II. Inocencia

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El descanso es ideal cuando siento que no puedo más conmigo misma pero en este trabajo, es muy difícil tener un descanso como se debe, ya que, soy muy solicitada por esos cerdos aunque hoy, era un día de semana y la mayoría seguramente está en sus casas fingiendo ser un esposo y padre ejemplar cuando son todo lo contrario, todos los hombres de este maldito mundo son iguales. Me removí en mi cama con molestia mientras abría mis ojos y volteaba para divisar a mi amiga sentada en su cama con un espejo y maquillaje en sus manos, trataba de cubrir ese golpe que le había provocado Aaron con un corrector de un tono más claro que su habitual tez blanca. Me levante de la cama algo adolorida por los golpes y el desgaste físico provocado anoche por un encuentro con un maldito vejestorio. En cuanto Jenny me vio sentada en la cama se acercó a mi dejando de lado su maquillaje y su pequeño espejo sobre la cama.

- ¿Cómo te sientes, Hanna? - pregunto

- Estoy bien, Jenny. Solo me duelen un poco las heridas de la espalda ¡Es lo lógico!- sonreí intentando ocultar el dolor en mi rostro.

- Hanna...- comenzó pero luego dio un gran suspiro y me observo levantarme de la cama, soporte todo el dolor no quería que Jenny se preocupara aún más así que camine hacia mi cómoda donde un vestido rojo con escote y espalda descubierta me esperaba. La mujer solo me observaba en silencio mientras me vestía, un jadeo escapo de sus labios y observe a través de espejo su mirada angustiada, no tenía idea de que tan grave eran aquellos golpes en mi espalda y tampoco quería saberlo, odiaba tenerme lastima a mí misma además había soportado palizas peores. Cuando finalmente termine de vestirme y me senté en la cama para colocarme unos zapatos de tacón altos, Jenny se levantó con un sonoro suspiro  y avanzo hacia la puerta de entrada de nuestra habitación.

- ¿Tienes hambre, cielo?- pregunto y negué con la cabeza.

- No, no tengo hambre. Tú... Solo... ve a comer si quieres.- suspire mientras me acomodaba el cabello pelirrojo.

- ¡Tu vendrás conmigo, Hanna! ¿Hace cuántos días no pruebas ni un bocado, eh?- exigió Jenny. Baje mi cabeza hacia el suelo- ¿acaso piensas en inyectarte otra vez?-

- ¡Lo haré! Es lo único que puedo hacer...- sentencie encogiéndome de hombros.

- Hanna... si sigues así en un futuro esa porquería te terminara matando.-

- ¡Jenny... para nosotras no hay futuro!- dije con una mirada seria. Me acerque a ella lentamente mientras sus ojos azules me miraban con tristeza. Nunca me ha contado su pasado pero por lo que podía detectar en esa mirada tan sufrida ella había pasado por mucho, todas las noches la escucho llorar y orar ante un dios que ni siquiera escucha sus plegarias, quizás así encuentra algún tipo de consuelo, en cambio para mí no existía ningún dios. Cuando era niña solía creer que si, muchas veces me senté en la cama a orar, a suplicarle a dios con todas mis fuerzas que mi madre se recupere de esa maldita enfermedad pero nunca lo hizo. No existe dios, no existe nada ni nadie que me salve de esta situación.

- ¡Vamos, iré a comer algo, no te preocupes, Jenny!- sonreí con dulzura mientras abría la puerta y caminaba por el pasillo donde las habitaciones de las demás chicas estaban repartidas a ambos lados.

Escuche a Jenny caminar detrás de mí, el sonido de su caminar siempre era reconocido por todas las chicas, ella era la única que usaba aquellas botas negras hasta los muslos con unos tacones increíblemente altos. El resto de las chicas teníamos la orden estricta de dejar al descubierto todo nuestro cuerpo para que esos babosos puedan ver lo que desean.

 Aun así Jenny era una de las más solicitadas aquí, a ella no le hacía falta mostrar su cuerpo a esos hombres solo basta un juego de seducción donde un rostro y unas palabras bonitas son las principales protagonistas, ella me había enseñado eso pero... Aunque amara saber hasta qué punto podía llegar el fondo del bolsillo de esos cerdos, odiaba ser esto... pero mi destino ya ha sido marcado, seré una prostituta hasta el fin de mis días o... quizás no, Aaron seguramente se deshará de mí en cuanto detecte arrugas en mi rostro, es lo que más deseo en este momento, salir de esta pocilga a como dé lugar y ser libre finalmente pero sabía que nunca podría serlo, no mientras Aaron viva. 

Lejos de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora