Capítulo 2: La puerta sin cerradura

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Narra Hatzar

Técnicamente lo que estaba viendo era una puerta sin cerradura, pero que existiera eso era una estupidez. ¿Para qué puede servir una puerta sin cerradura? Eso sólo equivalía a un trozo de madera colocado elegantemente sobre un agujero… Completamente inútil.

Pero lo peor no era eso, lo peor era que esa puerta, repito, sin cerradura, estaba cerrada. Pero dentro de lo peor siempre hay algo pésimo, y ése era el futuro profesor que tenía delante de mí que estaba golpeando la puerta para luego esperar una respuesta. Ese hombre era extraño, aunque comparándolo con las pocas personas que había visto… en realidad no creo que fuera muy distinto a la media.

Y encima algo aún peor, va y se abre la puerta.

-       ¿Hatzar? – Ley parecía preocupada por mí, sin darme cuenta, en algún momento, me había cogido de la mano -. ¿Te encuentras bien? Estás pálida.

-       Estoy bien – susurré -. Pero tengo ganas de meterme en la cama y cerrar los ojos.

Ley me sonrió, era su manera de intentar darme ánimos, pero esta vez no lo conseguiría. En serio, sólo quería que ese día terminase.

Entramos detrás del profesor Parker y me di cuenta de que su forma de caminar era tan tranquila como su personalidad. No tenía demasiado claro si me caía bien o mal. No parecía mala persona, ni tampoco creía que fuera un mal profesor, pero no parecía que tuviera autoridad alguna.

La habitación donde me encontraba ahora era un despacho, un despacho terriblemente enorme, y oscuro, demasiado oscuro. Aunque sabía que era de día, allí dentro parecía que fuera más de medianoche, culpa, seguramente, de las cortinas de color gris que no dejaban entrar ni un rayo de sol.

-       Director, debería poner esto un poco más alegre – el profesor Parker no estaba molesto por el decorado, más bien parecía divertirse -. Así asusta a los nuevos alumnos.

Y, sin preguntar si podía hacerlo, Parker quitó una de las cortinas dejando entrar el sol de golpe.

Entonces, con la luz bañándolo todo, pude fijarme en las dos figuras que había en la mesa del despacho, ambas sentadas una delante de la otra.

-       No te he dado permiso para hacer eso, John – dijo el hombre que estaba sentado en la silla del director -. Que seas profesor no quiere decir que puedas, o debas, hacer lo que te venga en gana.

El director era más joven de lo que me imaginaba, rozaba los cuarenta como mucho, de pelo oscuro y piel pálida, vestido con un traje negro, tenía unos ojos alargados que me parecieron bastante hermosos aunque su mirada era escalofriante.

-       Entonces, yo ya me voy – la otra persona se levantó.

Era un chico de nuestra edad, o eso suponía porque ya no podía estar segura al haber conocido a Parker. Llevaba el pelo rubio bien peinado y sus ojos de color avellana eran amables cuando nos miraron a Ley y a mí.

-       Espera, Alex – me sorprendió la dureza con que el director dijo esas palabras -. John, éstas son las hermanas Macavity, ¿cierto? – nos miró como si estuviera viendo un par de chicles pegados en el suelo -. Alex, una de ellas vivirá en tu torre, llévatela. Y llévate a la otra también – añadió -, es de la Torre Sur, pero apáñatelas para que alguien le enseñe su habitación. Y tú, John, no huyas, que te estoy viendo, tengo que hablar contigo de éstos horarios de pacotilla que has hecho.

El chico llamado Alex asintió y se acercó a nosotras.

-       Por favor, vámonos – nos susurró.

La Mordedura (Discontinuado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora