Craig insistió en que hiciera el viaje en tren y le alquiló un coche que estaba
esperándola en cuanto bajó en la estación de Edimburgo.
Aunque no era un modelo de la categoría que cabía esperar si con él pretendía
impresionar a sus clientes, funcionaba a la perfección. Antes de emprender el viaje hasta
la casa de Craig, la joven consultó en el mapa y al ver lo lejos que quedaba, comprendió
que tanto el coche como el préstamo de la casa formaban parte de un plan de austeridad
presupuestaria. Habría sido mejor quedarse en la ciudad y contactar con los clientes
desde allí, pero, por supuesto, eso habría costado dinero. De ese modo, su estancia en
Escocia no le costaba nada a la empresa, pues tendría que pagarse ella misma hasta la
comida.
Una hora después, llegó hasta el lugar que había estado buscando: las verdes y
redondeadas colinas de Ochil Hills. Paró el coche y sonrió ante aquella hermosa vista.
Había un rebaño de ovejas a lo lejos; el sonido del agua de un riachuelo le incitó a salir
del coche.
-Esto es vida –susurró, mientras se llevaba la mano a la frente para protegerse del sol.
Pero en el fondo sabía que se estaba engañando. Se sentía sola, triste, como si fuera una
persona diferente, y era consciente de que aquella sensación de soledad se debía a que
Nick no podía aparecer por allí en cualquier momento.
Volvió al coche y no tardó en llegar al pequeño pueblo que Craig le había indicado,
Arna Gren. Había un par de tiendas y una pequeña posada, que estaba cerrada. Encontró
a un anciano que le indicó cómo podía llegar a la casa de Craig.
-Mire, tiene que recorrer un par de kilómetros por esa carretera, y después tomar un
desvío. Pero no tiene pérdida, ese inglés ha puesto una señal.
Parecía disgustado y la joven se preguntó qué habría hecho Craig para ser merecedor
de tan alto desdén. En cuanto vio la señal lo comprendió. El anciano tenía razón: era
imposible perderse. Era una enorme señal blanca, rodeada de hierro negro. En el letrero
ponía Pequeña Mary.
El contraste de aquella monstruosidad con el paisaje era evidente, y Victoria
sospechaba que Mary no había tenido nada que ver con ella. Probablemente Craig había
ido hasta allí después de su separación y había hecho levantar aquella señal en un ataque
de melancolía. Estaba segura de que, en cuanto se reconciliara con su mujer, la quitaría.
Afortunadamente, en el interior de la casa sí se notaba el toque de Mary. Era
exactamente el lugar que la joven necesitaba para descansar, una casa pequeña, sin
televisión ni teléfono y decorada con un gusto exquisito.
Después de dejar sus cosas allí, Victoria regresó al pueblo para comprar provisiones.
Aquel día lo iba a dedicar a descansar, a disfrutar de su soledad. Allí no estaba Muriel
para preocuparse por ella, ni Tony para intentar sacudir su conciencia, ni Nick.
De pronto se le llenaron los ojos de lágrimas, y se los frotó con impaciencia. Nick se
había ido. Sus sentimientos hacia él eran sólo un resto del pasado.
A la mañana siguiente, se despertó sintiéndose completamente descansada. Después
de ducharse y desayunar más de lo habitual, se sentía llena de vida y energía. Salió de
casa y se metió en el coche, dispuesta a comerse el mundo y alegrándose de haber
vuelto por fin a la normalidad. Aunque el recuerdo de Nick permanecía en el fondo de
su mente, ni la preocupaba ni la entristecía. Era consciente de que era un ser maravilloso
al que adoraba, y por primera vez podía admitirlo sin temor.
El miércoles, y tras haber hecho un par de visitas a Glasgow durante la semana, dio
por terminado su trabajo y decidió dedicar el resto de los días a disfrutar de la naturaleza
y el buen tiempo.
Echó un vistazo a la nevera y comprendió que debía ir a comprar provisiones al
pueblo. Como no tenía ganas de montarse en el coche, fue dando un paseo, pero cuando
había terminado de hacer las compras, se levantó una brisa fresca y empezó a descender
la niebla por las colinas.
-Va a llover –le comentó una mujer que salió de la tienda al mismo tiempo que ella-.
En cuanto se pone la niebla en las colinas, llega la lluvia.
Estaba a medio kilómetro de la casa cuando se desató el diluvio y cuando por fin la
avistó, estaba empapada y temblando de frío. Al acercarse, oyó el sonido de la puerta de
un coche, levantó la cabeza y descubrió el automóvil de Nick aparcado al lado del suyo.
Nick, nada más verla, rodeó el coche y se dirigió hacia ella.
-¿Qué demonios estás haciendo? –al ver que la joven no reaccionaba, caminó hacia
ella con impaciencia-. Entra en casa –le ordenó-. Por el aspecto que tienes, no creo que
te sirva ya de mucho, pero yo no estoy dispuesto a empaparme.
Victoria reaccionó inmediatamente, corrió hacia la puerta, buscó la llave de la casa
en el bolso y la metió en la cerradura. Su mente se negaba a aceptar lo que acababa de
ver. Nick estaba allí, enfadado, impaciente y, a esas alturas, casi tan empapado como
ella.
-Hay una toalla en la cocina –comentó nada más entrar.
En medio del pequeño recibidor, se quitó las sandalias y miró a Nick, que la
observaba atentamente.
-¿Por qué no has ido en coche? –le preguntó de pronto.
Victoria se quitó el sombrero y lo dejó al lado de las sandalias.
-Hacía mucho calor –contestó sin mirarlo-, y estaba harta de conducir. Me apetecía
dar un paseo, y cuando he salido no parecía que iba a llover –alzó la mirada y descubrió
a Nick mirándola divertido.
-Por lo menos estás diferente –señaló con ironía-. Nunca te había visto así.
-Iré a cambiarme –musitó la joven, consciente del aspecto que debía tener con el
vestido empapado y el pelo pegado a la cabeza-. Puedes colgar la chaqueta e ir a secarte
a la cocina. Tengo una toalla allí –y, sin más, subió corriendo a su habitación.
¿Qué estaría haciendo Nick allí? Estaba tan preocupada por su apariencia que no
había sido capaz de preguntárselo. Debía parecer una rata mojada, y no era
precisamente esa la imagen que le gustaba dar cuando estaba delante de Nick.
No iba a poder hacer mucho por mejorarla en tan poco tiempo, así que se puso unos
pantalones y una camiseta e intentó arreglarse un poco el pelo, pero lo único que
conseguía al cepillárselo, era empeorar todavía más el desordenado aspecto de su
melena.
Pero no debía importarle, se dijo con firmeza. Nick no había ido hasta allí para
hacerle una visita amistosa. Su objetivo no podía ser otro que forzarla a hacer algo que
no quería: había ido a buscarla para obligarla a regresar.
Victoria frunció el ceño y bajó dispuesta a enfrentarse a él. No iba a permitir que se
enterara de lo que sentía por él. Cuando llegó al cuarto de estar, Nick ya se había
quitado la chaqueta y estaba pasándose las manos por el pelo.
-No estás muy sociable, ¿verdad?
-Simplemente tengo ciertos recelos. Cuando ocurre algo que no espero, no puedo
evitar verlo con cierta desconfianza –agarró la toalla que Nick había utilizado y la llevó
a la cocina para tenderla-. Así que dime qué es lo que quieres y para qué has venido –
exigió cuando regresó al cuarto de estar.
-En este momento, lo que más me apetece es una taza de té. Y, evidentemente, he
venido a verte.
-¿Por qué? –exclamó Victoria-. Yo no tengo nada que ver contigo. He venido aquí a
trabajar y a buscar un poco de paz. Y tú tienes demasiadas cosas que hacer para
dedicarte a seguirme. Estás atendiendo un juicio muy importante y…
-El juicio ya ha terminado –la interrumpió Nick, sin alterarse por el tono de voz que
estaba empleando Victoria.
-¿Y?
-Culpable –respondió Nick mientras se sentaba-. La sentencia saldrá la semana que
viene –Victoria se quedó mirándolo fijamente y Nick arqueó una ceja con expresión
burlona-. ¿Esperabas que perdiera?
-Nunca espero que pierdas –contestó en un susurro-, lo sabes perfectamente. Pero
todavía no has contestado a mi pregunta. ¿Por qué has venido?
-Necesitaba un descanso, y no creo que haya un lugar mejor que éste para descansar.
-Podías haber ido a París –estalló Victoria-. Tu prometida está allí.
-Pero está intentado esconderse. Si me hubiera ido a París, habría llamado la atención
de la prensa.
-¿Y no te importa que la prensa me persiga a mí?
-Contigo he sido extremadamente cuidadoso. Nadie sabe dónde estoy –de pronto, se
levantó para acercarse a ella-. ¿Quién sabe que estás aquí?
-Muriel, Frank y Tony. Y Craig, por supuesto.
-Humm, así que también lo sabe Craig…
-Craig es mi jefe, y está casado. Creo que ya te lo he dicho antes.
-Y ha cometido la estupidez de mandarte a una casa en la que estás completamente
sola. Supongo que es más barato que reservarte una habitación en un hotel.
-Necesitaba paz y tranquilidad –le informó Victoria con dureza-. Y, por lo menos
hasta que tú has llegado, aquí las había encontrado.
-¿Por qué no preparas un té y recuperamos la paz que crees haber perdido? –le
aconsejó Nick. Victoria no pudo menos que alegrarse de tener una oportunidad de
refugiarse en la cocina.
-¿Cuándo te vas? –le preguntó.
-Mañana –contestó, mientras se sentaba de nuevo en el sofá.
-Eh… ¿Y dónde te vas a quedar? –para su consternación, Nick esbozó una maliciosa
sonrisa.
-Aquí, contigo. ¿Dónde sino?
-Pero… ¡estás comprometido, Nick! –explotó, mientras intentaba dominar el temblor
de sus piernas.
-Sólo temporalmente. Pero, en cualquier caso, no lo he olvidado. Dormiré aquí, en el
sofá.
-Eres demasiado alto para dormir en el sofá.
-Ya me he dado cuenta. Pero voy a poner los cojines en el suelo. Con eso y una
manta, conseguiré una cama perfecta.
-¿Y tus cosas? –preguntó la joven vacilante-. Necesitarás la maquinilla de afeitar, y
un pijama y… y…
-Siempre llevo una maquinilla eléctrica en el coche, por si hay alguna emergencia.
En cuanto a lo del pijama, la verdad es que ni siquiera me acuerdo de para qué sirven.
¿Crees que puedo necesitar algo más?
-No lo sé. Pero no puedes quedarte aquí –gritó Victoria.
-Claro que puedo. Tú podrás dormir perfectamente tranquila mientras tu caballero
andante te vela al pie de las escaleras. Venga, vamos a tomar el té y después comeremos
algo.
-No pienso cocinar para ti –repuso Victoria, aterrada.
-Me basta con que me digas dónde tienes la comida, puedo hacerla yo, llevo años
cocinando.
-Pensaba hacer jamón con huevos. Tampoco hace falta ser un experto para
prepararlos.
-Estupendo. Y ahora, ¿podemos tomar el té, por favor? Ha sido un largo viaje, y he
sufrido un buen susto cuando he llegado y he visto que estaba tu coche pero que tú no
aparecías por ninguna parte.
-Pues ya has visto que estoy perfectamente.
-Sí –afirmó Nick, desviando la mirada hacia la ventana-. Estás perfectamente. Quizá
éste sea un buen sitio, después de todo.
Victoria fue a la cocina intentando relajarse y acostumbrarse a lo inevitable. Nick iba
a ser una presencia constante en su vida, él mismo se lo había advertido, y además, tenía
que reconocer que la casa le parecía mucho más acogedora desde que había llegado.
Preparó rápidamente el té, y cuando regresó al cuarto de estar, encontró a Nick
sonriente.
Alzó la mirada hacia ella, pero no dijo nada. Se limitó a mirarla con calor. Era como
si el tiempo no hubiera pasado y a Victoria le entraron ganas de ponerse a cantar de
felicidad. Estar con Nick era tan maravilloso… ¿cómo no se habría dado cuenta antes?
Más tarde, cuando ya se había acostado, continuaba sintiéndose extrañamente feliz.
En realidad, no le importaba lo que estaba haciendo Nick allí, y realmente él tampoco se
lo había explicado. El hecho era que estaba cerca de ella, y sabía que en cuanto se fuera,
ella también volvería a casa. Había intentado alejarse de Nick, pero ya no conseguía
comprender por qué. Aunque no pudiera verlo, siempre sería reconfortante saber que
estaba cerca.
En el piso de abajo, Nick estaba, por segunda vez, asegurándose de que las puertas y
las ventanas estuvieran bien cerradas. Muy poca gente sabía que Victoria estaba allí, y
probablemente era un lugar seguro, pero estaba demasiado aislado.
Le había costado decidirse a ir a verla, pues temía que alguien lo siguiera y la
descubriera, pero no le había parecido prudente la actitud de Parker. Le había bastado
dirigirle una dura mirada para que le confesara con todo tipo de detalles dónde estaba
Victoria.
Nick se consoló diciéndose que nadie sabía lo que sentía por Victoria. Ni siquiera
ella. Si alguien quería localizarlo, estría pendiente de Cheryl. Y Cheryl estaba en París.
Suspiró y comenzó a prepararse la cama. Habría preferido dormir con Victoria, en
sus brazos estaría completamente segura. No dejaría que nadie se le acercara.
Rió suavemente. Tampoco podía asegurar que Victoria estaría segura en sus brazos.
No lo había estado desde hacía años, ésa era la razón por la que había intentado alejarse
de ella. Siempre había pensado que Victoria prefería a Tony, pero ya no estaba tan
seguro. Cada vez que la había besado, Victoria había reaccionado como si fuera la cosa
más natural del mundo.
En la fiesta de compromiso, la pobre había estado a punto de desmayarse. Quizá no
debería haber insistido en que fuera, pero necesitaba saber desesperadamente lo que
sentía por él.
Bueno, por fin lo sabía pero antes se había visto obligado a comprometerse
formalmente con Cheryl; había sido una forma de ayudarla, pero al final, se había visto
enredado él mismo en su propia telaraña y hasta que Cheryl no pudiera verse libre de
sus padres, no podía contarle a Victoria la verdad sobre su compromiso.
Sabía que se pondría furiosa con él, pero no le importaba. Si Victoria sentía lo mismo
que él, soportaría con gusto sus reproches.
Estaba también Tony, pero después de haberlo visto bailar con aquella pelirroja el
día que habían salido a cenar, ya no estaba tan preocupado por sus sentimientos. Cerró
los ojos y gruñó al recordar lo que había sentido al bailar con ella.
En cualquier caso, tendría que esperar. Antes tendría que encargarse de los amigos de
Kenton. La policía se había tomado muy en serio sus amenazas.
Tenía que mantener a salvo a Victoria, y quizá había sido una locura ir hasta allí,
pero necesitaba saber que se encontraba bien. Craig Parker no le diría a nadie más
dónde encontrarla, de eso ya se había asegurado él.
Una fuerte tormenta despertó a Victoria en medio de la noche. La joven miró
atemorizada hacia la ventana. Se sentía como una niña indefensa; en su mente se
agolpaban imágenes durante mucho tiempo olvidadas. Veía a su madre, a su padre, y
recordaba la carretera iluminada por los relámpagos…
De pronto, un rayo iluminó el dormitorio y a continuación oyó un trueno.
Inmediatamente, intentó encender la lámpara de la mesilla, pero fue tal su precipitación
que la lámpara se cayó al suelo.
-¡Nick! –gritó su nombre sin estar muy segura de si realmente estaba allí o de si
habría soñado su llegada, pero casi al mismo tiempo lo oyó subir las escaleras-. Nick –
sollozó al ver su rostro iluminado por un rayo en el marco de la puerta.
-No pasa nada, Victoria, estoy aquí –cruzó la habitación en dos zancadas y la
estrechó contra él-. Algún día, superaremos esto, venceremos todos los temores –
susurró contra su pelo.
-Se me ha caído la lámpara –le explicó ella temblando.
-Lo sé, la he oído caer –se agachó para volver a colocarla en la mesilla y la abrazó de
nuevo.
-He recordado todo –susurró-. El día que murieron mis padres hubo una tormenta
terrible. Lo había olvidado.
-Lo sé. Lo olvidaste como un mecanismo de defensa, pero conservaste el miedo a las
tormentas. Quizá lo hayas superado después de esto.
-Pero no te vayas –lo abrazó con fuerza, y Nick sonrió contra su pelo.
-No pensaba marcharme –le aseguró.
-No estás vestido –advirtió ella mucho más relajada.
-La verdad es que no he tenido tiempo de vestirme para la ocasión –respondió él
riendo-. Acababa de quitarme la camisa cuando me ha llamado.
-Siempre estás conmigo, ¿verdad, Nick?
Nick no contestó. Pero no importaba, la tormenta fue alejándose lentamente, y con
ella los temores de Victoria, pero continuaba abrazada a él, sintiendo su respiración.
Casi sin darse cuenta, comenzó a acariciar su pecho desnudo.
-No Victoria.
-No estoy haciendo nada –protestó.
-Claro que estás haciendo algo –replicó el bruscamente, pero a Victoria no le
importó. Jamás había estado en una situación así con Nick, era algo nuevo,
increíblemente delicado, y no había nada que pudiera estropearlo.
-Es extraño –susurró-. Siento tu corazón como si fuera parte de mí. Es como estar en
el cielo…
-¡Victoria! –la agarró de los brazos y la alejó de él. La joven no podía ver su rostro,
pero sabía que estaba enfadado.
-No me alejes de ti –le suplicó-. Me siento tan feliz… jamás me había sentido así. Ya
no tengo miedo.
-Hay algunas cosas a la que deberías tener más miedo que a las tormentas –le
aseguró él con la voz estrangulada.
-Pero tú no eres una de ellas –Nick aflojó la presión de sus manos y la joven se
estrechó inmediatamente contra él, buscando una unión casi mística-. Necesito sentirme
cerca de ti –musitó.
Nick estrechó entonces su rostro entre las manos y besó sus labios.
-¿Eso es lo que quieres, princesa? –le preguntó contra sus labios-. ¿Eso es lo que
estás buscando?
El pequeño gemido de placer de Victoria fue suficiente. Nick se quedó mirándola
fijamente, frustrado por no poder ver su rostro claramente.
-Quiero verte –musitó con aspereza-. Quiero verte, recordar tu rostro tal como es
ahora –cambió bruscamente de tema-. ¿Qué me dices de Tony? ¿También quieres estar
tan cerca de él?
-Tony es mi amigo, es como un hermano –replicó Victoria, mirándolo sorprendida.
-¿Y yo? ¿Qué soy yo?
-No lo sé –susurró Victoria-. Tú eres parte de mí, como el aire que respiro. Estás allí
donde yo voy, eres como mi conciencia. Tú me has hecho, y después me has arrojado de
tu lado –las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas-. Pero ahora le perteneces a h,
no a mí.
-No llores –le pidió Nick-. No llores, Victoria. No le pertenezco a Cheryl,
simplemente he intentado ayudarla y al final todo se ha complicado. Pero lo
solucionaremos. Tienes que volver a mi, Victoria, eres mi princesa. Llevo tanto tiempo
deseándote…
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CIEGA DE AMOR
RomanceCIEGA DE AMORVictoria había adorado a Nick desde que era una niña, pero cuando crecieron sedistanciaron tanto que apenas se veían. De modo que no tenía sentido que se sintiera tanmal porque Nick hubiera decidido casarse con otra mujer. ¡Pero el caso...