Capítulo 11. Parte 1. Red John

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Disclaimer: Los personajes no son de mi propiedad ni autoría.

Universo Alternativo

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Tantas cosas por decirte y tan pocas que salen de mi boca. Deberías aprender a leer mis ojos cuando te miro.

- Frida Kahlo

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Lisbon se quedó toda esa mañana en el hospital. Intentó dormir sobre una de las sillas de espera en la recepción, pero no pudo; no sabía si culpar a lo incómoda que se sentía en ese pequeño espacio o a la inquietud que la omvadiacada que vez que algún médico salía por el pasillo.

El resto de sus compañeros se habían retirado temprano, consientes del espacio que la pelinegra necesitaba y lo cansados que las pocas horas del día los había dejado.

—¿Agente Lisbon? —Un hombre en bata la llama. Ella reacciona de inmediato, identificándose—. El señor Jane ha preguntado por usted. —Sonríe el masculino.

Ella se levanta, se acomoda el cabello y da pequeñas palmadas en sus muslos. Camina por el pasillo hasta la habitación que le indican como perteneciente al consultor. Abre con cuidado la puerta, lo ve sonriente.

—Hola —se acomoda en una silla a su costado—, ¿cómo estás?

—No puedo estar mejor. —bromea, causando una risa involuntaria en su amiga. Él desliza su mano por la piel descubierta del brazo de ella hasta que se encuentra con su mano y la entrelaza con la suya. Es una sensación de bienestar la que la chica provoca en él, un sentimiento de tranquilidad y esperanza—. Deberías estar descansando. —Le reprocha.

—Estoy bien, ¿qué fue lo que hiciste para terminar en el epicentro de una explosión? —Se burla.

—Historia larga —rueda los ojos—, ¿qué más encontraron ahí?

-Cuatro cadáveres, los llevamos a la morgue para que los identifiquen.

—¿Cuatro cadáveres?, ¿quién más sobrevivió? —cuestiona.

—El encargado de incendios dice que tuviste suerte, estabas apartado lo necesario para que no te convirtieras en cenizas. —Ella expresa su preocupación y agacha el rostro—. Y con respecto a tu pregunta, no sé a qué te refieres.

—Ahí había cinco hombres además de mí, Lisbon. —Ambos comienzan a atar cabos y a sacar conclusiones.

—Entonces quien esté vivo...

—Es Red John. Debemos irnos —concluye.

Se levanta de la cama y se dispone a quitarse la bata para vestirse. Voltea para que ella no lo vea y se percata de que le ha estado dando la espalda mientras lo espera. Ama eso de ella, la manera en cómo se preocupa por las pequeñas cosas, en cómo solo ella sabe lo que él necesita sin que se lo mencione, en la idea de que siempre está y estará para él.

—¿Ya nos vamos? —habla. Le señala la puerta como un caballero y ella sal primero.

—Esto es un secuestro Jane —confiesa—, aún no te dan el alta.

—No es un secuestro si estoy a favor de huir con mi secuestrador. —interviene sonriente. Le extiende su mano para que la tome y ella le corresponde dudosa—. ¡A correr!

Entre risas, cruzan el marco de la puerta del edificio, Jane animándola a apresurarse sin soltarla. La enfermera encargada del papeleo los observa confundida, «Otro par de jóvenes enamorados, ¿por qué ahora la juventud se cita en hospitales y no en parques?», se cuestiona mientras continúa con su labor.

Caos de heridas | Jisbon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora