El ex dorado detuvo su paso en seco; había llegado a un claro en el bosque que se extendía detrás de la mansión Kido. Desde muy temprano Seiya había salido de paseo tratando de apaciguar de esa forma su cabeza ya que en toda la noche no había pegado el ojo, debido a la discusión que había tenido con Koga.
—¡Maldición! —exclamó Seiya pateando una roca que había encontrado en su camino—. ¡Debí haber estado ahí mientras crecía! ¡Yo tenía que enseñarlo! ¡Yo...! —el ex caballero lanzó una golpe al árbol mas cercano, enterrando su puño en la corteza. Su respiración era bastante agitada, sentía el pecho bajar y subir violentamente hasta que reaccionó al darse cuenta de la hendidura que le había hecho al árbol—. No debí haberle hablado así a Koga... —se reprochó—. Es terco y necio pero, después de todo no es su culpa, Saori y yo le ocultamos la verdad... —Seiya imaginaba que a esas alturas del día la Diosa estaría movilizando a sus abogados para los trámites correspondientes de la anulación de adopción y en definitiva aunque sabía que era lo mejor, eso no lo hacía sentir nada bien—. Supongo que no hay marcha atrás, que la decisión está tomada —suspiró él recordando la plática que había tenido la noche anterior con Saori—. Su rostro... reflejaba esa tristeza profunda que siempre se calla, pero sus ojos eran decididos, porque ya había aceptado la realidad...
Acababa de discutir con Koga por lo cual se sentía molesto, lleno de furia, con el chico, con él mismo, con los dioses o con cualquiera que tuviera la culpa de su desdichado destino. Seiya se había tendido en el sillón de la sala y no hacía mas que recrear una y otra vez la discusión en su mente. El de ojos claros estaba tan metido en los confines de sus pensamientos que no sintió entrar a Saori en la habitación.
Ella lo miró con ternura, se sentó en el borde del sillón y le acarició el castaño cabello y luego la morena piel de su frente. El contacto con la piel de Saori le produjo una sensación cálida al ex pegaso.
— Cuéntame —pidió ella, leyendo su semblante.
Y él así lo hizo, le contó todo lo que él y Koga se habían dicho y lo mal que se sentía.
—Seiya —lo llamó Saori sosteniendo su rostro entre sus blancas manos, obligándolo así a dejar su estado de autocompasión y verla a lo ojos. Él dirigió la vista hacia ella—. No podemos seguir de esta forma. Lo de hoy ha sido suficiente prueba de ello —la voz de la Diosa sonaba dulce y triste a la vez y sus ojos, profundos y trasparentes luchaban por mantenerse firmes.
— Lo sé... las cosas no están bien. No le estamos ayudando en nada a Koga y tampoco la estamos pasando bien nosotros —Saori asintió.
— Nuestro objetivo desde un principio fue, criarlo como nuestro hijo, educarlo, ayudarlo, hacer de él una buena persona, que fuera feliz y bueno, creo que no lo hemos logrado del todo. Nunca pensé que las cosas pudieran llegar a este grado. Lamento hacerte pasar por esto.
Él negó con la cabeza — La idea fue mía —aseguró Seiya.
—No, la idea fue mía desde el momento en que tomé a Koga entre mis brazos aquella vez. Supongo que fui muy egoísta con los dos.
— Ambos lo fuimos con él —intervino Seiya tomando el mentón de Saori— Nosotros quisimos crear un lazo que nos uniera aún más como lo hacen las personas normales, algo que reafirmara la pertenencia del uno al otro pero no nos dimos cuenta que ese lazo ya lo tenemos —sonrió tímido el castaño.
Saori hizo lo propio un poco sonrojada — Así es, y es muy fuerte.
Hubo un silencio cómodo entre los dos por un breve instante en el que Saori acarició suavemente las mejillas de su amado.
ESTÁS LEYENDO
El Precio de una Familia
Lãng mạnLos años han pasado y junto con ello han traído grandes cambios en la vida de Seiya y Saori al igual que de Koga a quién le ha costado mucho trabajo adaptarse a su nueva vida; nuevas responsabilidades en el santuario, una nueva relación maternal con...