Querida Maria:
Al ver que no habías ido a la escuela; decidí ir a tu casa y presentarme.
Ojalá no lo hubiera hecho,
¿Por qué aún estabas hablando con el?
¿No era suficiente lo que te había hecho?
Ahora reconozco que me dolió ver eso.
En ese instante admití en voz baja.
Me gustas, Maria.
¿Por qué no te puedes fijar en mi?
