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Retiró las manos de su rostro y casi cae de la cama cuando observó como todo a su alrededor era iluminado por la luz naranja del atardecer. Juraba que era de noche, así que pensó que pudo quedarse dormido de nuevo, pero estaba lo bastante lúcido como para descartar la idea de inmediato. Se levantó cuando hubo notado otro detalle. Ese no era su cuarto. Era más sencillo por decirlo de algún modo y además de eso, no parecía una habitación que encontrarías en pleno siglo XXI. 

La corriente fresca se hacía espacio entre las delgadas cortinas blancas que se mecían por el aire. Miró a través de ellas encontrando un paisaje inusual. Una pequeña ciudad se erguía sobre la tierra. Las tejas de barro naranja combinaban perfecto con la luz del lugar. Se inclinó sobre el marco de la ventana sin poder creer aun lo que veía. De pronto una silueta blanca se interpuso en su campo de visión. Lo miró a detalle, no era Altaïr sino alguien más. La persona le regresó la mirada desde abajo antes de empezar a caminar adentrándose en la ciudad. Ezio fue empujado por el impulso de seguirlo, así que como pudo se las arregló para bajar sin romperse una pierna en el intento. Se levantó como si nada y se apresuró para seguir al otro dando un rápido vistazo atrás, asombrado de que saliera ileso de un salto así.

Las personas que se encontraba en su persecución se movían de un lado a otro y se arremolinaban frente a él, como si buscaran a propósito que perdiera de vista al sujeto. Ezio las apartaba con esfuerzo sin quitar sus ojos del tipo que seguía. Un aroma a humedad llegó flotando a su nariz al tiempo que algo lo jalaba de los tobillos hasta hundirlo en un río que a saber de donde salió. No tenía la sensación de ahogarse, es más podía respirar con normalidad. El lugar era oscuro y apenas si podía distinguir las piedras y algún que otro pez que nada por ahí. Una persona caía inconsciente de la superficie hasta hundirse en las tranquilas aguas.

«¡Altaïr!» De prisa nadó hasta él para alcanzarlo cuando alguien más se adelantó. Era el hombre que se mantuvo siguiendo, no llevaba la capucha puesta pero ni así fue capaz de ver su rostro. Siguió a ambos. Como pudo salió del río sin resbalar por la tierra mojada. Los miró abrazados unos metros más lejos de donde estaba. Altaïr tenía un ligero rubor pintado en su rostro y aunque le parecía tierno ese gesto en el mayor, se sintió confundido ante lo quieto que estaba, como si eso no le molestara, al menos no del todo. Altaïr empujó de momento al otro al suelo y salió corriendo del lugar.

La tierra se abrió debajo de Ezio y se encontró cayendo hasta estar recostado en el césped de un bosque. Se levantó apenas lo suficiente para notar la luz de una linterna a lo lejos. Con cuidado de no hacer ruido caminó hasta la fuente de la luz llegando justo cuando esta se apagó, dejando a dos figuras adultas recostadas en el pasto.

¿Me darás esa única oportunidad?

—Eres... demasiado insistente.

—Lo soy cuando de verdad quiero algo, y tú, eres ese algo o alguien más bien, que realmente quiero.

Esa voz se parecía bastante a la suya. La tentación de acercarse más era difícil de soportar, sin embargo apenas se movió un poco el escenario cambió por completo, no a un paisaje como tal, sino a un sitio blanco rodeado de imágenes que pasaban velozmente frente a él. El dolor de cabeza pareció empeorar, pero al menos, por primera vez desde que se veía envuelto en todo ese lío, los recuerdos finalmente comenzaron a despertar en su memoria, la mayoría seguían borrosos, sin embargo aquellos que formó junto a Altaïr, parecían intactos.

Recuerda...

De nuevo esa voz, era la de un hombre y le era sumamente familiar, por desgracia, en medio de su confusión no sabía identificarla muy del todo. Las memorias golpeaban sin piedad dentro de su mente y por un instante juró que se desmayaría debido al dolor que ocasionaba eso.

Volver a verte [Ezio x Altaïr].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora