Capítulo 11.- En el Presente solo hay peleas matrimoniales

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El techo repentinamente empezó a sacudirse, y entonces... ¡Se separó de la casa! ¡Y había un gato gigante afuera! ¿Para qué me sorprendo?

No me había despertado, seguía en este patético mundo, y de seguro el gato ese era el segundo espíritu.

—Estás en lo cierto niño—dijo de alguna forma el gato, pero no le dijo, sino que su voz penetraba directamente en mi mente.

Era un gato con el pelaje completamente gris y esponjoso, con unos largos bigotes y ojos de diferentes colores, el de la izquierda amarillo y el de la derecha verde. Su voz era rasposa y grave, y siempre mantenía sus ojos curiosos en mí.

El gato me tomó de la camiseta -cosa que me dolió, era una especie de calzón chino pero con camiseta- y me colocó en su lomo.

— ¿No hay sustos ni traumas infantiles hoy?

—A diferencia de Præteritum, a mí me gusta ir directo al punto sin necesidad de juegos, así que me gustaría que empecemos en seguida a ver tu presente, si no te molesta—dijo lamiendo sus patas.

—Oye, no seas tan rudo con nuestro invitado—esa era una voz fina y aguda a tal punto de ser irritante la que hablaba, pero, ¿Venía del mismo gato? —. Uno, mi voz no es irritante, humano de pacotilla. Y dos, sí, estamos en el mismo cuerpo, pero mi esposo es un gruñón y yo soy la linda.

Bueno. Esto sí era nuevo, en ninguna de las versiones de Un cuento de navidad (ni la de los Looney Toones en la que el Pato Lucas era un millonario empresario amargado) había oído que el segundo espíritu estuviera casado, y menos que compartieran cuerpo.

—Lo que pasa es que en los espíritus la unión es algo diferente, nos ligamos completamente, y por eso somos así, con ojos diferentes y de un color híbrido, el gris. Aunque no entiendo cómo pude terminar casando con este tonto; cuando salíamos me daba muchos detalles y nos divertíamos mucho. Ahora que nos casamos es un amargado y nunca me sorprende con nada.

—Bueno amor, es algo difícil sorprenderte cuando siempre estamos juntos, ¿no lo crees? —el gato tenía un buen punto—. Además, tú y yo habíamos quedado en que esta vez me lo dejarías a mí y no interrumpirías.

Me pareció estar ante una escena típica de mis difuntos abuelos, que todos los días tenían la misma discusión. Me entró un sentimiento de nostalgia.

— ¡¿Vez lo que hiciste!? Ahora él se siente nostálgico—reprochó la gata.

— ¡¡Pero si fuiste tú quien empezó con todo esto!!—respondió él enfadado.

—Por más divertido que esto me parezca, ¿Podemos terminar con esto rápido? No quiero que una casa se caiga encima de mí cuando regrese, así que avancemos con esto lo más rápido posible.

El gato asintió con la cabeza y echó a andar a través de lo que parecía ser la verdadera casa de la Tía. Caminamos por los pasillos hasta entrar a una de las habitaciones, entramos por la puerta, claro está, traspasándola.

El gato se subió a un gavetero al lado de una cama grande en la que pude ver a mis padres acostados junto a Rachel, los tres durmiendo.

Rachel abrió los ojos, y temí que se haya dado cuenta de nuestra presencia, pero en vez de eso sacudió un poco a mi papá y este se despertó, se estrujó los ojos y se sentó en la cama.

— ¿Qué sucede Rachel? ¿Tienes pesadillas de nuevo? —le preguntó mi papá somnoliento mientras la sentaba en sus piernas.

—No papi...no pude dormir. Me estaba preguntando si lo que decía Byron es de verdad, que ni Santa, ni Atlantis, ni las matemáticas son reales...—dijo ella acurrucándose en el pecho de mi padre.

Los...¿Espíritus de la navidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora