A las doce en punto, Nick entró en su oficina y se quedó mirándola con expresión
intransigente.
-Ponte la chaqueta –le ordenó-. Vas a venir a comer conmigo.
-¡No puedo! –respondió la joven, presa del pánico. Nick jamás había hecho nada
parecido, ni siquiera cuando ella había empezado a trabajar y su relación era mucho
mejor-. Todavía no es la hora de salir a comer y, en cualquier caso, normalmente como
a toda velocidad porque estoy muy ocupada y…
-¡Deja de parlotear y ponte la chaqueta!
Victoria se sentía atrapada. Levantarse hacia Nick y hablar tranquilamente con él le
resultaba completamente imposible. Sabía que en una situación como aquella,
terminaría gritando y haciendo aspavientos. Y había demasiada gente pendiente de ella
como para montar una escena.
La presencia de Nick jamás pasaba inadvertida y en ese momento, todo el mundo los
estaba mirando con abierto interés. Incluso su jefe.
-Claro que puedes marcharte –le dijo Craig-. Tus esfuerzos de la semana anterior se
merecen una recompensa. Así que te doy el resto del día libre.
-Preferiría que me pagaras un sobresueldo –protestó Victoria inmediatamente y Craig
asintió.
-Eso también lo tendrás. Ahora, puedes irte, Victoria. Espero que te diviertas.
-Esto… este es… -comenzó a decir al advertir la curiosidad con la que su jefe miraba
a Nick. De pronto se dio cuneta de que no sabía cómo presentarlo. No era su hermano, y
ni siquiera podía decir que era un amigo.
-Victoria es un miembro de mi familia –explicó Nick, dirigiéndole a Craig una
mirada glacial-. Para mis padres es como una hija.
-Éste es Nick King –consiguió decir por fin Victoria, y la curiosidad de Craig se
intensificó.
-¿Nick King? ¿El abogado? ¡Caramba! He estado leyendo un artículo sobre usted
esta misma mañana. Ese criminal al que van a juzgar parece realmente peligroso. En el
periódico decía que la policía todavía está buscando a sus cómplices y esperando a que
Kenton hable. No sabía que Victoria se movía en unos círculos tan interesantes.
-Y no lo hace –repuso Nick, cortante-. Intentamos protegerla de los aspectos más
sórdidos de la vida.No podía decirle que estuviera siendo especialmente amable y Victoria se sonrojó.
Era evidente que Nick recordaba que aquella mañana les había explicado que el piso al
que pensaba mudarse estaba en el mismo edificio en el que vivía Craig y pensaba…
-Voy a buscar mi chaqueta –dijo precipitadamente, alegrándose de poder salir de la
oficina.
Craig debía estar pensando que Nick, además de un snob, era un antipático. Pero ya
tendría tiempo de justificarlo más tarde. De momento, lo único que quería era que las
cosas no empeoraran.
-¿A dónde vamos? –le preguntó a Nick antes de entrar en el coche.
-De momento vamos a salir de la ciudad –respondió Nick, mientras le abría la puerta-
. Por lo visto hay mucha gente preocupada por tus posibles aventuras.
-¿No te creas que me han acompañado hasta fuera para curiosear! –repuso Victoria
indignada-. Si no hubieras entrado con ese aspecto de superioridad, ni siquiera se
habrían molestado en mirarte.
-Métete en el coche, Victoria. Si quieres que tengamos una escena, iremos a un lugar
en el que podamos contar con más intimidad.
-¡No quiero montar ninguna escena! –exclamó Victoria mientras se sentaba y cerraba
la puerta del coche-. Ni siquiera quería salir a comer –continuó acalorada-. Y te aseguro
que lo último que me apetecía era verte.
-Eso ya me lo imagino –murmuró Nick fríamente-, sin embargo, me estás viendo y
tengo intención de retenerte a mi lado por lo menos durante un par de horas.
-¿No tienes nada mejor que hacer? ¿No deberías estar ocupándote de algún criminal,
en vez de dedicarte a intimidarme?
-Todavía no he empezado –le advirtió Nick duramente-. Estoy esperando a que
encontremos un lugar adecuado para hablar. No tengo ganas de enfadarme mientras
conduzco –Victoria apretó los labios y Nick le dirigió una mirada cargada de desprecio-.
Conserva Tony mal humor durante un rato –le sugirió-, eso te mantendrá ocupada.
Victoria volvió la cabeza y permaneció con la mirada fija en la ventanilla del coche.
¿Qué querría Nick? Se imaginaba que tenía que ver con lo que había ocurrido aquella
mañana, pero con Nick nunca se podía estar segura. Él ya no estaba en casa cuando
había comunicado, para alivio del resto de la familia, que había cambiado de opinión.
En fin, fuera lo que fuera, jamás lo había visto tan enfadado.
Salieron de Londres y, antes de que la joven hubiera podido averiguar hacia dónde se
dirigían, Nick detuvo el coche cerca del Támesis. A poca distancia de allí, había un
bonito restaurante, pero por el lugar en el que Nick había aparcado, no parecía que fuera
ese su destino.
Nick apagó el motor y se hizo entre ellos un silencio insoportable.
-¿Y bien? –preguntó Victoria-. ¿Qué pasa? ¿Vamos a comer en medio del campo, o
es que no tienes intención de que comamos?
-Comeremos cuando hayas contestado algunas preguntas –contestó Nick,
volviéndose en el asiento para mirarla-. Y pienso conseguir respuestas aunque tenga que
pasarme aquí todo el día.
-Es una suerte que me hayan dado la tarde libre –comentó Victoria con voz burlona-.
No tengo que volver al trabajo hasta mañana, así que puedes disponer también de toda
la noche.
-No tendrás que volver al trabajo hasta que yo lo diga –repuso Nick fríamente.
-¿Y qué es lo que quieres? –el corazón había empezado a latirle a una velocidad
vertiginosa y sentía la ridícula urgencia de abrir la puerta del coche y salir corriendo.
Nick debió adivinarlo porque de pronto, su rostro se relajó y la miró con una sonrisa
burlona.-Ah… sientes el miedo del culpable –bromeó-. He visto esa expresión en muchos
criminales, pero jamás en una de mis invitadas.
-¿Y cuál es la expresión de tus cautivos? –aventuró Victoria-. Porque me temo que
eso es lo que soy.
Nick la miró con el ceño fruncido.
-Si hubiera querido capturarte, Victoria, habría hecho el trabajo mucho mejor, y te
aseguro que no habrías tenido ninguna posibilidad de escapar. Lo único que quiero es
hablar contigo sin que me montes ninguna escena y sin ningún tipo de intromisiones.
-Entonces habla –bajó la mirada hacia sus manos. Lo único que tenía que hacer era
decir la verdad, se dijo. Aunque si Nick pretendía hablar del piso, no iba a ceder tan
fácilmente.
Si el que hubiera decidido mudarse lo molestaba tanto que estaba dispuesto a perder
su precioso tiempo con ella, dejaría que se sintiera muletos durante un rato más. El
deseo de castigarlo por su forma de tratarla nublaba todos sus pensamientos.
En vez de interrogarla inmediatamente, Nick se reclinó en su asiento y permaneció
con la mirada fija en el parabrisas. Su silencio le resultaba a Victoria extremadamente
enervante, y además, le hacía ser todavía más consciente de que estaban completamente
solos.
-Venga, habla ya –insistió-. Me has traído aquí para que discutamos, ¿no? Pues estoy
deseando empezar.
-Háblame de ese maldito piso –le ordenó Nick, volviéndose en su asiento y
fulminándola con la mirada-. Quiero saber dónde está, cómo es, y por qué ha pensado
en ti Craig cuando se ha enterado de que se iba a quedar libre.
Parecía a punto de explotar y Victoria apenas podía contener la alegría. Aquella no
era la fría indiferencia con la que la había tratado durante los últimos años. Nick estaba
profundamente enfadado y Victoria se alegraba porque por fin parecía haber vuelto a la
vida para dejar de ser el hombre perfecto que continuamente la ignoraba.
-El piso está en un edificio moderno, a un kilómetro de la oficina –le informó con
una mirada inocente-. Está en un lugar agradable y con categoría suficiente para no herir
tu sensibilidad. No quiero que vivas preocupado por si alguien descubre que vivo en los
barrios bajos.
-Si estás intentando enfadarme, estás haciendo un buen trabajo.
Victoria se calló inmediatamente, y, después de mirarla furioso, Nick le preguntó:
-¿Y qué me dices de Parker? ¿Dónde encaja él en todo esto?
-Parker es mi jefe –le recordó Victoria-. Si quiero conseguir un piso, necesitaré que
alguien me avale, y él está deseando hacerlo.
-¿Y qué otras cosas está deseando hacer?
-Por si pretendes decir lo que creo que estás insinuando, te advierto que está casado.
Nick esbozó una sonrisa cargada de cinismo.
-Eso no implica necesariamente que un hombre tenga que renunciar a una agradable
aventura –señaló fríamente-. Conozco a muchos hombres que engañan a sus mujeres.
-Craig está felizmente casado –estalló Victoria-. Conozco a su esposa, y es una mujer
encantadora. Y… aunque no lo fuera, y aunque Craig no estuviera casado, eso no sería
asunto tuyo –quiso volver la cabeza, pero Nick la agarró del brazo y cuando la joven
intentó soltarse, la sujetó con fuerza.
-Tú eres asunto mío –le aseguró-. Siempre lo has sido. Y si por un minuto te has
imaginado que voy a dejar que te vayas y empieces a buscarte problemas…
-No he sido asunto tuyo durante mucho tiempo –replicó Victoria-, y lo sabes
perfectamente. Tú eres el único que ha cambiado, Nick, no yo. Y no puedes meterteahora en mi vida como si tuviéramos una relación tan estrecha como la que antes
teníamos.
Se interrumpió bruscamente. Temía decir algo que llegara a convertirse en una
barrera infranqueable entre ellos. Tenía que pensar en Muriel y Frank. Hasta para Tony
sería un duro golpe saber que había dejado de hablarse con Nick para siempre.
-Todavía me preocupa lo que pueda sucederte –confesó Nick sombrío-. Algunas
cosas nunca cambian, no pueden cambiar. ¿Qué ha dicho Tony de todo esto?
-Me ha amenazado con cavar un agujero y meterse en él –contestó Victoria con voz
temblorosa, preguntándose cómo iba a decirle que todo aquello no tenía ningún sentido-
. Por lo visto, soy la niña de sus ojos.
-Eso ya lo he oído –repuso Nick bruscamente-, y de todas formas ya lo sabía. ¿Y no
se te ha ocurrido pensar en cuánto le va a doler a la familia que te vayas?
-No me voy a ir a ninguna parte –consiguió apenas susurrar-. No voy a quedarme con
el piso. Ya se lo he dicho a los demás cuando te has ido.
Nick se quedó callado y cuando habló, a Victoria casi le asustó la tranquilidad de su
voz.
-¿Y has permitido que mantuviéramos esta discusión, cuando en todo momento
sabías que no ibas a quedarte con ese piso? Parece que disfrutas provocándome. ¿Qué
demonios esperabas conseguir con esto? Supongo que hasta lo del piso formaba parte de
este ridículo plan. Seguramente, ni siquiera existe.
Parecía furioso, disgustado incluso. Y Victoria se obligó a mirarlo de frente.
-Claro que hay un piso –protestó-. ¿Qué clase de idiota te crees que soy? Pero he
renunciado a irme en cuanto he visto cuánto les afectaba a todos la noticia.
-¿Entonces por qué me has permitido traerte hasta aquí y hacer el ridículo de esta
forma?
-Porque quería castigarte. He pensado que ya era hora de que probaras tu propia
medicina. Lo que estás sintiendo ahora es lo que he estado sintiendo yo durante todos
estos años. ¿Sabes Nick? No es nada agradable que una persona a la que te sientes
especialmente unida empiece a comportarse como un extraño, a tratarte de una forma
odiosa, sin que tú sepas por qué.
Nick se quedó mirándola en silencio, pero ya parecía mucho más relajado.
-¿Me he comportado de una forma odiosa, Victoria? –le preguntó suavemente-.
Quizá haya cambiado más de lo que pensaba. Cuando eras una niña, siempre procuré
portarme de forma exquisita contigo.
Por lo visto, las cosas habían cambiado.
-Supongo que sí –susurró Victoria-. Y quizá yo no sea tan adulta como pensaba.
-Claro que lo eres –le aseguró Nick-. Puedo asegurarte que eres toda una adulta –no
había utilizado un tono tan amable para hablar con ella desde hacía años- Victoria alzó
la mirada hacia él-. En cualquier caso –señaló-, te has convertido en una importante
mujer de negocios. Y vas a tener un sobresueldo para demostrarlo. En fin, vamos. Te he
prometido que te iba a llevar a comer.
Salió del coche y Victoria lo siguió. No estaba segura de hasta dónde podía llevarlos
todo aquello, pero por lo menos habían podido hablar sin alterarse. Si por lo menos
conseguía no discutir con él cada vez que se dirigían la palabra, quizá su relación
pudiera arreglarse.
Miró hacia el cielo. La tormenta todavía no se había desatado, pero era una presencia
amenazadora en el ambiente. La joven pensó que el tiempo acompañaba a sus
sentimientos; era tan inestable y preocupante como su propia vida.
-Tendrás que llevarme después a buscar mi coche –comentó, mientras caminaban
hacia el restaurante-. O si no, tendrás que dormir esta noche en casa y llevarme mañana
al trabajo.
-Ha hablado la antigua Victoria –comentó Nick en son de broma-. ¡Tendré que
llevarte! Sigues siendo la pequeña princesa, a pesar de tu estatus de adulta.
-¿Y qué puedo hacer si no? –le preguntó preocupada.
-«¿Qué puedo hacer?» -se burló Nick-. Cuántas veces habré oído esa pregunta –rió
suavemente antes de decir-: Esta tarde tengo que pasar por mi despacho, ver a un tipo
insoportable y después seré hombre libre. Si te atreves a acompañarme, te llevaré a casa.
-Creo que en este caso prefiero volver en mi coche –respondió Victoria y Nick
asintió, como si ya hubiera anticipado la respuesta.
-En ese caso, no podemos dejar nuestra conversación para mañana –concluyó Nick.
Victoria suspiró y Nick bajó la mirada hacia ella. Como la joven no lo miraba, la
tomó suavemente del pelo para obligarla a detenerse.
-¿Y ahora qué? Me vas a despeinar –se quejó e intentó alejarse de él, pero Nick
continuaba agarrándola del pelo y sonriendo con ligero sarcasmo.
-A ti es imposible despeinarte, Victoria, porque nunca estás peinada.
-Ya sé que no soy como Cheryl –replicó enfadada.
-Claro que no eres como Cheryl. Ella se comporta como es debido en todo tipo de
situaciones.
-Si estás intentando hacerme daño… -comenzó a decir con enfado, pero la mirada de
Nick la hizo interrumpirse.
-¿Es verdad que todavía puedo hacerte daño? –le preguntó suavemente-. Vaya, me
gusta la idea. Yo habría jurado que no tenía ninguna forma de influir en ti, que sólo
Tony podía ofenderte.
Victoria se quedó mirándolo horrorizada y Nick sonrió de repente. La agarró del
brazo y la condujo hacia la puerta del restaurante.
-Vamos –comentó con cierta exasperación-, estoy empezando a correr el peligro de
rebajarme a tu nivel de comportamiento. Nadie consigue irritarme tanto como tú,
Victoria. Cuando estás cerca, tengo que estar reprimiendo constantemente las ganas de
darte una buena sacudida.
Victoria apretó los labios. Nick era famoso por la frialdad con la que abordaba sus
casos. Por lo visto, la gente hasta se preocupaba cuando lo veía sonreír en los juzgados.
Victoria era consciente de la facilidad con la que lo exasperaba, pero esto tampoco le
proporcionaba a ella ninguna ventaja.
-Supongo que para ti soy una cruz –comentó con cierta desolación.
-Probablemente. Todos tenemos una, o por lo menos eso es lo que se suele decir. La
mía la reconocí hace mucho tiempo, y supongo que voy a tener que soportarla hasta la
muerte.
-¡No! –le suplicó Victoria y Nick la miró divertido.
-¿Qué quieres ahora? ¿Que renuncie a mi cruz? ¿O simplemente me estás pidiendo
que renuncie a morirme?
-No me gusta que hables de ese modo –le contestó Victoria muy seria-. Es posible
que en los tribunales estés acostumbrado a utilizar esas expresiones tan retorcidas,
pero…
-Jamás me expreso de forma retorcida cuando estoy en un tribunal –le aseguró Nick,
mientras se sentaban a la mesa-. Me reservo ese derecho para otras ocasiones –le tendió
una carta y se puso a leer la suya-. Además –añadió tranquilamente-, creo que si fuera
más directo, no te gustaría lo que ibas a oír.
-Por lo menos sabría donde estoy –aventuró, y Nick la miró por encima de la carta.
-El conocimiento no tiene por qué ser necesariamente bueno-Tendrás que llevarme después a buscar mi coche –comentó, mientras caminaban
hacia el restaurante-. O si no, tendrás que dormir esta noche en casa y llevarme mañana
al trabajo.
-Ha hablado la antigua Victoria –comentó Nick en son de broma-. ¡Tendré que
llevarte! Sigues siendo la pequeña princesa, a pesar de tu estatus de adulta.
-¿Y qué puedo hacer si no? –le preguntó preocupada.
-«¿Qué puedo hacer?» -se burló Nick-. Cuántas veces habré oído esa pregunta –rió
suavemente antes de decir-: Esta tarde tengo que pasar por mi despacho, ver a un tipo
insoportable y después seré hombre libre. Si te atreves a acompañarme, te llevaré a casa.
-Creo que en este caso prefiero volver en mi coche –respondió Victoria y Nick
asintió, como si ya hubiera anticipado la respuesta.
-En ese caso, no podemos dejar nuestra conversación para mañana –concluyó Nick.
Victoria suspiró y Nick bajó la mirada hacia ella. Como la joven no lo miraba, la
tomó suavemente del pelo para obligarla a detenerse.
-¿Y ahora qué? Me vas a despeinar –se quejó e intentó alejarse de él, pero Nick
continuaba agarrándola del pelo y sonriendo con ligero sarcasmo.
-A ti es imposible despeinarte, Victoria, porque nunca estás peinada.
-Ya sé que no soy como Cheryl –replicó enfadada.
-Claro que no eres como Cheryl. Ella se comporta como es debido en todo tipo de
situaciones.
-Si estás intentando hacerme daño… -comenzó a decir con enfado, pero la mirada de
Nick la hizo interrumpirse.
-¿Es verdad que todavía puedo hacerte daño? –le preguntó suavemente-. Vaya, me
gusta la idea. Yo habría jurado que no tenía ninguna forma de influir en ti, que sólo
Tony podía ofenderte.
Victoria se quedó mirándolo horrorizada y Nick sonrió de repente. La agarró del
brazo y la condujo hacia la puerta del restaurante.
-Vamos –comentó con cierta exasperación-, estoy empezando a correr el peligro de
rebajarme a tu nivel de comportamiento. Nadie consigue irritarme tanto como tú,
Victoria. Cuando estás cerca, tengo que estar reprimiendo constantemente las ganas de
darte una buena sacudida.
Victoria apretó los labios. Nick era famoso por la frialdad con la que abordaba sus
casos. Por lo visto, la gente hasta se preocupaba cuando lo veía sonreír en los juzgados.
Victoria era consciente de la facilidad con la que lo exasperaba, pero esto tampoco le
proporcionaba a ella ninguna ventaja.
-Supongo que para ti soy una cruz –comentó con cierta desolación.
-Probablemente. Todos tenemos una, o por lo menos eso es lo que se suele decir. La
mía la reconocí hace mucho tiempo, y supongo que voy a tener que soportarla hasta la
muerte.
-¡No! –le suplicó Victoria y Nick la miró divertido.
-¿Qué quieres ahora? ¿Que renuncie a mi cruz? ¿O simplemente me estás pidiendo
que renuncie a morirme?
-No me gusta que hables de ese modo –le contestó Victoria muy seria-. Es posible
que en los tribunales estés acostumbrado a utilizar esas expresiones tan retorcidas,
pero…
-Jamás me expreso de forma retorcida cuando estoy en un tribunal –le aseguró Nick,
mientras se sentaban a la mesa-. Me reservo ese derecho para otras ocasiones –le tendió
una carta y se puso a leer la suya-. Además –añadió tranquilamente-, creo que si fuera
más directo, no te gustaría lo que ibas a oír.
-Por lo menos sabría donde estoy –aventuró, y Nick la miró por encima de la carta.
-El conocimiento no tiene por qué ser necesariamente bueno –le aseguró
suavemente-. A veces es mejor no saber la verdad, sobre todo en situaciones en las que
no puedes albergar ninguna esperanza.
Por el tono que empleó, era evidente que no iba a decir ni una palabra más sobre el
tema. Victoria suspiró e intentó decidir lo que iba a pedir para comer. No estaba muy
segura de lo que se escondía detrás de las palabras de Nick, pero sabía que pensando en
ello no iba a averiguarlo. Nick era capaz de volver loco a cualquiera con sus
argumentos.
-Estoy agotada Nick. Es muy difícil intentar hablar contigo. Lo vuelves todo del
revés.
Nick no contestó, pero cuando Victoria lo miró, descubrió indignada que se estaba
riendo. En medio de su rabia, advirtió lo mucho que Nick había cambiado. Hasta ese
momento no se había fijado, estaba demasiado pendiente de los problemas que tenía con
él para fijarse en esos detalles, pero era evidente. Había adelgazado y, hasta cuando
sonreía, parecía un hombre más serio. Victoria se preguntó qué le habría sucedido para
que hubiera cambiado tanto. Aunque quizá lo único que ocurría era que estaba
sobrecargado de trabajo.
De pronto, Nick miró hacia ella y Victoria se sonrojó.
-¿Qué? ¿Estás lamentándote por el pasado? –le preguntó Nick astutamente.
-No, pero reconozco que a veces lo hago. Supongo que te parecerá un rasgo de
infantilismo –se encogió de hombros-. No espero que lo entiendas.
-¿Por qué no? –le preguntó suavemente-. Y también me dejo llevar por la melancolía
pensando en el pasado. Las cosas cambia, Victoria, y es muy poco lo que podemos
hacer para evitarlo.
-Lo menos que podía esperar yo del futuro era que continuaras siendo siempre mi
amigo –consiguió decir-. Jamás me podría haber imaginado que llegaría un momento en
el que tú y yo…
-Hemos cambiado –insistió Nick con severidad-. No tienen ningún sentido
permanecer siempre en el pasado. Supongo que llegará un momento en el que viviremos
en mundos completamente separados.
No era algo que Victoria no supiera, pero el énfasis que le puso Nick a sus palabras
le hizo darse cuenta de que no había ningún sentimiento que le hiciera querer estar
unido a ella. Para Nick, su relación había sido una suerte de deber, eso estaba claro.
¿Pero qué había significado Nick para ella? Ni siquiera se atrevía a preguntárselo.
A la vuelta, Nick no tuvo tiempo de acercarla a recoger su coche antes de reunirse
con el hombre enervante del que anteriormente le había hablado, de manera que la joven
se encontró yendo con Nick a su lugar de trabajo.
El despacho de Nick estaba situado en un antiguo edificio, con un toque de distinción
inconfundible. Nick la dejó en una lujosa salita de espera. Antes de marcharse, le
comentó algo a la secretaria, y Victoria comprendió que no le iban a faltar atenciones
mientras estuviera allí.
-¿Le apetece tomar un té o un café? –le preguntó al cabo de un rato la secretaria.
-No gracias.
-No creo que tenga que esperar mucho –comentó la secretaria amablemente-. El
señor King resolverá esto rápidamente. El cliente ya lo estaba esperando en su
despacho.
Pobre hombre, pensó Victoria, alegrándose de no ser la única que tenía que
enfrentarse al tigre en su propio hábitat. Pasar toda una tarde con Nick era una
experiencia difícil. Hasta cuando no hablaba, irradiaba un poder que dejaba agotados al
resto de los mortales.De modo que se inclinó contra el respaldo del sillón y cerró los ojos, intentando
relajarse. Ya estaba harta de discusiones; se dijo, sería maravilloso poder retroceder en
el tiempo y volver a aquella época en la que ella y Nick…
-¡Victoria!
La profunda voz de Nick penetró en el nebuloso sueño en el que se había dejado
envolver. La joven abrió los ojos y descubrió a Nick inclinado sobre ella, con una
extraña expresión que le hizo sentirse culpable por haberse quedado dormida.
Probablemente le estaba reprochando su incapacidad para comportarse de forma
educada en un lugar como aquel. Miró a su alrededor y descubrió con alivio que no
había nadie más en la sala de espera.
-Me he quedado dormida –le explicó confundida. Nick se enderezó y se quedó
mirándola fijamente, sin disimular su diversión. La expresión con la que segundos antes
le había sorprendido Victoria, había desaparecido completamente de su rostro.
-Igual que la mismísima Ricitos de Oro –musitó Nick-. Si te sientes capaz de
conducir, te llevaré ahora mismo hasta tu coche.
-Claro que soy capaz, sólo he echado una cabezada. Me gustaría volver a casa antes
de que se desate la tormenta.
Cuando salieron, Victoria alzó inmediatamente los ojos hacia el cielo. Nick siguió el
curso de su mirada y frunció el ceño.
-No sé si vamos a poder evitarla. Ha estado cerniéndose sobre nosotros durante todo
el día, y supongo que ya está a punto de caer. Pero no te preocupes, tú irás en tu coche y
yo te seguiré durante todo el trayecto.
-¿Con tu coche? Me adelantarás en los cien primeros metros.
-No si decido ir detrás de ti –respondió Nick secamente-. Vamos, no sea que
lleguemos a tu oficina cuando ya hayan cerrado el aparcamiento.
Victoria no había pensado en ello y minutos después, estaba corriendo, intentando
alcanzar a Nick. Mientras lo hacía, iba diciéndose que iba a ser un viaje difícil el que la
esperaba hacia su casa, sabiendo que Nick estaba observando hasta el último de sus
movimientos.
-Tendré que ser muy cuidadosa –musitó para sí, pero al ver la mirada interrogante
que Nick le dirigió mientras le abría la puerta del coche, comprendió que la había oído
perfectamente.
-Cambiar tan rápidamente de carácter no es nada fácil. Ni siquiera te molestes en
intentarlo –le aconsejó Nick.
Victoria se sonrojó violentamente. Nick parecía estar intentando volverla loca. No
entendía cómo era posible que a un hombre tan perverso como aquel le permitieran
entablar juicios contra nadie, por criminal que fuera. No conocía a nadie peor que él.
Se sentó en su asiento, tomó aire, y lo miró de soslayo. Estaba muy serio;
probablemente pensaba que Victoria iba a comenzar a hablar de la fiesta de
compromiso. A Victoria le habría gustado poder hacerlo estando a solas con él, pero no
tenía valor suficiente. Ya tendría tiempo de volver a sacar el tema en un momento más
adecuado.
-Estaba preocupado por ti, Vick –comentó Tony en cuanto entraron Victoria y Nick
en Clifford Court.
La tormenta todavía no había empezado, pero el cielo estaba tan cubierto de
nubarrones que aunque sólo eran las cinco, parecía que era de noche.
-¿Esa es la razón por la que has llegado tan pronto a casa? –contestó Victoria riendo-.
Yo tengo una buena excusa, me han dado la tarde libre, ¿pero cuál es la tuya?
-Han cancelado una cita. Se me ha ocurrido venir cuanto antes a casa y salir a
buscarte si las cosas se ponían muy mal.
Era evidente que estaba bromeando, lo hacía constantemente. Desgraciadamente,
Nick no parecía encontrarle la gracia a sus bromas.
-Si sigues tratándola así, no va a aprender nunca a cuidar de sí misma –estalló-.
Victoria ya no tiene doce años. Hace mucho tiempo que dejó de ser una niña.
Se dirigió a su habitación y la joven se quedó mirándolo completamente asombrada.
¿No se había presentado él ese mismo día en su oficina para pedirle explicaciones sobre
su posible cambio de casa? ¿Se habría olvidado ya de lo mucho que se había enfadado
al pensar que Craig Parker podía tener planes sobre ella? ¿Y cómo podía justificar el
que la hubiera seguido hasta casa como si fuera un perro sabueso?
-¿Cuál ha sido el problema esta vez? –preguntó Tony, pasándole el brazo por los
hombros-. Rehecho, es cierto que estaba un poco preocupado por ti. Mamá y papa han
llegado a casa hace una media hora. Sé que mamá también estaba preocupada, pero
claro, ella no va a decir nada. Están en el cuarto de estar, así que ya puedes ir a
mostrarles tu bello rostro. No se tranquilizará hasta que no vea que estamos todos
reunidos en casa.
-¿De verdad te parece que tengo un bello rostro? –le preguntó Victoria divertida.
-El más bonito del mundo. ¿No te he dicho ya que no voy a dejarte ni un solo
segundo el día de la fiesta de compromiso?
La sonrisa de Victoria desapareció de sus labios en cuanto alzó la mirada y vio que
Nick estaba bajando las escaleras. Se había cambiado ya de ropa, y la expresión de su
rostro indicaba que la tregua de aquella tarde había concluido. Tenía un aspecto tan
amenazador como el del cielo.
Nick no se reunió con el resto de la familia para tomar el té, y, mas tarde, mientras
Victoria subía a su habitación para cambiarse de ropa antes de cenar, lo oyó hablando
por teléfono desde su estudio. Pronto comprendió que era Cheryl la persona que estaba
al otro lado de la línea.
-Todo va a salir bien –le estaba diciendo él-. No quiero que te preocupes por eso,
Cheryl. Lo único que nos importa es nuestro asunto. Lo demás puede irse al infierno.
A pesar de sus palabras, Nick no parecía especialmente tranquilo, y Victoria se
estremeció, repentinamente preocupada por Cheryl. Era imposible no compadecer a una
persona que cada vez que tuviera necesidad de consuelo, se viera obligada a enfrentarse
a la fría lógica de Nick.
Victoria subió el último tramo de escalera con el ceño fruncido. Nick no siempre
había sido así. Ella recordaba perfectamente la cantidad de veces que había ido a
confesarle sus preocupaciones. Nick siempre la había ayudado a resolver sus problemas
y a alejar sus miedos. Suspiró. Seguramente aquel cambio de carácter se debía al poder
que Nick había alcanzado; ya no podía permitirse el lujo de equivocarse, y por eso
nunca se equivocaba. Era como si hubiera dejado de ser humano.
El Nick que ella conocía había desaparecido, y jamás regresaría.
Cuando estaban terminando de cenar, se desató la tormenta. A un luminoso rayo, le
siguió un trueno tan estentóreo que parecía que el primero había caído al lado de la casa.
-Vaya, esta tormenta ha estado anunciándose durante todo el día –comentó Frank,
después de echar un vistazo por la ventana-. Ahora que estamos todos en casa, por fin
vamos a poder disfrutar de ella.
Miró a Victoria con los ojos brillantes y ésta intentó aparentar fría indiferencia,
cuando en realidad estaba muriéndose de miedo. Acababa de empezar la tormenta y ya
estaba tan asustada como cuando era una niña.-Victoria ya se ha olvidado de todas esas tonterías –comentó Tony en su defensa-. Ya
entiende perfectamente cómo funcionan las tormentas.
-En cualquier caso, no me parece bien que bromeéis sobre ello –comentó Muriel
dirigiéndole a su esposo una mirada sombría-. Ya estás en casa, cariño –continuó con
una sonrisa-, y por tanto, completamente a salvo.
El problema era que Victoria jamás había estado del todo convencida de que las
casas estuvieran completamente a salvo de las tormentas, de modo que las palabras de
Muriel no representaban para ella ningún consuelo. Tenía un miedo irracional a las
tormentas y, a pesar de su edad, no había podido superarlo.
-Si te hubieras mudado a ese piso del que nos hablaste –le recordó Tony con
severidad-, y no habría podido ayudarte a olvidar de tus miedos.
Pero Victoria sabía que el miedo aparecería en cuanto se quedara sola. Alzó la
mirada y, al encontrarse con los ojos de Nick, la desvió precipitadamente. Él era el
único que conocía el verdadero alcance de su pánico. Porque Tony, por mucho que
dijera, se quedaría dormido en cuanto apoyara la cabeza en la almohada, olvidándose de
su pretendido papel protector.
La tormenta prosiguió durante toda la velada y, al final, a Victoria le resultó
imposible continuar más tiempo en el cuarto de estar sin que se hiciera evidente su
temor, de modo que deseó buenas noches a los que allí quedaban y subió a su
habitación. Abajo, todo el mundo parecía haberse olvidado de su fobia, pero, una vez en
su cuarto, le bastó un rápido vistazo a la ventana para comprender que ella nunca podría
olvidarla. Se metió en la cama sin pensar en otra cosa que en lo mucho que le gustaría
ser como Tony y dormir hasta el día siguiente sin preocuparse por lo que pudiera pasar a
lo largo de la noche.
Por supuesto, no vio cumplidos sus deseos. Debían ser más de las doce cuando un
crujido terrorífico la despertó. La sorprendió darse cuenta de que había logrado
dormirse, pero inmediatamente se dijo que ya no tenía ninguna posibilidad de continuar
ignorando la tormenta, pues ésta estaba encima de la casa. Intentó encender la lámpara
de noche, pero se había interrumpido la corriente eléctrica.
De pronto, se iluminó la habitación y al segundo siguiente estalló un trueno de tal
volumen que Victoria saltó de la cama y salió de la habitación corriendo a toda
velocidad. Sintió entonces un desagradable olor a azufre y oyó caer unas piedras. En ese
momento se convenció de que se habían confirmado sus peores temores: ni siquiera
dentro de una casa se estaba a salvo en medio de una tormenta.
Corrió a lo largo del pasillo y se metió en el armario. No le resultó difícil
encontrarlo. Aquel siempre había sido su refugio. Había estado allí en muchas
ocasiones. Podía no ser capaz de controlar los interruptores, pero era consciente de la
seguridad que le proporcionaba aquel lugar. En cuanto cerró la puerta tras ella, se sintió
completamente a salvo.
Se sentó en el suelo, encogió las rodillas y las rodeó con sus brazos. Todavía podía
oír los truenos, pero sonaban muy lejos. Se encogió ligeramente de hombros. Se
alegraba de que nadie supiera que estaba allí porque la imagen que ofrecía no era
precisamente la que le habría gustado hacer pública.
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CIEGA DE AMOR
RomanceCIEGA DE AMORVictoria había adorado a Nick desde que era una niña, pero cuando crecieron sedistanciaron tanto que apenas se veían. De modo que no tenía sentido que se sintiera tanmal porque Nick hubiera decidido casarse con otra mujer. ¡Pero el caso...