Cap. 7: Terrified.

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Alea, James y yo estamos fuera, con los pies colgando del precipio que estaba a cincuenta metros de mi casa.

Cada uno tenía su cena entre las manos, a medio comer o sin tocar, como era mi caso. 

- ¿Te parece bien? -Alea me mira con miedo. Después de la discusión que tuvimos dentro de la casa (mientras James se encargaba de bajar la moto y asegurarse que estaba todo bien) va con cuidado cuando me habla. No quiere cagarla otra vez.

-Solo hasta que arreglemos el cobertizo.

Alea asiente mientras que J.D. se queda mirando la puesta de sol como si no hubiera visto ninguna antes. El cobertizo es el edificio que he estado utilizando hasta ahora para guardar la Chevrolet. Pero con un par de arreglos, una buena limpieza, una mano de pintura y tirar a la basura todo lo que no sirva será como una pequeña casa.

Debería ser mi hermana la que se quedase en la habitación y, de hecho, J.D. (con el que tuve una conversación en privado mientras Alea preparaba la cena) insistió en que fuese mi hermana en quedarse con su habitación y que él viviese en el cobertizo después de que estuviese reformado. Le dije que seguramente mi hermana no tardaría mucho tiempo en volver a Canarias, puede que incluso ni hubiésemos terminado el cobertizo para cuando eso pasase. Al final, cedió en que él seguiría con su habitación y que mientras durase la reconstrucción del cobertizo, Alea dormiría conmigo.

Pero ahora que se acerca la noche no estoy tan segura de mi decisión. Sé que lo paso realmente mal durante las noches, cuando la pesadilla me ataca una y otra vez y el estado de histeria se apodera de mí. No sé exactamente qué me pasa cuando estoy durmiendo pero ahora que Alea se va a quedar conmigo puede que lo descubra.

El sol empieza a ponerse en el horizonte y dentro de poco solo seremos capaces de ver la vasta extensión del mar delante de nosotros. Miro el plato de la cena, todavía con el sándwich sin tocar.

Antes de que se termine de poner el sol me levanto y me encamino hacia la casa, dispuesta a tener una noche sin poder dormir. Pero lo que más me aterra es que ya no estoy sola, que el único que puede escuchar mis gritos en medio de la noche ya no sea Irish. Ya tenía mis reservas con James, pero ahora que se ha añadido mi hermana, todo pinta muchísimo peor.

Al entrar en la casa me da miedo dirigirme a mi habitación. Por lo que entro lo más rápido que puedo, cojo una manta gruesa y llamo a Irish con un silbido para que me acompañe. 

Justo en el momento en el que me dispongo a entrar en el estudio de música, James y Alea entran en la casa hablando animadamente. Ambos sonrientes. Y no sé que me fastidia más. De pronto, él parece saber que estoy ahí y me mira. Me quedo parada en el sitio, sin poder moverme, mirándolo tan fijamente como él a mí.

¿Por qué siento cómo si lo conociera desde hace tanto tiempo? ¿Por qué justo cuando parece que las cosas no pueden parecer peor aparece? ¿Por qué ha viajado desde Australia solo para trabajar conmigo? Ahora caigo en la cuenta de que, tal vez, debería haber pedido una consulta con un psicólogo para que le hiciera un examen mental. No es normal que alquien viaje con sus ahorros desde la otra punta del planeta solo para conocer a otra.

Cuando Alea se nos queda mirando de hito en hito me doy cuenta de que nos hemos quedado mirándonos como unos idiotas. Él a mí y yo a él.

- ¿Esa es tu habitación? -J.D. señala la habitación que hay detrás de mí, donde se pueden ver un par de guitarras Gibson en sus soportes, un teclado al final junto a una bateria Mapex usada que ha visto mejores años.

-No -responde Alea antes que yo pueda decir nada.

James me mira como si no entendiera nada. Frunce el ceño. Claro que no es mi habitación. Es el estudio de música. Pero hay veces que prefiero dormir aquí a estar en mi habitación para poder descansar mejor. Alguna que otra vez funciona, pero la mayoría no.

-Es un estudio -afirmo al mismo tiempo que Irish aparece en escena y se cuela entre mis piernas en la habitación a mi espalda.

- ¿Y vas a pasar la noche ahí? -Vuelve a señalar el estudio, como si todavía no se lo creyese del todo.

-Sí. Hoy sí -hago un amago de entrar en la habitación y luego me arrepiento. Miro a Alea y señalo mi cuarto con la cabeza-. La cama ya está lista. Si necesitas algo ya sabes donde encontrarme.

Mi hermana se limita a asentir con la cabeza y ver, junto a James, como me meto en el estudio de música y cierro la puerta antes de que pueda hacer nada.

Mi estudio de música era antes una de las habitaciones de la casa. Grande, espaciosa y con varios instrumentos musicales por aquí y por allá. Hay algunos que si sé tocar -como la guitarra y el piano- y otros están en proceso de aprendizaje -la bateria, el bajo y el violín, este último olvidado hace tiempo-. Hay dos guitarras Gibson que no utilizo casi nunca y que encontré en un trastero mientras vivía en Londres, pero la que realmente utilizo es una Epiphone Sheraton II negra. Llevo mucho tiempo sin cogerla, pero el día se ha terminado y lo único que me apetece es dormir. 

O, al menos, intentarlo.

Miro el suelo desgastado de todas las noches en las que he dormido aquí. Irish ya está echado en la esquina donde siempre dormimos, entre las Gibson y el piano vertical en el que he compuesto casi toda mi música.

Me acuesto a su lado y mi lobero irlandés apoya la cabeza en mi estómago.

Dentro de poco empezarán los gritos.


The 4th doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora