1. Un té amargo, una lágrima y un adiós.

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Tras bajar del autobús, me puse los auriculares y escuche aquella triste canción de Rise against-Makestop. Mientras caminábamos él me contaba alguna loca historia, donde no era de extrañar que él fuera el gran héroe. ¿Cómo podía ser tan idiota y tan guapo? Y es que mi hermano levantaba bajas pasiones entre las chicas. Sus ojos grises, la mandíbula cuadrada y ligeramente afilada, las cejas finas y ese pelo color ocre ni rubio, ni pelirrojo, y qué decir de su cuerpo, trabajado de tanto salir a correr y ayudar a mis padres en el trabajo. Era un buen chico pero era un narcisista redomado. No nos parecíamos en nada yo tenía el pelo marrón oscuro, la cara redondita y una pequeña nariz que me daba un aire infantil, delgada aunque no anoréxica o de constitución seca, lo mío me había costado adelgazar 7 kg el año pasado y por primera vez en mi vida me sentía medianamente a gusto con mi cuerpo. Ah y mis ojos era de color ámbar. Me gustaban mis ojos me daban un aspecto entre cálido y distante.

Esta soy yo, una chica más, una vida y un mundo como el de cualquier otro. Dentro de lo normal un ser raro y diferente. Aunque no es cuestión de tachar de diferente o "raros a los demás" ni a mí misma, es más bien aceptar que nadie es igual, todos tenemos nuestra historia y nuestra manera de entender lo que nos rodea, y es en ese preciso instante en el que te das cuenta que no eres uno más, y se abre ante ti, la verdad. Que no es otra, sino que venimos a disfrutar y a sufrir.

Al fin llegamos a casa, como de costumbre me quite los auriculares y entré. Al entrar en casa esa especie de tranquilidad que había antes, desaparece. Subo las escaleras, tiro la mochila y bajo. Mi madre ya esta gritando, mi padre no para de correr de un lado a otro y yo me dirijo a la cocina a preparar la ensalada, el único que no parece a haberse contagiado del frenesí de mi casa, es mi hermano que se aplasta tranquilamente en el sofá.

- Pedazo de vagó, pon la mesa y sirve.- digo con autoridad.

- Yo no soy ningún vago, y para esos estas tu.- Hace referencia a que como soy mujer, debo servir yo, lo cual le causa gracia pues sabe que me disgustare.

-¿Desde cuándo soy tu criada?- le digo intentando controlar mis ganas de estamparle el bol de ensalada a mi hermano en la cabeza.

-Desde que naciste mujer.- Se ríe a carcajadas hasta que le meto una colleja y se ahoga con su propia saliva.

-ups que pena, a lo mejor te pasan estas coas porque eres hombre.- Digo y sirvo para todos menos para mi hermano.

Mientras tanto mi padre ya está sentado en la mesa y espera a que le demos de comer, mi madre se ha ido al escritorio a jugar a algún juego infantil de facebook.

La tele esta altísima, mi padre engulle la comida, yo le doy empujones a mi hermano y le insulto.

-Lea si vuelves a insultar a tu hermano, te romperé los dientes.- Dice en tono amenazante.

-No se te ocurra amenazarme_ Casi grito, mi madre por un momento nos mira y luego parece fingir que la cosa no va con ella.

- Estamos bromeando, no tienes porque amenazarla.- salta mi hermano, lo cual no es nada usual, pues él, me vendería por una moneda.

Estas situaciones son siempre así, y por eso no me gusta estar en casa. Cómo otro bocado y pongo pies en polvorosa. Busco mi archivador y trato de ponerme a estudiar. Pero es imposible así que como ya habrá pasado una media hora, bajo a prepararme un té "el grey" con lima ese tanto me gusta. Su sabor fresco y ligeramente amargo me reconforta. Cuando ya he puesto la tetera y el té, recibo una llamada. Me está llamando karl. ¿Por qué me llama este ahora?

-¿Qué quieres?- pregunto con una nota de pánico, escondida tras esas dos simples palabras.


- Necesito que me escuches.- su tono es suplicante y casi me convence.


-No quiero.- soy seca.


-Por favor.- Suplica, y pone ese tono ligeramente más agudo que contrasta con el grave de su voz.


-Parece que no te has cansado de humillarme, es más, no sé ¿quién coño te ha dado mi teléfono?- Digo tratando de parecer muy enfadada a un que lo que siento es dolor.


- Escúchame un minuto... - parece tan arrepentido...

-Treinta segundos.- digo en un momento de debilidad.


-Me sirve, se que te hice daño, que te humille y que jugué con tu inocencia. No hay nada que pueda justificarlo, pero necesito arreglarlo, te necesito... No importa cuánto me tenga que arrastras, pero necesito que me perdones.-


-Olvídalo.- Le Colgué, respire hondo y mi mente se perdió.

El té hacían un buen rato que había hervido, al servirlo el color era intenso, oscuro y cuando lo probé ahí estaba ese sabor fuerte y amargo, no pude evitar sentirme como mi té. No podía perdonarle, esa sería la última vez, que oiría su voz grave y pausada, la
última vez que me imaginaria su rostro al hablar tras el teléfono, sería un adiós definitivo. Un adiós jamás expresado con palabras.

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(Siento lo corto del capítulo pero, esta historia no tendría razón de ser sin este preciso instante.)

Como volver se loca en un mes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora