I ━ Secuelas

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CAPÍTULO UNO
SECUELAS

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LAS VERDES, PERO TAMBIÉN AZULADAS olas de agua salada se mecían al viento cerca de los pies de Mélode

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LAS VERDES, PERO TAMBIÉN AZULADAS olas de agua salada se mecían al viento cerca de los pies de Mélode. Los pies de la pelirroja se encontraban enterrados en la arena húmeda, y sus ojos —del mismo color del agua— se perdían en las lejanías del mar.

Su mente envuelta en pensamientos confusos la hacían parecer una extraña aquella mañana. Casi involuntariamente, sus dedos habían cobrado vida por sí solos, y  trazaban absurdas líneas en la arena húmeda, tal vez de forma inquieta. Sin embargo aquello era la menor de sus preocupaciones en aquellos momentos.

En un gesto cansado se llevó las manos a la cara,y restregándose los ojos, dejó escapar un leve suspiro; era día de la cosecha. Lo sabía perfectamente, y aunque no podía, no paraba de fantasear con la idea de levantarse, y escapar de todo; de los Juegos, del Capitolio, de las miradas inquisitivas, y a veces reprochables que la gente le dedicaba. Tan sólo buscaba algo de libertad, aunque solo durase unos pocos minutos.

Las imágenes de su última pesadilla aún se proyectaban cuando volvió a cerrar los ojos. Ella cubierta de sangre siendo aclamada por Panem entero. El cuerpo mutilado y destrozado de su antiguo aliado, el olor de su sangre.

La pelirroja se obligó a ponerse de pie, y agarrando sus sandalias blancas, con alas en cada lado ; se dispuso a caminar por la orilla del mar. Como cuando era pequeña, y realizaba —lo que su padre llamaba— excursiones marítimas.

Aquello siempre conseguía relajarla. Caminar por la arena húmeda mientras sus pies eran refrescados por las primeras olas de la mañana. La brisa marítima le perturbaba el cabello, tan rojo, y sedoso como si hubiese salido de entre la espuma como la Diosa Afrodita. La Reina roja la llamaban en el Capitolio. Un apodo que odiaba, pero que delante de las cámaras la hacían brillar como el mismo sol.

«—Ardes como el fuego, y en sus miradas resplandeces como el Fénix—» Le decía su abuela cuando esta era más joven.

La pelirroja nunca había entendido el significado de aquellas palabras. Al menos, no hasta que ganó los Juegos. Ahora se reflejaba en ellas, y las repetía cada vez que alguien osaba hacerle daño, o menospreciarla. Algo que hacía a menudo, cuando podía permitirse unos momentos de debilidad. Después solía cantar una canción que siempre le cantaba de pequeña. Siempre en voz baja, siempre y cuando ; se sintiese rota.

Una flecha de Cupido

Y mi pecho atravesar

Y ya nada me consuela

Como mi marino audaz

Venid ya, bella doncella

No importa quien seas

Revenge ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora