Capitulo 7.- Charles Dickens, sal de aquí

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Llegué, me encerré, me tapé la cara  con la almohada y me puse a pensar cómo podría hacer a un puerco asado hablar y moverse, lo más seguro es que sea un muñeco a control remoto con bocina integrada, pero hay que admitirlo, se habían tomado demasiadas molestias en una broma para mí.

Oí pasos acercarse al cuarto e inmediatamente me hice el dormido. Raúl abrió la puerta y se paró justo frente a mí.

—Créeme, soy el que menos quieres esto, pero al parecer como soy tu compañero de habitación tengo que asegurarme de que estés mentalmente estable y que no está a punto de darte un ataque psicótico...—hizo una pausa de unos segundos—. En realidad no, todos quieren el puerco, ¿Dónde lo metiste?

Genial, todos se preocupan más por un puerco que por mí.

—Sé que no estás dormido, así que levántate y escupe de una vez por todas—y empezó a sacudirme, así que me incorporé y lo empujé—. Bien, si estás despierto. ¿Dónde está el puerco?

—Deja de fingir, ya sé que todo esto fue una broma de ustedes por lo que hice antes.

—El que debería dejar de bromear aquí eres tú, tienes rato actuando bastante extraño, así que si te desagrada mi presencia o algo solo dilo, así le cumplo sus deseos al príncipe que se cree superior a todos.

Cada vez más épico.

—Yo nunca dije que era superior a nadie, y lo del puerco...  ¿Te digo algo? No creo que sea algo que en realidad te incumba.

Raúl cerró los ojos y pude ver tensión en sus puños, simplemente salió de la habitación tan rápido como entró.

Si quería hacer las paces con él, este camino era tan bueno como elegir una soda grande en el cine y no quererte perder nada de la peli, o como elegir a Spiderman sobre Batman -seamos francos, entre un multimillonario y un chico con traje ultra ajustado, ¿Quién elegirías ser?-.

Me senté en la orilla de la cama, y sobre el gavetero, justo al lado de la figura del detestable payaso y el peluche del gato, había un cofre con una pequeña bailarina de porcelana dentro, la tomé en mis manos y le di cuerda, empezó a sonar una suave melodía y la bailarina empezó a girar y a girar por toda la diminuta pista.

Sin darme cuenta quedé completamente hipnotizado por los sutiles movimientos. No sé cuánto tiempo duré, pero para cuando lo noté todos los ruidos habían cesado y lo único que llenaba mis oídos era la atrapante canción.

Cerré los ojos y me sumergí en la almohada, cayendo dormido casi automáticamente, como si me hubieran lanzado algún hechizo. Las palabras del puerco fan de Charles Dickens resonaron en mi mente:

"Esta noche te visitarán los tres espíritus de la navidad, no sabrás en qué forma te visitarán ni como, ellos elegirán al llegar la manera mas adecuada."

Abrí los ojos, pero me di cuenta de que ya no estaba en la cama que me hacía sentir como Pulgarcito, si no en un patio de una casa abandonada y descuidada, con plantas que crecían por las paredes y un cielo completamente gris, sin dejar ver ni un rastro del azul usual.

¿Dónde estaba? ¿Qué era ese lugar? ¿Acaso la chuleta gigante tendría algo que ver en esto? 

Los...¿Espíritus de la navidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora