XI ━ Resquicios

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CAPITULO ONCE

RESQUICIOS

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LA PELIRROJA NO HABÍA PODIDO pegar ojo en toda la noche

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LA PELIRROJA NO HABÍA PODIDO pegar ojo en toda la noche. Se había quedado en su cama arropada por cientos de mantas, mientras admiraba la intensidad de sus rizos rojizos, y le daba vueltas al coco. Se sentía muy confusa.

El sueño no pareció llamar a su puerta en ningún instante, no. Melode solo sentía un cúmulo de emociones o mejor dicho —de tormentas— que agitaban su maltrecha mente, como un viejo barco en una fatigosa tormenta lluviosa. Había truenos y relámpagos en su conversación con Finnick, un diluvio torrencial que había descargado sobre sus mejillas húmedas, y un barco hundido y roto que se semejaba a su herido corazón.

Con el paso de las horas se sintió un poco mejor, ahora al menos creía poder levantarse de su elegante cama, o rodar por ella —algo que le había resultado imposible no hace mucho— Finnick tampoco había pegado en su puerta, ni siquiera lo había oído arrastrar sus pies hacía su compartimento, aunque no es que le importase mucho lo que hiciera el rubio mientras ella lloraba en su cama.

No entendía su malestar. El por qué de sus sentimientos hacía el rubio. Era despreciable sin duda alguna. Era un mujeriego que podría decir cualquier cosa solo con el propósito de llevar a una agraciada chica hasta su cama y poseerla, sin embargo sus palabras se habían quedado grabada a fuego en el pecho de Mélode. No parecía haber mentido durante la conversación, todo lo contrario, la pelirroja creyó por un momento ver al auténtico Finnick Odair. Una faceta que desconocía, aunque no del todo, tal vez solo se tratase de un niño pijo y mimado por todo Panem que no miraba más allá de sus preocupaciones, pero Mélode sabía que no era así. En realidad no sabía nada, solo sabía que tenía miedo. No quería volver a equivocarse con un chico, y tenía bastante claro de que cuando regresara a casa se enfrentaría a Dorian. No permitiría que ningún otro gusano la hidiera de muerte.

No pensaba tolerar que este la siguiera humillando, y golpeando solo por algo que no pudo evitar provocar. No era justo con ella, y en ocasiones hasta disfrutaba maltratándola.

Las agujas del reloj marcaron las ocho de la mañana, y la pelirroja suspiró a sabiendas de que tendría que volver a despedirse de alguien a quien no volvería a ver con vida. Odiaba las despedidas, sobre todo aquellas relacionadas con sus tributos. Aún podía recordar todos sus tributos. Sus nombres, sus personalidades, y sus muertes. Sobre todo de aquellos a los que les cogió cariño y después vió morir casi a la final de los Juegos: Tobías, Jersey ,Pearl... cuánto daño habían causado sus muertes a sus familias, cuántas miradas asesinas le habían dedicado a la pelirroja, cuantos lo siento debería repartir entre miradas tristes a su Distrito. ¿Cómo lo hacían los otros vencedores? Esos que se habían pasado los últimos quince años en los Juegos aconsejando a los tributos sin poder devolverlos a casa convertidos en vencedores. Debía ser horrible, ver como nunca consigues darles esperanzas o alguna oportunidad a tu propia gente. Que los familiares de tus tributos te mirasen sabiendo que gracias a tí nunca podrían regresar vivos. Solo había que echarle un vistazo a vencedores como Haymicht Abernathy con sus casi veinticinco años de fracaso en Juegos, o a los mentores del Distrito nueve que era sabido por todos que llevaban sin coronar a uno de sus tributos por más de treinta años. ¡Por más de treinta años!

Revenge ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora