8. Haciendo Amigos.

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Esa tensión, todo el sufrimiento, cada una de las palabras, sus manos en mi cabello, la vergüenza y la humillación, dos veces en un sitio publico dejándome como un cero a la izquierda. Sé que esta vez fue diferente, pero aun era incapaz de controlar todo lo que estaba ocurriendo a mí alrededor. Era incapaz de controlar que Karl hiciera conmigo lo que le diera la gana. Estaba a su merced y nada ni nadie podría evitarlo.

Tras casi media hora en el regazo de Daniel, me senté en el asiento del conductor, con la mirada fija en ninguna parte. No podía hablar, pensar o reaccionar solo estaba ahí, como si fuera un decorado que no tenía mayor relevancia, una pieza fácilmente sustituible por otra. Lo único que recuerdo es la mirada de Daniel fija en mi, notaba su angustia que trataba de disimular en un rictus serio. Finalmente me dijo que me bajara y me cambiara de asiento. Pensé que me llevaría a mi casa, pero para cuando fui consiente estaba en la habitación de un hotel.

-Daniel cariño, no me voy a acostar contigo. Hoy al menos no.- Dije muy seria.

-¿Por quién me tomas? Te estás equivocando conmigo, en el estado en el que te encuentras tendrías que dar demasiadas expoliciones en tu casa. ¿No lo crees? Te he traído aquí, porque es un sitio distinto, nadie más lo conoces y puedes sentirte segura.- Me acaricia la mejilla, como dándome a entender que realmente lo hace por mi bien y no hay segundas en sus actos.

-Gracias.- Respondo, un poco avergonzada por haber pensado mal de él.

-Me vas a contar ¿qué está pasando?- Me mira con seriedad, y sé que no es una pregunta si no más bien una orden. Puesto que el jamás se entromete en lo que hago y si lo hace quiere la verdad y no acepta ningún intento mío de evadir la respuesta.

-Está bien...- Bajo la cabeza.

Se lo cuento todo, y él solo asiente, hace alguna que otra pregunta y me mira serio. Cuando termino de contárselo todo espero a que me diga algo. Pero entonces me abraza y se levanta al cabo de unos minutos me tira una de sus camisetas al sofá.

-Ponte cómoda, el baño esta allí puedes cambiarte y vamos a dormir mañana será otro día.- Me hace una mueca, ya que no tiene ganas de sonreír.

"¿Dormir? aun es de día" Pienso.

Le hago caso, me meto en el baño y me ducho rápidamente me visto y salgo. Al salir veo que ha llamado al servicio de habitaciones y ha pedido pizza. Mi cuerpo recuerda que no ha comido nada desde aquel café y solo he desayunado. Estoy hambrienta lo que me hace pensar en que no tengo idea de la hora que es. Miro el móvil y descubro que apenas son las 7 de la tarde, aun que al ser invierno ya está todo oscuro.

-Oh pizza, me muero de hambre.- Le digo tratando de animar la situación y relajar todo esto. Me siento a su lado y le doy un beso en la mejilla.

-Pues a comer, pero quiero postre.- Dice sacándole de nuevo un doble sentido.

-Yo solo veo pizza aquí, ¿dónde has puesto el postre?- Respondo cogiendo un trozo de pizza.

-Está justo aquí.- Saca un bote de helado y me unta un poco en la cara.

-Ahh, no hagas eso .Límpiame, no seas malo.- Le digo riéndome aunque realmente no tengo demasiadas ganas.

- Déjame ver.- Se acerca a mí y me da un lametazo.

-Que eres un perro para lamer a la gente.- Digo riéndome.

- No querías que te limpiara.- Dice riéndome.

-Existe algo llamado servilleta.- Le digo comiendo más pizza.

-Es que quería probar un nuevo postre.- Dice, acercándose más a mí.

Como volver se loca en un mes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora