no aguanto más y me dirijo a ella.

Con todo el dolor que siento, con toda la rabia por su engaño, por la enfermedad de mi padre. Le grito que me deje en paz, que se llevó mi vida, mi alma. Me tiene devastado su engaño. Que no sabe lo importante que fue para mí. Por su culpa mi vida es un túnel sin salida, no sabe el daño que causó, daño mi amor, mi corazón que solo latía desbocado por el sonido de su voz, por su presencia, No sabe lo que es el amor, la confianza, la lealtad. Le grito todo lo que he acumulado por años. Que me deje en paz. Llenó mi vida de dolor, de tristeza, desolación y que, algún día, voy a cobrar una a una sus mentiras. No puedo dejar de llorar. Mis piernas no pueden más. Caigo al piso a sus pies como lo estuve hace unos años atrás, me he quedado solo y así no planeaba vivir. Soñaba con una vida a su lado, con hacerla mi esposa, con tener muchos hijos. Con hacerle el amor todos los días de mi vida pero me engañó, me mintió. Ella sigue parada sin mirarme, así que me levanto. No puedo seguir así. Soy un hombre y ella no merece mis lágrimas, mi dolor. La miro a los ojos, y en ellos no veo nada. No hay vida. Solo se mira dolor, tristeza, me acercó a su oído hasta susurrarle « Espero que sufras maldita perra, ya vendré por ti» Al recuperar la compostura noto que las personas me miran raro, como si estuviera loco, así que sigo mi camino. Debo alejarme, debo calmarme. No puedo cambiar mi misión en la tierra y debo regresar a mi casa, despedirme de mi padre.

En medio de mi desespero se viene a mi mente ella, mi diosa africana. Sus ojos negros como la noche. Como deseo que exista, que sea real. Por ella dejaría todo. Mi único objetivo sería hacerla feliz, pero no es así. Pensar en ella calma la bestia que llevo dentro, calma mi dolor, mi rabia; ¿por qué se aparece en mis sueños? ¿Por qué es una mujer negra? Ella no existe, no la tengo a mi lado y siento miedo de perderla. No volverla a ver en mis sueños, Dios, que mujer, que diosa. Deseo tanto volver a verla en mis sueños y poder hablarle, conocerla, deseo verla. Decido ingresar a un café, quiero sentarme y tomar algo para calmarme. Puedo ver un sin número de mujeres las cuáles serán las siguientes. Mujeres coquetas, tramposas, vulgares, promiscuas. Una llama mi atención, su risa se escucha en todo el café. Está de espaldas, su blusa amarilla sobresale en todo el lugar, tiene el cabello suelto y no puedo dejar de mirarla. Sé que encontré a la próxima basura que quitare del camino. En el momento exacto voltea a ver en mi dirección y mi sorpresa no puede ser mayor.

NOTA: @Peith-Bleith y @EditorialGaleAlfaro

Estare subiendo los capitulos nuevamente, gracias a la ayuda de la EditorialGaleAlfaro y Peith.

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