Epílogo.

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La tarde de ese día era especialmente cálida, las personas se reunían en el mercado de la ciudad para abastecerse de alimentos u otros materiales que necesitaran. Ezio caminaba al lado de su esposa mientras su hija tomaba la delantera observando los diversos puestos buscando alguna novedad. La mujer en poco tiempo alcanzó a la menor para poder ver juntas mientras el italiano las observaba desde atrás sonriendo. Su vida se había vuelto bastante pacifica en los últimos años, tal y como quería. No se arrepentía de nada, salvo una cosa y eso era que nunca a lo largo de ese tiempo encontró el modo de volver a ver al sirio de dorados ojos que le robó por completo el corazón. Buscó día y noche, en cada espacio libre que tenía por todos esos años encontrar el modo de por lo menos ver su rostro un segundo más; esa oportunidad nunca llegó, sin embargo ese hecho nunca lo desanimó a la esperanza de reencontrarse en alguna otra vida, tal y como prometió por ambos en su lugar de descanso del mayor.

Sus pasos de repente se detuvieron mientras sentía su respiración cortarse de golpe combinado a un dolor insoportable en el corazón. Acabó de rodillas en el suelo apretando la zona afectada. Su visión se tornó borrosa y los sonidos comenzaron a parecer ecos lejanos que apenas si era capaz de percibir. A duras penas escuchó a su esposa e hija llamarlo alarmadas antes de caer en el suelo agonizando. El dolor aumentó hasta que finalmente ya no hubo nada. Todo se volvió oscuro a su alrededor y el malestar se esfumó tan rápido como llegó.

Abrió los ojos siendo recibido por una cegadora luz blanca. Tuvo que parpadear varias veces para adaptarse y cuando lo hizo, se vio a sí mismo cuando recién comenzaba en los asesinos. Un joven inexperto se reflejó las paredes cristalinas de lo que fuera ese lugar. Miró al rededor pero no había nadie más o eso creía él, hasta que a sus espaldas una voz habló, una que creyó haber olvidado tras años sin volverla a escuchar.

—Te tardaste, novicio —se giró de inmediato viendo una silueta blanca acercarse a paso lento.

—A-Altaïr... —los ojos dorados parecieron sonreírle —. ¿Esto... es un sueño?

—Por desgracia Auditore, no lo es —caminó cerrando la distancia entre ambos —. Te estuve esperando, pude renacer varias veces, pero preferí esperarte —Ezio lo comprendió todo en ese momento, estaba triste y a la vez feliz, se pudo reunir con Altaïr justo antes de marcharse por completo de esa vida y a la vez, le dolía pensar en haber dejado a su familia atrás. Sin pensarlo abrazó al asesino frente a él.

—Lamento haber tardado.

—Si bueno, viviste una larga vida. Más te vale no tardar en la otra —le mostró al fin una sonrisa pintada en sus labios —. Te seguiré esperando un poco más supongo.

—No tardaré. Apenas te vea de nuevo, me arrojaré a besarte, así que no me golpees por favor —sonrió divertido, Altaïr entornó los ojos con suave sonrisa.

Dándose un pequeño beso de despedida ambos cuerpos brillaron hasta desaparecer. Por fin el final de su espera para volverse a ver, dando inicio a otra vida.

Un pequeño reencuentro gracias a lo último que Altaïr pudo investigar del fruto, aunque eso, tendría un precio alto del que solo Ezio sabría.

Volver a verte [Ezio x Altaïr].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora