Los intrusos

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"Sentí escalofríos al entrar a esa casa de nuevo; el ambiente estaba tenso, y mi madre a punto de morir

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"Sentí escalofríos al entrar a esa casa de nuevo; el ambiente estaba tenso, y mi madre a punto de morir. "



[Es dificil aceptar las cosas no deseadas que el destino coloca en el camino, pero no somos nadie para cuestionarlo. No existe remedio para reparar el dolor que dichos hechos provocan en nuestro interior, ni ninguna magia o alguna otra alternativa.
La esperanza se marchó de cada uno de ellos, abandó a cada integrante de la familia cuando más falta hacía sin dejar al menos una pizca de ésta, ni el mas valiente de los Agreste la contenía y con ello la resignación a que nada volvería a ser igual.
Necesitaban un milagro para remediar lo que estaba pasando, pero en muy pocas ocasiones la muerte cambia de rumbo y abandona el cuerpo que nunca quisiste que eligera; Gabriel ansiaba que eso ocurriera a pesar de ser imposible, si las ruedas ya dieron marcha desde hace tiempo la única opción era aceptar que ella se marchara y acostumbrarse al vacío que dejaría en su alma y corazón, acostumbrarse a la soledad permanente, a su aunsencia en la cama por las mañanas al abrir los ojos, al brillo de sus cabellos dorados y sus hermosos ojos verdes, a la resequedad de sus labios por no hidratarse con el manjar de los suyos, a vivir sin Emilie.

Dolía. Dolía mucho. Pero quizá era lo mejor. Ya no soportaba verla sufrir cada día más, por que se volvió una rutina desde aquél entonces, ya no podían concluír el día sin que ella terminara recostada en la cama con el miedo de dar su último respiro y abandonarlos. En cambio él suplicaba que las cosas fueran diferentes a estar comiéndose las uñas por el miedo a perderla; la ironía era que aquello se había cumplido, finalmente esas preocupaciones se marcharían, aunque no de la manera que esperaba. Tuvo que ser así, lenta y dolorosa. Como si la maldita realidad tuviera garras afiladas para desgarrar su alma con lentitud para hacerlo sufrir aún peor.
Ella podía sentir que su hora estaba por llegar, en todo el día pidió que la familia completa o amigos la visitaran y se quedaran con ella conversando y haciéndole compañía, narrando sobre recuerdos felices que vivió con cada uno y a la vez con todos juntos. Eso era lo dificil, tener que darle ánimos y esperanzas a cada persona haciéndoles creer que ella estaba bien y que todo era un mal rato; repitiendo una y mil veces la estúpida frase "todo está bien" cuando en verdad nada lo estaba. La única que tenía los pies sobre la tierra era Nathalie, solo ella y Gabriel conocían la verdad de la situación, al menos entre los Agreste.

Aquél hombre intimidante y de mirada profunda se corrompió al ver a su hijo recostado al lado de su madre tomando su mano fuertemente sin querer soltarla. Adrien jamás se separó de ella en todo el día por razones que hasta él mismo desconocía, ¡es que simplemente no quería hacerlo! El niño estuvo aferrado a quedarse con su madre a cada segundo que pasaba, ignorando el presentimiento de que algo malo pudiera pasar. Siempre fue optimista e inocente, era el niño con la inocencia más increíble que Gabriel pudo conocer y lo más increíble es que era su hijo. Nunca se pareció a él, siempre fue totalmente igual a su madre, de manera física como emocional. Y eso lo tranquilizaba un poco. Al menos tendría la versión masculina de su esposa acompañándolo por un tiempo más largo.
Adrien y Emilie reían como si todo fuera color de rosa, ignorando y jodiendo al tonto destino y sus estúpidas predicciones de mierda.
Demonios, quisiera poder tener esa capacidad de ser feliz sin importar que tan amarga sea la vida, pero ver reír a su hijo junto al amor de su vida era un regalo del cielo, algo que de verdad no tenía precio ni comparación.

Proyecto Géminis [Adrien y Félix Agreste]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora