capitulo 1

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Victoria esperó fuera del estudio de Nick, intentando sopesar si aquel era un
momento oportuno para abordarlo. Probablemente no. Nick llevaba mucho tiempo
mostrándose distante con ella. Sabía que era ridículo merodear alrededor de su
habitación como si fuera una adolescente asustada, pero no quería tener problemas con
él. Habían llegado a estar demasiado unidos para permitir que su relación se fuera por la
borda. Sin embargo, había cosas a las que Victoria no podía enfrentarse, y la fiesta de
compromiso de Nick era una de ellas.
El problema era que, en cuanto se lo dijera, Nick explotaría. O, peor aún, se tornaría
frío como el hielo. Y Victoria estaba dispuesta a dar la batalla, a discutir con él, pero no
soportaba sus silencios, sobre todo cuando Nick parecía tan decidido a sacarla para
siempre de su vida.
-Entra, Victoria, te estoy viendo mirarme a hurtadillas, y todo este suspense me está
matando.
Victoria se puso roja como la grana.
-Me estaba preguntando si te molestaría que entrara. Sé que estás trabajando en un
asunto muy importante y es posible que tengas prisa y…
-Yo siempre tengo tiempo para la gente que quiero –repuso Nick posando sus ojos
grises en ella-. Venga, entra.
Victoria conocía perfectamente la fábula sobre la mosca y la araña. La conocía y la
comprendía. Y la recordó mientras atravesaba la puerta del despacho.
-¿Qué puedo hacer por ti? –después de invitarla a entrar, Nick volvió a fijar la
atención sobre los papeles que tenía encima del escritorio. Tenía entre manos un caso
muy importante, y Victoria sabía que estaba terriblemente ocupado. Pero llevaba
demasiado tiempo retrasando aquel momento.
-Bueno, venía a comentarte algo sobre tu fiesta de compromiso –consiguió decir por
fin-. Lo siento, pero no puedo ir. Ha surgido algo en la oficina y…
-Claro que va a ir, Victoria.
Nick alzó la mirada para clavarla fijamente en la joven. No se adivinaba en su rostro
ninguna expresión en particular. Ni siquiera parecía especialmente enfadado, aunque erararo que lo estuviera alguna vez. Siempre había tenido un completo control sobre sus
sentimientos.
Pero Victoria no podía decir lo mismo, y la actitud inflexible de Nick la irritó al
instante.
-No he venido a pedirte permiso –le recordó con dureza-. Por una cuestión de
cortesía, he venido a decirte que no voy a ir a tu fiesta de compromiso. Tengo mucho
trabajo y no pienso dejar de hacerlo por culpa de una fiesta. Y no hay nada más que
discutir, simplemente no voy a ir.
-Oh, claro que vas a ir –musitó Nick con aire ausente, y volvió a concentrarse en lo
que estaba haciendo. Seleccionó unos cuantos documentos y los metió en el maletín
metódicamente, sin prestarle ninguna atención.
En circunstancias normales, aquella indiferencia habría sido suficiente para intimidar
a Victoria. Cuando los ojos de Nick adquirían ese aspecto frío y distante, Victoria tenía
la sensación de estar hundiéndose en un mar sin fondo, un mar oscuro y amenazador,
pero aquella vez no iba a rendirse fácilmente. La idea de tener que asistir a la fiesta de
compromiso de Nick le desagradaba profundamente, entre otras cosas, porque no le
hacía ninguna gracia verlo comprometido. Sabía que podría hacerle mucho daño tener
que enfrentarse a la perspectiva de perderlo para siempre. La excusa del trabajo le había
parecido ideal para rechazar la invitación, pero, como era habitual, Nick estaba dando al
traste con sus planes.
-Mira, esa fiesta no tiene nada que ver conmigo –replicó exasperada-, y estoy
avisando con tiempo para que no quede ningún hueco en la mesa. Sólo tienes que
decírselo a los padres de Cheryl y…
-No va a haber ningún hueco porque será un buffet –la interrumpió-. Se va a servir la
comida bajo una carpa, en el jardín, para aprovechar el buen tiempo y dejar que los
invitados puedan disfrutar de los jardines. Y por la noche se celebrará un baile en el
interior de la casa –no la miró. Cerró el maletín y miró alrededor de su escritorio.
Evidentemente, se estaba preparando para salir.
El enfado de Victoria se transformó en asombro. Nick no le estaba prestando ni la
menor atención. Ni siquiera se iba a molestar en considerar lo que le estaba planteando;
más aún, en su voz no sólo se reflejaba la indiferencia ante lo que le estaba diciendo,
sino que no costaba advertir cierto tono de desprecio mientas le contaba los preparativos
que habían hecho para la boda.
Preparativos que a Victoria le hacían suponer que aquella fiesta terminaría saliendo
en todas las revistas del corazón. Si había alguien capaz de hacer algo cursi a gran
escala, eran los padres de Cheryl Ashton.
Nick había conseguido describir lo que iba a ser la fiesta con cuatro palabras, cosa
nada extraña en él. Victoria lo había visto actuar más de una vez en los tribunales, y
sabía que con una sola frase podía cambiar el curso de un juicio.
Tomó aire. Sí, Nick podía ser el más hábil e implacable de los abogados, pero ella no
iba a dejarse intimidar.
-Muy interesante, pero como no voy a ir, la verdad es que no me importa demasiado
–se volvió, dispuesta a salir del estudio, pero la voz de Nick la detuvo.
-La fiesta es dentro de dos semanas y tú, como miembro de mi familia, tienes que
asistir. Vendrás con mamá, papá y con Tony, y no quiero que causes ningún problema.
-Yo no soy miembro de… -se interrumpió al advertir el brillo de la mirada de Nick.
-No lo digas, Victoria –le advirtió duramente-. La prudencia nunca ha sido tu fuerte,
y cuando te enfadas, puedes llegar a decir cualquier cosa. Procura contenerte, porque te
estás deslizando sobre una capa de hielo demasiado fina…-¡No tengo por qué contenerme, entre otras cosas porque no me has prestado ni la
menor atención! ¡No has escuchado nada de lo que te he dicho! –exclamó Victoria con
furia.
-Y no creas que lo lamento –gruñó Nick-. Ahora procura tranquilizarte. Tengo que
estar en los juzgados dentro de dos horas, y hoy el tráfico está imposible. Debería
haberme quedado en mi casa, así me habría ahorrado todas estas tonterías.
-Puedes decir lo que quieras –replicó Victoria con los ojos relampagueantes-. Pero,
por lo que a mi concierne, estás advertido. Nadie tiene por qué darme órdenes, y he
rechazado la invitación de la forma más apropiada.
-¿De la forma más apropiada? –preguntó Nick con escepticismo-. Tengo entendido
que te han enviado una invitación, no creo que la forma más adecuada de rechazarla sea
venir a decirme a mí que no vas a poder ir.
-No te preocupes por eso. Ya les he escrito una nota a los padres de Cheryl en un
papel con membrete – respondió Victoria con sarcasmo-. Y pienso enviársela esta
misma mañana –se acercó a la puerta, pero acababa de llegar cuando oyó la voz de Nick
prácticamente en su oído.
-No lo hagas –le advirtió quedamente-, porque estoy seguro de que cambiarás de
opinión y terminarás quedando como una estúpida, cosa que ninguno de nosotros
quiere.
Victoria se volvió enfadada y sorprendida por la velocidad con la que Nick se había
acercado a ella. Rápidamente, salió al pasillo y le dirigió la más desafiante de sus
miradas. Aún así, estaba preocupada. Nick se mostraba implacable con todo lo relativo a
la fiesta, y sabía que no iba a conseguir ponerlo de su parte.
-No cambiaré de opinión.
-Claro que lo harás. A mamá y a papá les gusta disfrutar de este tipo de
acontecimientos. Si no vas, se verán obligados a dar explicaciones para justificar tu
ausencia. No tienes ninguna buena excusa, y me parece que ni siquiera Tony va a ser
capaz de cubrirte esta vez. Yo ni siquiera voy a intentarlo. Tienes que asistir con toda la
familia a la fiesta. Y no te preocupes por lo que allí pueda pasar. Tony podrá ayudarte a
controlar tu mal genio.
-Eres odioso, Nick –contestó con amargura.
Nick, que continuaba mirándola con expresión pétrea, asintió lentamente.
-Sí, es por culpa de las malas compañías –pasó delante de ella, dispuesto a salir de
casa, pero antes de abrir la puerta, se volvió y le espetó-: ¿Te has olvidado de peinarte
esta mañana?
Victoria alzó automáticamente la mano hacía menos de quince minutos. Pero antes
de que pudiera contestar, Nick había salido por la puerta principal y se estaba montando
en el coche para dirigirse a Londres.
Victoria había perdido y lo sabía. Entre otras cosas, porque no se le ocurría ninguna
excusa acertada para no asistir a aquella terrible fiesta. Y debía reconocer que Nick
tenía razón; Muriel y Frank sufrirían mucho por su ausencia. Y además, haberse
imaginado siquiera que Nick podía llegar a ponerse de su lado había sido una verdadera
estupidez.
Subió a su habitación sintiéndose incómoda por el curso que habían tomado los
acontecimientos. Era increíble lo que había cambiado el ambiente de aquella casa por
culpa den durante el último año. Clifford Court había sido un verdadero refugio para
Victoria durante doce años, y también Nick. Pero, no sabía por qué, de un tiempo a esta
parte, se mostraba especialmente inflexible con ella, parecía estar esperando en todo
momento que cometiera la menor equivocación para echársela en cara. De modo quepara Victoria, asistir a esa fiesta de compromiso y verse obligada a sonreír con dulzura a
los Ashton era mucho más de lo que se creía capaz de soportar.
Además odiaba a Cheryl Ashton. Aquella chica, jamás llevaba un solo pelo fuera de
lugar.
Y su casa sería probablemente igual. Se imaginaba a los padres de Cheryl, con una
sonrisa permanente en el rostro. Ya había tenido que compartir una cena con ellos en
Londres cuando Nick había decidido presentarles a su familia, así que sus opiniones
estaban perfectamente fundadas.
Tony, el hermano de Nick, estaba entusiasmado con la boda, y deseando que llegara
el momento de ser el padrino de Nick. Pero Victoria estaba enfadada, inquieta y llena de
rebeldes pensamientos. Ni siquiera podía hacerse a la idea de que Nick iba a casarse.
Había sido todo tan rápido… y además todavía no era capaz de comprender lo que
podía tener en común aquella chica con Nick
Ni siquiera estaba segura de por qué la enfurecía tanto que Nick se casara. En cuanto
Nick se fuera a vivir a su propia casa el ambiente de Clifford Court volvería a ser tan
acogedor y feliz como lo había sido siempre. En cualquier caso, Nick ya pasaba mucho
tiempo fuera. Su sobrecarga de trabajo era tremenda y en muchas ocasiones tenía que
quedarse en el piso que tenía en Londres para poder llegar a tiempo a los tribunales. Y
cuando regresaba a casa, o bien la ignoraba por completo o, por alguna u otra razón,
terminaban siempre discutiendo.
Afortunadamente, Tony no había cambiado. Continuaba siendo un amigo divertido y
el mejor de los confidentes de Victoria. Todavía continuaban conspirando juntos, como
cuando eran niños, y, ni siquiera el haber llegado a convertirse en un responsable
procurador había modificado un ápice su carácter.
El que sí había cambiado, y mucho, era Nick, pensó Victoria mientras miraba su
reflejo en el espejo. Aunque sus rizos continuaban siendo tan rebeldes como siempre,
cualquiera reconocería que llevaba la melena perfectamente peinada. La pregunta de
Nick obre su peinado era una muestra más de su actitud hostil hacia ella. Observó sus
ojos azul zafiro en el espejo y descubrió en ellos un brillo de desesperación. De hecho,
estaba tan furiosa que hasta tenía las mejillas sonrojadas.
Pero no sabía por qué. Ya debería estar acostumbrada a la actitud de Nick. Al fin y al
cabo, llevaba ya tres años así.
Victoria se dijo que ya era hora de bajar a desayunar. Nick no era el único que tenía
que ir a trabajar; ella también tenía que estar en Londres a las nueve. Frunció el ceño;
antes, Nick solía llevarla hacia Londres, pero ella ya no quería que lo hiciera pues
durante el trayecto apenas hablaba con ella y, cuando se bajaba para ir al trabajo, solía
dirigirle una mirada de advertencia, como si temiera que fuera a hacer algo terrible.
-Te odio, Nick King –dijo en voz alta, como si quisiera que Nick pudiera oírla desde
el coche.
No era cierto, pero el decirlo le hacía sentirse fuerte e inteligente, como si por fin
hubiera salido victoriosa de una discusión con Nick. Cerró los ojos con fuerza frente al
espejo. En el fondo, lo que le pasaba era que le aterraba perder a Nick. Eso era lo que le
ponía tan furiosa.
Cuando bajó a desayunar, Tony ya estaba sentado a la mesa.
-Me habéis despertado –le comentó a la joven.
Victoria le contestó con una mueca.
-Ha sido Nick, intentado imponer su voluntad a una pobre débil e inocente joven.
-¿Y qué es lo que esa joven débil e inocente va a tener que hacer, siguiendo los
dictados de la voluntad de Nick? –preguntó Tony sonriente.-Tengo que ir a su fiesta de compromiso. Aunque yo todavía no lo he decidido –
añadió con fiereza-. Es probable que al final decida quedarme en casa.
-¡Pero Vick, no puedes hacer eso! –Tony la miró muy serio y Victoria se sentó frente
a él, frunciendo el ceño ante su repentino cambio de humor.
-¿Por qué no puedo, Tony? Sólo es una invitación y, al igual que cualquier otra,
tengo todo el derecho del mundo a rechazarla, siempre que lo haga de forma adecuada.
-Es una invitación familiar –le recordó Tony con firmeza-. A todo el mundo le
parecería extraño que rechazaras una invitación así.
-En realidad yo no soy de la familia –señaló Victoria tranquilamente-. Si los
acontecimientos hubieran transcurrido de forma normal, sólo os habría visto en
vacaciones. La única razón por la que estoy aquí, es que no tenía ninguna otra parte a
donde ir.
Tony dejó de comer y la muró tan serio como la había mirado Nick. Los dos
hermanos se parecían mucho, pero Tony no tenía los rasgos fuertes y atractivos que
convertían a Nick en un hombre de una belleza especial. Tampoco tenía sus
sorprendentes ojos grises, ni su pelo era tan oscuro. En ese momento, el risueño rostro
de Tony mostraba una gran preocupación.
-Vives aquí desde que tienes doce años. No me gustaría que papá y mamá te oyeran
hablar así. Para ellos eres como una hija… siempre hemos pensado que eras feliz con
nosotros.
-¡Y lo soy! –protestó Victoria-. Siempre lo he sido, y no me preguntes por qué me
estoy comportando así, porque realmente no lo sé. Probablemente sea porque Nick y yo
ya no nos llevamos bien, y verme obligada a ir a esa fiesta en la que voy a tener que
soportar a tanta gente me parece terrible. ¿Por qué tengo que ir yo? ¿Sabes? Me gustaría
olvidarme de esa fiesta y quedarme aquí como si nada pasara.
-No puedo hacer eso. Y si te pones así por la fiesta de compromiso, ¿cómo vas a
estar el día de la boda? Además, es preferible que empieces a acostumbrarte a los padres
de Cheryl. Es muy probable que ella quiera que seas su dama de honor.
Victoria lo miró horrorizada.
-¡Jamás! La idea de ver a lady Ashton lloriqueando y mirándome disgustada es más
de lo que puedo soportar. Esa mujer es inaguantable.
-Nick no se a casar con los padres de Cheryl –insistió Tony-, y ella es encantadora.
Victoria asintió con tristeza, incapaz de contradecirlo. En realidad, no había nada
malo en Cheryl Ashton, excepto que quizá fuera un poco tímida, aunque eso no era
extraño teniendo unos padres tan autoritarios.
-En cualquier caso, sólo son dos acontecimientos –la tranquilizó Tony-, y cuanto
antes pasen, antes podrás olvidarte de ellos. Y estoy seguro de que, en cuanto tengas
tiempo de pensar con calma, decidirás asistir tanto a la fiesta como a la boda. Y hasta
entonces, procura no decir o hacer nada de lo que puedas arrepentirte.
-Hablas como un abogado –le dijo Victoria disgustada.
-¿De verdad? –respondió Tony con una enorme sonrisa-. Entonces debe de ser que
estoy mejorando. Seguramente es cosa de la edad. ¿Ves? Tú todavía sigues siendo una
niña, pero ya irás haciéndote más flexible con los años.
-Creo que lo que quieres decir es más obediente –señaló Victoria malhumorada. Su
conversación con Tony no le había servido para tranquilizarse; al contrario, de hecho
estaba más asustada. Hasta ese momento, no se le había ocurrido pensar en la boda de
Nick, ni en su participación en ella.
-Nick espera que me ayudes a controlar mi mal genio –comentó.-Con tal de que no haya ninguna invitada que me llame especialmente la atención, lo
haré encantado –le prometió Tony y Victoria comprendió que para él ya estaba todo
arreglado.
Era algo normal en Tony; era una persona de carácter tranquilo, raramente se dejaba
alterar. Sin embargo, ella se parecía más a Nick.
Aquel pensamiento la sorprendió. ¿Qué se parecía más a Nick? Eso era ridículo. Sí,
también era una mujer de carácter, pero desde luego, era infinitamente más sensible que
él. Nick era un hombre frío, distante, y mucho más inteligente que ella. No, no se
parecía nada a Nick; lo que ocurría era que había crecido a su sombra durante doce
años.
-¿Qué piensas de mí, Tony? –preguntó de pronto.
-Pienso que eres una chica guapa, divertida, brillante y de vez en cuando, bastante
irritante.
-No me refiero a eso –lo corrigió Victoria molesta-, estaba hablando de un punto de
vista más personal.
-Oh, ya te entiendo –alzó la mirada y sonrió al advertir la tensa expresión de la
joven-. Creo que eres una mezcla entre una hermana y una buena amiga. Tú y yo no
hemos cambiado mucho, Vick.
-No, no hemos cambiado. Nick ha sido el único que ha cambiado. Para él ya no soy
ni una amiga ni una hermana, me he convertido en un fastidio. Creo que ni siquiera
soporta mirarme.
-No te pongas dramática –Tony suspiró-. En cualquier caso, tú nunca has sido una
amiga para Nick. Él es mucho mayor que tú y que yo. Pero siempre ha estado muy
pendiente de ti, y tú lo sabes. De hecho, te mimaba tanto que a veces yo me ponía
terriblemente celoso.
-Oh… -Victoria se levantó y se dispuso a marcharse. Tony estaba sonriendo de oreja
a oreja y ya no había nada más que discutir.
De todas formas, pensó Victoria, ella sabía perfectamente lo que Tony pensaba de
ella. El problema era Nick. Y había sido una suerte que sus padres hubieran ido a pasar
un par de días fuera, y no regresaran hasta aquella noche. Así no habían podido mediar
en su discusión.
Mientras conducía por la autopista, la joven continuaba pensando en todas sus
preocupaciones. Muriel y Frank King no eran sus padres, pero llevaba tanto tiempo
viviendo en aquella familia que a veces lo olvidaba. Sólo la pelea que habían mantenido
con Nick le había hecho volver a pensar en su verdadera posición dentro de la familia.
Sus padres habían muerto en un accidente de coche cuando Victoria estaba a punto
de cumplir doce años, y por esa razón se había ido a vivir con los King. Muriel era la
mejor amiga de su madre, y había decidido quedarse con la niña, pues ésta no tenía a
nadie más en el mundo. Y, aunque Muriel había puesto todo su empeño en ayudarla a
pasar cuanto antes el trauma de la pérdida de sus padres, tenía que reconocer que había
sido Nick su verdadero refugio.
Pero aquella época ya estaba muy lejos. Nick había cambiado mucho, probablemente
debido a la importante posición que había llegado a ocupar. De hecho, vivía en un
mundo totalmente desconocido para ella. Su reputación crecía día a día, a la par que el
tiempo que dedicaba a su trabajo. Y, si quería ser sincera consigo misma, Victoria tenía
que reconocer que no sólo había cambiado su actitud hacia ella; rara vez sonreía a nadie
últimamente. Incluso cuando Cheryl había ido a cenar a la casa la semana anterior, tenía
un aspecto sombrío.
Intentó imaginárselos juntos. Cheryl era una chica delgada como un junco con el
pelo castaño y cuidadosamente peinado, siempre con el mismo estilo. Y era tan alta queni siquiera tenía que alzar la cabeza para mirar a Nick a los ojos, algo que desde luego
no le ocurría a ella, que le llegaba a la altura del hombro. Pero eso jamás le había hecho
sentirse inferior a él, por lo menos hasta que Nick había dejado de tratarla como si
realmente lo fuera.
Porque últimamente, Nick le hacía sentirse como si fuera una niña descuidada, como
había hecho esa misma mañana. Pero ella no tenía la culpa de que su pelo fuera tan
rebelde… aunque quizá lo tenía demasiado largo. Cheryl, por ejemplo, lo llevaba
bastante corto.
Victoria se regañó a sí misma. Era absurdo compararse con Cheryl. Entre otras cosas,
porque no tenía ninguna gana de parecerse a ella. De hecho, no tenían nada en común.
Cheryl había sido educada por una madre dominante. Sonrió para sí, mientras se dirigía
en coche hacia el trabajo. Era un milagro que Nick no se hubiera aburrido ya de Cheryl.
-Pero tiene que haber gusto para todo –murmuró cuando estaba llegando a la oficina.
Lo que tenía que hacer era sacar de su mente a Nick y a su maldita fiesta de
compromiso. Aquel día iba a estar muy ocupada. Tenía que presentar un presupuesto a
Winton y Smith, y como no lo aceptaran, iba a tener verdaderos problemas.
-Buenos días, señorita Wiston –la saludó la secretaria cuando entró en la oficina-. El
señor Parker quiere verla. Está en su despacho.
Victoria asintió y entró en el despacho de su jefe. Jamás había tenido problemas con
él; solían tener las mismas opiniones en todo lo relativo al trabajo.
-¿Estás preparada para la pelea? –le preguntó Craig Parker con una sonrisa.
-Todo lo preparada que puedo estar. Hemos quedado a las once y media en su sala de
juntas. ¿Vas a venir conmigo?
-No. Me pondría demasiado nervioso. Corremos el riesgo de perder un contrato de
diez millones de libras.
-Lo conseguiremos –declaró Victoria confiadamente-. Jhonny Gates es uno de los
mejores artistas comerciales de la ciudad. La campaña que ha creado es estimulante y
divertida, y va directamente al grano.
-Y tú eres la mejor gerente de la oficina –repuso Craig con ironía-. Aun así, prefiero
quedarme aquí mordiéndome las uñas.
-No te lo tomes como si fuera el fin del mundo –señaló Victoria con severidad-.
Aunque no consigamos ese contrato, hemos conseguido otros muchos.
-Pero ninguno tan importante…
Victoria sonrió. Alfred Parker jamás había puesto un pie en aquella oficina, pero si
no hubiera sido por su dinero, Craig no habría podido montarla. Si conseguían vender la
campaña, Craig podría devolverle todo el dinero que le habían prestado. Victoria
comprendía la preocupación de su jefe.
-¿Qué aspecto tengo? –Victoria giró en redondo delante del escritorio y Craig cerró
los ojos.
-No sé, quizá demasiado autosuficiente. Tienes que procurar no discutir con ellos.
-¡Me refiero a la ropa! –protestó Victoria.
-Oh… Bien, tienes un aspecto adorable. El azul marino te sienta bien, sobre todo con
ese pañuelo rojo, blanco y amarillo.
-¿Estás seguro de que no parezco una azafata? –le preguntó un poco preocupada.
-Por lo menos yo jamás me he encontrado a ninguna parecida en un avión –contestó
riendo.
Victoria, bastante más tranquila, decidió que había llegado el momento de salir del
despacho. En cualquier caso, había estrenado aquel traje para la ocasión y sabía que le
daba el aspecto que buscaba, el de una ejecutiva con cierto aire de sofisticación. Le
gustaría haberlo llevado puesto cuando había abordado a Nick aquella mañana, y nohaberse presentado en su estudio con unos viejos vaqueros y un jersey. ¡Nick otra vez!
Frunció el ceño, y Craig advirtió inmediatamente su gesto.
-¿Qué te pasa? –le preguntó preocupado y Victoria sacudió la cabeza.
-No es nada relacionado con el contrato. Estaba pensando en un problema personal –
le aseguró-. Así que deja de preocuparte. Antes de que te des cuenta, estaremos aquí
celebrando el éxito de la operación.
-Si consigues llevarla a cabo, este mes te llevarás un buen sobresueldo.
-¡Entonces espero que todo salga bien!
Cuando salió del despacho, se encontró con Johny, que llevaba la enorme carpeta en
la que guardaba sus diseños. Juntos se dirigieron hacia la puerta de salida.
-El video –gruñó él-. Métetelo en el bolso. Si pierdes ese contrato, será el fin para
todos nosotros.
-Esto no va a ser el fin para nadie, suceda lo que suceda –replicó Victoria con
firmeza-. Eres tan malo como el jefe. La verdad es que estoy sorprendida. Sabes
perfectamente que tengo labia suficiente para embaucarlos.
-Reconozco que tienes labia suficiente para convencerme a mí de cualquier cosa –
admitió Johny-, pero vas a encontrarte en medio de una habitación, rodeada de
ejecutivos perfectamente trajeados.
-No va a ser la primera vez que me enfrente a un hombre perfectamente trajeado –le
aseguró, mientras la sujetaba la puerta para que pudiera salir con su enorme carpeta.
Frunció mentalmente el ceño. Al mencionar a aquellos tipos tan seriamente vestidos,
Johny le había hecho recordar inmediatamente a Nick. Él siempre tenía un aspecto
fantástico; era un hombre alto, de complexión atlética, y con un porte agresivamente
masculino. Victoria pensaba muchas veces en él como si fuera un héroe, una especie de
caballero andante… Pero era ridículo que con lo mal que la trataba consiguiera
entrometerse en cada uno de sus pensamientos. Tenía que aprender a situar a Nick en su
lugar, y su lugar estaba fuera de su vida. Sobre todo aquella mañana. Pronto lo perdería
para siempre, y ya era hora de que se fuera enfrentando a la realidad.
-Como pueden ver –comentó Victoria confiadamente cuando Johny terminó de
mostrar sus maravillosos trabajos-, hemos decidido montar la campaña mediante
dibujos animados. Será una campaña de lo más innovadora, y además nos ahorramos
bastante dinero, en la medida en la que podemos prescindir de contratar a grandes
estrellas. Así, el dinero podremos invertirlo en extenderla. Hemos calculado ya el costo
de las cuotas para prensa y televisión, previendo la cobertura más amplia posible.
Pueden mirar cuanto quieran los diseños, y, estarán de acuerdo conmigo en que el
presupuesto es más que razonable.
Se detuvo y miró a su alrededor, mientras los ejecutivos observaban el trabajo de
Johny y asentían de vez en cuando satisfechos. Era evidente que a la mayoría les había
gustado el trabajo presentado.
-Anticipando su aprobación –continuó diciendo la Jove-, hemos producido también
un video. Es sólo un bosquejo de la campaña, pero de esta forma, podrán conocer a los
personajes en acción, y hacerse una buena idea de cómo será la campaña de televisión.
Para la prensa, hemos reservado los diseños más atrevidos. Si hay algo que no les guste,
estamos dispuesto a introducir los cambios que consideren necesarios –añadió, con una
expresión con la que indicaba que sería una locura proponer cualquier cambio.
Nadie aportó ninguna idea, de modo que Victoria miró a Johny, asintió y se dispuso a
disfrutar de un momento de relax mientras mostraban el video.-¡Uf! Jamás dejarás de sorprenderme –comentó Johny, mientras se dirigían en coche
hacia la oficina-. Y te aseguro que nunca había visto tantos fieros ejecutivos reunidos en
una sola habitación.
-Les ha encantado –le dijo Victoria-. Durante la proyección del video se han oído
algunas risas, y aunque discretas, estoy segura de que eran sinceras.
-Estaba hasta el viejo Winton –señaló Johny en un tono casi reverencial.
-Ya me he dado cuenta. Y, por cierto, él ha sido uno de los que se ha reído.
-¿Y estás segura de que no era una risa desdeñosa?
-El contrato es nuestro. Ya lo verás –contestó Victoria con firmeza.
En cuanto entraron en la oficina, Craig salió a su encuentro y le dio a Victoria un
abrazo de oso.
-¡Weston ataca de nuevo! –exclamó riendo-. Acaban de llamar… y está ya en camino
la carta de confirmación. ¡Hemos conseguido el contrato!
-¿Qué te he dicho? –Victoria miró a Johny con expresión severa-. Tienes que tener
más fe.
-Me gustaría ser como tú –musitó él, con el rostro sonrojado de satisfacción.
Victoria le brindó la mejor de sus sonrisas antes de meterse en su despacho. Cuánto
le gustará, pensó, poder mantener en todo momento la imagen que proyectaba en el
trabajo. El problema era, que esa imagen sólo aparecía cuando estaba en acción. En
situaciones normales, se sentía profundamente vulnerable. Y ese sentimiento tenía un
origen muy concreto: había nacido el día en el que había cumplido veintiún años, el
mismo día que Nick le había retirado su afecto.
Había sido como descubrir que el suelo que tenía a sus pies no era tan firme como
siempre había creído. La confusión había cedido paso al dolor, al que le había seguido
un virulento enfado. Y en ese momento, su enfrentamiento con Nick estaba a punto de
alcanzar las cotas más altas, porque ya había decidido no asistir a su fiesta de
compromiso. No podía enfrentarse a un acontecimiento así. Lo que tenía que hacer era
encontrar una excusa convincente para que Nick no se enfadara demasiado y no creía
tener ningún problema para encontrarla.
Pero en el fondo, sabía que no iba a ser tan fácil. En otra época, le habría bastado con
hablar con Nick y pedirle que la disculpara por no asistir. Él le habría revuelto
cariñosamente el pelo y le habría brindado su más radiante sonrisa para decirle a
continuación que hiciera lo que quisiera. Y no habría habido ninguna discusión.
De hecho, aquella había sido su actitud hacia ella desde que había ido a vivir h
Clifford Cour, y aun así, al principio Victoria se había encontrado llena de miedos e
inseguridades. Por supuesto, conocía ya a la familia, pues habían pasado juntos algunos
periodos de vacaciones. Tony, aunque tenía seis años más que ella, siempre le había
dejado acompañarle en sus juegos, pero con Nick había tenido una relación muy
diferente. Él era mucho más mayor, mucho más serio y callado y, ante los infantiles
ojos de Victoria, alguien terriblemente importante. Además, había ido a la universidad,
algo asombroso para Victoria en aquella época.
Pero al irse a vivir con la familia King, había comenzado a conocerlo de verdad.
Aquel hombre alto y moreno, de ojos grises, que siempre desaparecía tras dedicarle una
sonrisa, había empezado a formar parte de su vida. Ella tenía doce años entonces, y
Nick no le había parecido tan mayor ni tan distante. Aunque su carácter continuaba
siendo muy diferente al de Tony, se había mostrado muy accesible, y desde muy pronto,
Victoria había sabido que estaba preocupado por ella.
Al mirar al pasado, tenía la sensación de que durante las primeras semanas de su
estancia en la casa, había pasado la mayor parte del tiempo sentada en un árbol. Había
un haya enorme cerca de la casa, y hasta ella iba todos los días, sintiéndose tristementesola. Solía trepar hasta la rama más alta y allí permanecía, llorando algunas veces y
mirando atontada los campos de los alrededores otras muchas, demasiado aturdida para
pensar en nada.
Nick le había quitado aquella costumbre acercándose un día hasta el árbol y trepando
a su lado. Incluso después del tiempo pasado, Victoria recordaba perfectamente la ropa
que llevaba Nick aquel día: unos pantalones vaqueros y un jersey del mismo color que
sus ojos.
-Me pregunto si no se romperá la rama –había comentado con naturalidad cuando
Victoria se había alejado de él-. Tú casi no pesas nada, pero yo peso mucho más que tú,
y si sumamos los dos pesos…
Victoria había intentado calcular el peso de Nick, pero no tenía la menor idea de lo
que podía pesar una persona de veinticuatro años. Aun así, Nick era muy alto, y si
añadía su peso al suyo…
-Estamos a bastante altura –había comentado Nick, inclinándose hacia delante y
Victoria había seguido inmediatamente el curso de su mirada. Hasta ese momento, no
había reparado realmente en la altura a la que se encontraba.
-Tendrás que bajarte –le había dicho rápidamente a Nick.
-Bajaré cuando lo hagas tú –le había contestado él en tono amable, pero igualmente
decidido y Victoria había comenzado a asustarse.
-Pero yo siempre vengo aquí. No tengo otro sitio a donde ir. Y tengo muchas cosas
que pensar, y que recordar.
-¿También vienes aquí a llorar? –le había preguntado Nick suavemente. Aquella
pregunta había bastado para que a Victoria se llenaran los ojos de lágrimas.
-Yo… soy demasiado mayor para llorar –había susurrado-. Ahora tengo que cuidar
de mí misma –Nick se había movido y Victoria se había tensado expectante, pensando
que la rama se iba a romper en cualquier momento-. Oh, por favor, baja.
-Bajaré si vienes conmigo.
Victoria había asentido en silencio, y no había respirado tranquila hasta que no había
sentido el suelo bajo sus pies. Nick la había ayudado a bajar los últimos tramos, y
cuando estaban ya los dos en el suelo, le había enmarcado el rostro con las manos y la
había mirado a los ojos.
-Prométeme que no volverás a subir –le había dicho muy serio-. Trepas hasta muy
alto y podrías caerte.
-Pero tengo que pensar. Tengo que hacer planes y…
-No tienes que hacer ningún plan, Victoria. Sólo tienes doce años. Ya harás planes
cuando seas mayor. Ahora estás viviendo aquí, con todos nosotros, y no tienes que
preocuparte de nada, ni cuidar de ti misma. ¿Qué te parece la idea de que sea yo el que
se encargue de cuidarte?
-No querrás.
-Claro que quiero. Así tendré algo que hacer en mis ratos libres.
Victoria tenía la sensación de que Nick no disfrutaba de demasiados ratos libres, pero
realmente, no había podido hacer otra cosa que asentir mientras Nick le rodeaba el
hombro con los brazos para dirigirse con ella hacia la casa.
-Y si quieres llorar, también puedes hacerlo conmigo. Sólo tienes que venir a
buscarme.
En ese mismo momento, el intenso sentimiento de soledad con el que Victoria había
tenido que enfrentarse desde la muerte de sus padres había empezado a disolverse, y,
mientras subía a su habitación, había oído a Muriel hablando con Nick.
-¿Qué te parece, Nick? – había preguntado Muriel y Victoria se había detenido en las
escaleras, ansiosa por oír la respuesta.-Se pondrá bien –le había asegurado Nick a su madre-. Ahora está triste, pero se le
pasará. Déjamela, creo que no tendrá ningún inconveniente en acercarse a mí.
Victoria sonrió con ironía. Por supuesto que no había tenido ningún inconveniente en
acercarse a él, y, desde entonces, nunca había dejado de hacerlo. Le había habladote sus
miedos, había llorado en sus brazos y había absorbido cada una de sus palabras. Habría
ido hasta el fin del mundo con Nick.
Se encogió de hombros enfadada. Había pasado mucho tiempo desde entonces. Ya
no iría hasta el fin del mundo con él, de hecho, a veces se descubría pensando en sacarlo
para siempre de su vida. Pero no era culpa suya; ella no podía ignorarlo de repente, y
mostrarse con él fríamente educada. Nick a veces ni siquiera era educado con ella.
Había cambiado tanto… Se había convertido en una persona diferente, y ella no tenía
por qué sentirse culpable. Su fiesta de compromiso no tenía nada que ver con ella y si
Nick fuera mínimamente sensible, lo vería de la misma manera.

CIEGA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora