Capitulo 10.- Mucamas de mansión desesperadas

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Hubo otro temblor y yo me agaché en el piso cubriéndome la cabeza. Las paredes se fueron moviendo hasta que una de ellas de alguna manera desapareció, convirtiendo la habitación en un triángulo, quedando solo dos de las puertas.

Si el primero fue un payaso, ni quiero saber que será del segundo... ¿Por qué debo hacer esto?

 La casa dio una sacudida y un escombro cayó justo al lado mío. Grandiosa forma de darme la respuesta a mi pregunta.

Fui hasta el espejo y la casa lucía peor que antes, las ventanas estaban destruidas, ninguno de los arboles tenía hojas pero los troncos se volvían gigantescos, las maderas del techo se estaban saliendo y empezaban a oírse algunos que otros truenos.

Parecía que una tormenta estaba a punto de empezar, y por como la casa estaba era obvio que aguantaría tanto como yo en época de exámenes finales, así que lo mejor sería ir con el siguiente espíritu, fantasma, o lo que sea que fueran esas cosas.

Cerré los ojos y atravesé corriendo una de las puertas. Al abrirlos, me encontraba en mi cama, todo esto había sido un sueño...no, una pesadilla mejor.

Se sentía todo tan realista, el payaso, los recuerdos, todo era solo una mala jugada de mi troll subconsciente. Decidí ir hasta la cocina a comer algún dulce o cualquier tipo de comida chatarra, con suerte nadie estaría ahí por la hora que era.

Salí del cuarto estrujándome los ojos y estirándome, y luego de unos minutos -sí, minutos- llegué a la cocina, saqué un cartón de leche de la nevera y algunas cuantas galletas (tengo complejo de Santa Claus), luego los puse sobre la mesa y saqué un vaso de una despensa.

 —Buenas noches—saludé a una de las mucamas que estaba sentada ahí, pero al parecer estaba tan concentrada en su libro que no me hizo caso alguno, eso es algo que mis habilidades mentales propias de un pez no podrían permitirme hacer nunca.

Me senté en una silla al lado de ella y abrí el cartón de leche, pero para cuando lo quise servir vi que estaba completamente vacío. Extrañado, lo tomé y lo tiré a la basura, no pensé que una casa con tantos sirvientes permitieran eso alguna vez. Volví a sentarme y cogí una de las galletas, se veían tan deliciosas con esas chispas de chocolate, me imaginaba como se derretían en mi boca cuando les diera cada uno de los lentos mordiscos que les diera.

Pero todos mis sueños chocolatosos fueron brutalmente masacrados y destruidos cuando probé la galleta, sentí como mis dientes se quebraban de tan duras que estaban, y además tenía un chocante sabor a plástico.

Me paré y las arrojé por el lavadero completamente furioso, con los nudillos blancos de tanto apretar los puños y los ojos rojos, ¡Apuñalaron mis dulces esperanzas de la noche!

— ¿Qué sucede con la comida de aquí hoy? —le pregunté a la mucama acercándome hasta donde ella, pero el silencio fue tan rotundo que ni se oyó el "cri cri cri" de los grillos —. Oye, ando hablando contigo—dije empezando a pasar mi mano por el frente de sus ojos para ver si de casualidad de la vida seguía viva, pero la reacción que obtuve fue la misma que antes —. Quizás sea bajito, pero no es para que me ignores completamente señorita maleducada—farfullé. No aguanté más la desesperación así que la tomé de los hombros y empecé a zarandearla.

Al parecer la moví demasiado fuerte, porque calló al piso y...OH POR DIOS, ¡¿QUÉ RAYOS ES ESTO!? ¡¡A LA TIPA SE LE DESPEGÓ LA CABEZA!! ES COMO SI FUERA UNA...muñeca...

Los...¿Espíritus de la navidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora