Capítulo 8

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Nick le quitó el camisón antes de volver a abrazarla. Acarició su espalda y, cuando la
joven le rodeó el cuello con los brazos, rozó delicadamente sus senos, haciéndole gemir
de placer.
-Quiero que estés dentro de mí –susurró-, quiero que vuelvas al lugar al que
perteneces. Te deseo, Victoria. Es como un fuego que me está devorando. Y sé que si
quieres ser parte de mí, todo lo demás ya no importa.
En ese momento, Victoria ni siquiera se acordó de Cheryl. Al día siguiente ya
pensaría en ella, y sentiría el peso del remordimiento, peor en ese momento lo único
importante era Nick y el haber comprendido la razón por la que habían cambiado sus
sentimientos hacia él.
Nick le hizo reclinarse contra la almohada y se colocó sobre ella. Enmarcó su rostro
y acarició su cuello, para descender después hasta sus senos.
-Mi pequeña Victoria –susurró y se incorporó para desnudarse. Victoria se aferró a
él, temiendo que el sueño hubiera terminado, pero Nick regresó rápidamente a su lado-.
No voy a dejarte, llevo demasiado tiempo esperando este momento –susurró contra su
piel-. Y ahora me gustaría verte.
Victoria alargó el brazo para encender la luz, pero cuando la habitación estuvo
iluminada, cerró los ojos, sintiéndose repentinamente avergonzada.
-No quiero que encendamos la luz –musitó, volviendo la cabeza.
-Claro que sí, si no, después creerás que esto no ha sido real.
Cuando abrió los ojos de nuevo, encontró a Nick mirándola sonriente y con un fuego
en la mirada que nada podía aplacar.
-Te deseo, Victoria -susurró-. Te deseo desde hace tantos años…
-Pero te enfadaste conmigo, me alejaste de tu lado, de tu vida.
-¿De verdad? Hay muchas cosas que no sabes, muchas cosas que desconoces, y la
frustración es una de ellas. No sabes cuántas veces he deseado irme contigo de casa,
¿pero cómo iba a hacerlo? Seguro que habríamos terminado peleando.
Sí, había muchas cosas que Victoria desconocía, y otras muchas que le habrían
gustado preguntarle. Quería saber si realmente la amaba, quería saber lo que había
pasado con él, cuál era ese acuerdo del que tanto le hablaba. Pero sentía que sus
miembros se derretían, que su sangre se transformaba en fuego líquido mientras rozaba
sus labios intentando respirar el aire que él respiraba, mientras lo estrechaba, intentando
formar con él un solo ser.
-Victoria –los labios de Nick ardían mientras la acariciaba con fervor hasta hacerle
retorcerse de placer.
-No me dejes –le dijo Victoria con voz temblorosa.
-Jamás, cariño, jamás –musitó Nick entre besos.
Victoria sabía que le estaba haciendo una promesa que no sería capaz de cumplir,
pero no le importaba. Sentía el corazón de Nick latiendo contra el suyo, su piel ardiendo
con el mismo fuego.
Cuando Nick se hundió en su interior, sintió que se abrasaba por dentro y gritó contra
su boca, antes de que una explosión de sentimientos la lanzara hasta las estrellas. Se
aferró a Nick con manos temblorosas, dejándose arrastrar por sus deseos más
profundos, y lo oyó susurrar su nombre.
-Me perteneces, Victoria –le susurró Nick al oído, y cubrió de besos sus mejillas.
La joven se dio cuenta entonces de que estaba llorando. Pero eran lágrimas de
felicidad, de júbilo, porque, por primera vez en su vida, había encontrado su lugar. Y su
lugar estaba entre los brazos de Nick.
-No llores, princesa.
-Lloro porque soy feliz. Jamás había sido tan feliz. Estaba perdida y tú me has
encontrado. Siempre me encuentras, Nick. Ni siquiera sabía por qué había estado tan
triste últimamente, pero ahora lo sé. Ha sido porque…
-No lo digas, Victoria –le pidió Nick-. Todavía estás muy afectada después de haber
tenido tu primera experiencia sexual. Es fácil que confundas tus sentimientos.
-Para mí no. Porque no ha sido sólo eso. Ha sido mucho más que…
-No –la interrumpió Nick-. Todavía no has tenido tiempo para pensar. Nunca te he
dado tiempo de pensar.
-¿Estas arrepentido? –le preguntó Victoria con voz trémula.
-No –le confesó tranquilamente-. No estoy arrepentido. Llevo mucho tiempo
esperando este momento, Victoria. He ganado, Victoria, ¿es que no te das cuenta?
-Estás intentando hacer que te odie –concluyó la joven. Nick apagó la luz.
-¿Y estoy teniendo éxito?
-No. Eso es algo que nunca conseguirás. He oído latir tu corazón, es imposible que
me hayas mentido.
-¿Es que nunca vas a poner los pies en el suelo? –gruñó Nick-. Nunca has sido capaz
de cuidar de ti misma. Mañana volveremos a casa, y podremos retornar también a la fría
luz de la razón.
-Claro que puedo cuidar de mí misma –musitó en medio de la oscuridad-. De hecho,
hasta hay gente que depende de mí.
-Que el cielo los ayude –respondió Nick, haciendo sonreír a la joven.
-La verdad es que no me conoces –replicó ella suavemente.
Nick gruñó con impacienta mientras le hacía apoyar la cabeza en su hombro.
-Si yo no te conozco, ¿quién podrá conocerte? He guiado cada uno de tus pasos, te he
observado desde que eres una niña, y ahora conozco hasta el último centímetro de tu
cuerpo. Pero ahora, vamos a dormir. Si seguimos hablando, no voy a conciliar el sueño
en toda la noche. Mañana nos iremos de aquí, y tu volverás a Clifford Court. Te
quedarás allí con el resto de la familia.
Cuando Victoria se despertó a la mañana siguiente, Nick ya no estaba a su lado, y si
no hubiera sido por la marca que quedaba todavía en la almohada, la joven habría
pensado que todo había sido un sueño. Pero había sido algo real, que Victoria todavía
creía sentir la fuerza de sus brazos a su alrededor. Le habría gustado quedarse allí y no
moverse nunca, pero había llegado la mañana y con ella la necesidad de enfrentarse
seriamente a lo sucedido.
Cuando bajó a la cocina, Nick ni siquiera se volvió para saludarla.
-¿Quieres tostadas? –le preguntó.
-Sí por favor, debería haberlas hecho yo…
-Soy perfectamente capaz de hacer unas tostadas. No tenemos tiempo para hacer
nada más complicado. Pararemos a comer por el camino.
Al volverse, advirtió la expresión desolada de la joven y su semblante se oscureció.
-Siéntate a desayunar, Victoria. Nos espera un largo viaje.
Victoria, comprendió que aquella mañana no iba a haber lugar para los besos ni para
la ternura, se sentó a la mesa y se acercó la mantequilla.
-Yo no voy a irme tan rápidamente de aquí –anunció con firmeza-. Tengo que dejar
esto como me lo he encontré. Tengo que lavar las toallas, limpiar…
-¡No! –exclamó Nick enfadado. Se sentó frente a ella y la miró con fiereza-.
Saldremos de aquí lo más rápidamente posible.
-Nada te impide a ti irte ahora mismo –le aseguró con calma-. De todas formas, yo
tengo que llevar el coche a Edimburgo, y tengo un billete de vuelta para el tren.
-En segunda clase, sin duda –musitó sombrío-. Pues lo siento, vas a venir conmigo,
aunque tenga que arrastrarte hasta mi coche.
-No pienso ir, Nick. Comprendo que tú tengas prisa, eres un hombre muy ocupado,
pero yo tengo que quedarme a ordenar todo esto. Y no te preocupes porque vaya a
quedarme aquí sola, estoy dispuesta a irme en tren esta misma tarde, pero no voy a
hacer ninguna otra concesión.
Por un instante, Nick se quedó mirándola enfadado, pero cuando la joven pensaba
que iba a estallar, se encogió de hombros.
-De acuerdo –admitió-. Ya eres una persona adulta, aunque a veces lo olvide.
¿Cuánto tiempo crees que te llevará ordenar todo esto?
-Cerca de una hora.
-Así que entre los dos podemos hacerlo en una media hora –gruñó-. Venga, tú
encárgate del piso de arriba y yo arreglaré la cocina.
-Pero eso no lo soluciona todo. Tengo que devolver el coche.
-He llamado desde mi coche a la casa de alquiler y vendrán a recogerlo.
-Muy bien –no pudo evitar que se reflejara cierta tristeza en su voz y al darse cuenta
de que Nick estaba observándola, adoptó una expresión de firmeza. No habría escenas
ni recriminaciones. Ella era tan responsable como él de lo ocurrido y, aunque todavía no
supiera los motivos que habían llevado a Nick hasta allí, se alegraba de que hubiera ido.
Una media hora después, estaban preparados para marcharse.
Mientras Nick iba a buscar el equipaje, la joven miró por última vez a su alrededor.
Aparentemente, todo había vuelto a la normalidad, pero, para ella, las cosas ya nunca
volverían a ser como antes.
-Vámonos –le dijo Nick en un tono tan cortante que la sobresaltó.
-Sí, ya estoy lista. Creo que lo he dejado todo perfectamente. Ya no hay nada que
indique que hemos estado aquí.
Al volverse, descubrió la expresión de enfado de Nick.
-Por mí como si hubiera un letrero de neón diciendo que he pasado la noche aquí. Si
hubiera sabido que tu insistencia en limpiar se debía a que no querías que nadie lo
supiera…
La agarró del brazo y la condujo hacia el coche.
-¡No lo he hecho por eso! –replicó indignada-. Es sólo una cuestión de cortesía.
Jamás intentaría fingir…
Durante unos instantes, Nick se quedó mirándola fijamente a los ojos, e,
inesperadamente, le enmarcó el rostro con las manos y la besó. No hubo ternura en su
beso, sino una frustración y una especie de desesperación que la joven no conseguía
comprender. Nick la soltó, dejándola temblando, y casi sin respiración.
-¿Qué ha sido eso? ¿El beso de la mañana? –le preguntó con voz trémula.
-Métete en el coche. Hay cosas que es mejor olvidar, y este lugar es una de ellas.
Quizá para él. Victoria se metió en el coche e hizo lo imposible para no volver la
cabeza hacia la casa. Pequeña Mary… ¡Ja! Deberían llamarla Victoria la Tonta. Rió
irónicamente y Nick la miró.
-¿Estás bien?
-Perfectamente. Sólo un poco cansada. En cuanto lleguemos a la autopista intentaré
dormir.
Nick no dijo nada, pero, por el rabillo del ojo, Victoria advirtió que su semblante se
oscurecía. Seguramente estaba enfadado, pero no iba a dejarse impresionar.
-Me gustaría volver a mi piso –anunció tranquilamente, esperando la explosión que
seguiría a aquel comentario. Nick no la desilusionó.
-Vas a volver a Clifford Court. No pienso dejar que te quedes sola en tu casa. Quiero
que haya en todo momento alguien pendiente de ti y que te mantengas lejos de Londres.
Entonces fue a Victoria a quién le tocó enfadarse.
-¿Qué quiere decir eso de que tiene que haber alguien pendiente de mí? Soy
perfectamente capaz de cuidar de mí misma. Si crees que por lo que ha pasado esta
noche voy a hacer alguna locura como arrojarme por las escaleras, o meterme bajo las
ruedas de un autobús… pues bien, también puedo hacerlo en Clifford Court.
-No mientras Tony esté cerca de ti.
-Ya entiendo, ahora quieres dejarme de nuevo en sus manos –dijo con amargura-. ¿Y
vas a contarle que me he arrojado a tus brazos y…?
Nick paró el coche bruscamente y se volvió hacia ella.
-Di una palabra más y no necesitarás a nadie que te vigile. Digas lo que digas, vas a
volver a Clifford Court, así que no discutas conmigo. No te servirá de nada.
Victoria desvió la mirada hacia la ventanilla. El cielo estaba limpio de nubes y las
colinas resplandecían de verdor. Era una vista que siempre recordaría, al igual que
jamás olvidaría la noche que había pasado con Nick.
-De acuerdo –afirmó tranquilamente-. Pero tengo que trabajar. No puedo quedarme
en casa todo el día, y tampoco voy a poder salir tan fácilmente de tu vida.
-Lo del trabajo puedes dejarlo para más tarde –musitó, mientras ponía el coche en
marcha-. En cuanto a lo otro, será mejor que me dejes esa parte a mí.
Victoria se reclinó en su asiento, decidida a dormir. No quería llegar a casa con
aspecto de haber pasado la noche en vela. Aunque tenía la sensación de que cualquiera
que la mirara a la cara podría darse cuenta de que se había acostado con Nick, cuantas
menos pruebas exhibiera, mejor.
Ya era tarde cuando llegaron a Clifford Court. El viaje había sido largo, habían
parado varias veces durante el camino y, aunque Victoria se había ofrecido a conducir,
Nick había insistido en permanecer al volante durante todo el trayecto. Estaba agotado,
pero, para consternación de la joven, se negó a pasar la noche en casa. Ni siquiera lo
convencieron las protestas de Muriel.
-Tengo cosas que hacer –explicó con firmeza, y ya no hubo nada más que decir. En
cuanto sacó las maletas de Victoria se fue, dejándole a ella el problema de explicar por
qué habían llegado juntos.
Ni Muriel ni Frank lo preguntaron. Estaban demasiado contentos de tenerla en casa
para preocuparse por algo así. Pero Tony no iba a conformarse tan fácilmente y, justo
antes de ir a la cama, le preguntó:
-¿Qué ha pasado?
-Nada, que Nick me ha traído a casa.
-¿Desde allí? Por lo que yo tenía entendido, tú estabas en Escocia y Nick en Londres.
Parecía agotado, como si acabara de hacer un largo viaje, y además, traía tus maletas…
-Ha ido a buscarme a Escocia –admitió Victoria con un suspiro de resignación-. Sé
que no vas a parar hasta que lo averigües, así que será mejor que te lo explique todo de
una vez. Fue hasta allí en cuanto terminó el juicio, e insistió en que volviera a casa con
él.
-Entonces no me extraña que esté tan cansado. Debe de haber estado conduciendo
durante toda la noche.
-Así es –admitió Victoria, con toda la tranquilidad que pudo.
-¿Ésa es la razón por la que estáis los dos tan demacrados? ¿No quieres contarle lo
que ha pasado a tu amigo del alma?
-No hay nada que contar –respondió Victoria atragantada. Tony se acercó hasta ella,
se sentó a su lado y pudo ver sus ojos llenos de lágrimas.
-Voy a enseñarte algo –le dijo tranquilamente, rodeándole los hombros con el brazo-.
Supongo que podría decirse que voy a romper una promesa.
Victoria permaneció expectante mientras Tony buscaba el periódico de la mañana.
-Primera página, segundo párrafo –le dijo suavemente, y la joven se quedó helada al
ver la fotografía de Nick bajo un titular que decía: “Abogado amenazado de muerte tras
un juicio por fraude”.
-Léelo todo –le aconsejó Tony cuando la joven lo miró con expresión de terror-. Nick
dice que no quiere que lo sepas, pero no sé cómo piensa evitarlo. Ayer lo dijeron en
todas las televisiones. Supongo que es mejor que te enteres en casa a que te lo comente
alguien en el trabajo.
Victoria volvió a fijar los ojos en el periódico. ¿Sería ésa la razón por la que Nick no
quería que fuera a su piso? ¿Y por eso no querría que fuera a trabajar?
-¿Por qué no me lo ha dicho? –le preguntó a Tony tras leer la noticia.
-Porque no quiere admitir que ya eres una persona adulta –musitó Tony, mientras le
quitaba el periódico-. No ha habido forma de impedir que papá y mamá lo supieran, y ni
siquiera lo ha intentado, pero tú eres diferente. No quiere que lo sepas.
¿Pero entonces por qué habría insistido en que volviera de Escocia? ¿Y por qué la
habría llevado a casa? Lo más lógico era pensar que Tony se lo contaría en cuanto la
viera. Y en cuanto a que Nick todavía no quería admitir que ya era una adulta… en fin,
personalmente pensaba que lo había admitido de la forma más contundente.
-¿Y por qué no se queda en casa, para que podamos tenerlo vigilado?
-Él sabe cuidar de sí mismo. Y lo que no puede hacer es desaparecer. Tiene
montones de casos esperándolo. Supongo que ésta no es la primera vez que le sucede
algo así. Ha metido a muchos delincuentes entre rejas. Simplemente es la primera vez
que aparece todo eso en la prensa, a causa de la magnitud del caso. Pero todo terminará
pronto. No te preocupes.
-Voy a ir… -empezó a decir Victoria, pero Tony se levantó inmediatamente.
-No señor, no vas a ir a ninguna parte. Ya he roto una promesa, pero la otra pienso
mantenerla. No pienso quitarte la vista de encima ni un solo momento.
-Pero es Nick el que está en peligro –protestó. Tony se encogió de hombros y la miró
con firmeza.
-Por eso yo tengo que vigilarte, para que él pueda ocuparse de sí mismo. Ese es el
trato que hemos hecho.
-Yo no he hecho ningún trato –señaló Victoria acaloradamente-. Si estoy con él,
puedo ayudarlo.
-Está comprometido, Victoria, ya tiene quien lo ayude –le recordó Tony con calma,
fingiendo no ver que se le llenaban los ojos de lágrimas.
-¿Y Cheryl? ¿Quién va a cuidar de ella? Si yo necesito que me vigilen, seguramente
ella lo necesita mucho más.
-Cheryl está en París.
-París no es el fin del mundo, y yo soy mucho más capaz de cuidar de mí misma que
ella.
-Y estás mucho más cerca de Nick, ¿verdad? Me parece que te has metido en un
buen lío, o mejor dicho, que te ha metido en él. Supongo que debería enfadarme con
Nick y amenazarlo con romperle la cabeza.
-Lo amo, Tony –susurró Victoria.
Tony rió con amargura.
-No puedo decir que me extrañe. Sólo era cuestión de tiempo. Pero está
comprometido, y tú lo sabes…
-Déjalo, Tony –le suplicó-. No puedes decirme nada que no me haya dicho yo
misma.
-Si supiera que puedo ayudarte, lo haría. Me gustaría poder dar marcha atrás en el
tiempo… -suspiró y la abrazó con cariño-. Vete a la cama, Victoria. Estás muy cansada.
A la mañana siguiente, Victoria comprendió que no podía permanecer ni un segundo
más en aquella incertidumbre. No le había dicho a Craig que estaba en Londres. Debía
pensar que todavía se encontraba en Escocia, de modo que disponía de todo su tiempo
para ponerse nerviosa pensando en Nick.
Durante el desayuno, Frank había comentado la escena que había tenido lugar en los
juzgados, donde Kenton había proferido sus amenazas, pero parecía no darle ninguna
importancia, hasta Muriel parecía tomárselo a la ligera. Pero, por la expresión de Tony,
pudo darse cuenta de que él estaba mucho más preocupado que sus padres por la
situación, y se preguntaba si no sabría algo más que lo que le había contado, algo que
prefería mantener en secreto.
Fuera lo que fuera, el caso era que la habían dejado sola en casa. Tony se había ido a
trabajar y Frank y Muriel habían salido. Después de mucho pensar, reunió el valor
suficiente para llamar a Nick. No contestaba nadie, y aunque sabía que lo más probable
era que estuviera en su despacho, no pudo evitar el imaginarse a Nick volviendo a aquel
piso vacío, en el que difícilmente podría defenderse solo de los peligros que lo
acechaban.
A las cuatro de la tarde, ya no era capaz de permanecer en casa, así que salió, se
montó en el coche y se dirigió hacia Londres. Estaba segura de que se enfadaría por
haber corrido el riesgo de que pudieran verla, pero necesitaba comprobar que estaba
bien.

CIEGA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora