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Había salido a patinar al parque aprovechando que la tarde era soleada y el cielo estaba totalmente despejado; mi hermano saldría a reunirse con sus amigos, irían a un bar o algo así, yo iba tan entretenida escuchando música que al detenerme para tomar una foto con mi celular, jamás me percaté de quienes estaban cerca de mí, lo cual me causó tremendo sobresalto cuando dos chicas gritaron de pronto a un costado mío.

Me giré de golpe y apenas al haberlo hecho para ver qué sucedía, dos figuras femeninas se abalanzaron sobre mí abrazándome fuertemente. Se pegaban a mi cuerpo y se colgaban de mi cuello y yo estaba siendo víctima del pánico más grande, dejándome totalmente petrificada e imposibilitada de cualquier movimiento.

-¡Pero qué demonios!- giré asustada y un poco harta de tanto apretujón, además de que más de una persona nos observaba.

Las chicas me soltaron de inmediato y fue hasta que ellas tomaron distancia que pude enfocar bien mi vista en ellas y una vez ubicando a aquellas figuras femeninas cuyas cabelleras lucían azules y moradas, fui yo quien se lanzó de vuelta, gritando casi histéricamente.

-¡Pero si son ustedes! ¡No puedo creerlo!- Las abrazaba tan fuerte como ellas lo habían hecho conmigo y comenzaron a reír.

-Ya era hora, si preguntabas quiénes éramos te habría pegado- dijo una de ellas

-Yo habría terminado definitivamente la amistad- dijo la otra y todas reímos.

-Ay qué felicidad verlas de nuevo, creí que esto jamás sucedería... ¡Estoy tan feliz!

-Pero cállate... ya estamos llamando la atención lo suficiente como para que grites más.

-No seas grosera, sólo estoy emocionada, pero será mejor que vayamos a otro sitio a hablar ¿quieren tomar un helado? Vi un pequeño camión muy bonito al otro lado del lago.- Invité y ellas accedieron sonrientes de inmediato.

Iba llena o de alegría al ver al fin a mis dos mejores amigas, ayudando así a mi estado de ánimo, de pronto la soledad no me importó más y, si mi hermano quería salir a divertirse con sus amigos, yo también podría hacerlo con mis amigas.

Una vez en un pequeño lugar con sombra y comiendo los helados, comenzamos a platicar poniéndonos al corriente.

Ellas eran Sol Elliot y Dannie Nunier, ambas eran hijas de dos buenos amigos de mis padres, quienes se conocieron trabajando en la ciudad de México; en el caso de Dannie, su padre era español y se casó con una mujer japonesa y, en cuanto a Sol, su padre era de Inglaterra y su mamá española. Nuestros padres hicieron una especial conexión por su área de trabajo y también por el idioma español.

Ambas vivieron en Japón hasta que en la etapa del bachillerato decidieron estudiar en Corea del Sur, ya que se encontraban totalmente alucinadas con el país por razones meramente mediáticas. Cuando fue el momento de ingresar a la universidad sus caminos se separaron, pues sus padres tuvieron que trasladarse a distintos destinos debido al trabajo y para el segundo año, cada una tomó una oportunidad de movilidad académica: Dannie fue a China y Sol a Finlandia, país en el que por cierto, le había tocado nacer y en el que vivió sólo su primer año de vida.

Nuestras familias tenían esa peculiaridad como característica común, además de ser una mezcla de diferentes nacionalidades, sin embargo siempre imperaban los rasgos físicos y costumbres heredadas por nuestros padres.

-...Y por todas esas razones tuvimos que separarnos también- terminaba Dannie.

-Entiendo, menos mal que teníamos internet para mantener viva esta amistad, aunque existieron ocasiones en las que casi no hablábamos...- dije

"Falling for you"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora