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"El ritmo tan oscuro de las olas nos abrasaba eternos, y éramos solo tiempo. Se borraban los astros en el amanecer y, con la luz que fría regresaba, furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices al modo inmerecido de los dioses."

Mi mente recreaba los versos de aquel poema que recordaba perfectamente: "Los veranos"; mis ojos se ataban al cielo oscuro con luces pirotécnicas de distintos colores, mientras que el manto estelar era creado por los destellos de los rascacielos de aquella gran ciudad.

Quién iba a decirme que aquel verano al que me predispuse negativamente me sorprendería en proporciones inimaginables; y si bien, nunca me he caracterizado por ser crédula o supersticiosa, en ese momento, bajo el manto de la noche, daba crédito a un suceso del destino por la fortuna que me había brindado.

Alguien sin duda había tirado los dados de manera correcta para obsequiarme este momento: una noche de ensueño acompañada de mis amigos y tomando la mano de la persona que amo.

Una sonrisa burlona brotó de mí al recordar la renuencia que no ocultaba antes de mi viaje a esta ciudad y, ahora, no puedo apartar de mi mente el deseo de una estancia permanente en este lugar. Me bastaba mirar hacia mi costado para encontrarme con esos curiosos ojos bien abiertos, apreciando la beldad de la vida, expresando cuán felices se sienten.

Me bastaba observar ese rostro que podía ser maduro y aniñado, para saber que mi lugar no está en otro sitio más que aquí, a su lado.

Esta historia comienza con mis padres charlando conmigo después de una comida, estaban emocionados por el "obsequio" que estaban por darme a manera de sorpresa y vaya que lo lograron. Con bastante ánimo me notificaron que me pagarían la estancia de dos meses en Seúl, Corea del Sur.

La decisión fue tomada por ellos y mi hermano mayor, buscando mejorar mi ánimo, el cual veían demasiado decaído desde hacía algunos meses; tenía dos años de haberme graduado de la universidad en la licenciatura de lenguas extranjeras, algo un poco similar a lo que estudió mi madre.

Había trabajado en distintas empresas en estos dos años, pero en ninguna encajaba, además que en la última empresa para la que trabajé hicieron recorte de personal y, por mis pocos años de experiencia, fui una de las elegidas.

Las circunstancias me llevaron a retraerme en cuanto mis relaciones sociales, pasaba más tiempo en casa y el entusiasmo por hacer las cosas que amaba se perdía poco a poco.

Mis padres, preocupados y conmovidos por mi situación, decidieron hacer un esfuerzo extra para enviarme a Seúl durante el verano para convivir con mi hermano que desde hacía cuatro meses había viajado a la ciudad sur-coreana para reencontrarse con algunos viejos amigos.

Mi sorpresa más allá de serlo por la razón principal, venía más bien desde lo más profundo de mis recuerdos, de las memorias de las más incómodas experiencias, para mayor precisión: hace aproximadamente seis años.

Mi hermano se percató de mi asombro cuando hablábamos por teléfono y sabía perfectamente por qué había reaccionado de una manera cuya interpretación podía ser bastante ambigua; estaba en mi habitación, sentada en mi cama observando el boleto de avión y mi inscripción, mi hermano al otro lado de la bocina permaneció juntos conmigo unos segundos en silencio y más animado sólo se limitó a decir: "Vamos, sé que no tienes buenos recuerdos en Seúl, pero algo me dice que en esta ocasión será diferente. Sé que te gustará."

Y así fue como un par de semanas más tarde me encontraba arriba de un avión tomando un "vuelo exprés" hacia Seúl, mi viejo enemigo y, desde el minuto uno, ya me encontraba demasiado tensa al escuchar a los pasajeros, que en mayoría eran natales de Corea del Sur, hablando el idioma que hacía años no había practicado.

"Falling for you"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora