Le sonreí y me sonrió. Pero yo no estaba segura de por qué. Simplemente no comprendía por qué me había besado, como dije antes, no soy exactamente una modelo, ni me visto ni luzco como tal. Mi cutis es horriblemente imperfecto, mi nariz demasiado gorda, mis manos demasiado grandes lo que no se ve para nada sutil al igual que mis pies. A decir verdad lo único con lo que contaba eran mis ojos verdes grisáceos, la única parte de mi cuerpo que me gustaba. Kat me ha dicho que para algunos es sexy que sea alta y tenga piernas largas, pero para mí no es así. Mis piernas son muy blancas y desentonan con el resto de mi cuerpo, siempre estoy de musculosa por lo que mis brazos son muy quemados pero a mis piernas nunca les llega el sol. Cuando voy a fiestas uso tacos bajos porque temo verme muy alta y me siento incómoda cuando la gente me mira. Y si esa era yo, así de imperfecta e insegura, ¿por qué Justin me había besado? Una vocecita chillona dentro de mi cabeza me dijo que él solo quería besar a alguien, no tenía el menor interés en mí. Y me estremecí. Y dejé de sonreír. Y Justin también.
– ¿Qué sucede? ¿Está todo en orden?
–Es que no lo comprendo
– ¿Qué no comprendes?
–Eres tan perfecto y yo tan… yo.
–Sí, eres tan tú y me encanta. Y yo no soy para nada perfecto, si lo fuera, jamás hubiera entrado a esa iglesia.
–Eres perfecto porque eres natural, bello y muy seguro… Yo no soy ninguna de esas cosas.
–Tú si eres natural, solo que no te gusta serlo. Tú no eres bella, eres mucho más que eso. Tú no eres lo suficientemente segura y por eso yo voy a protegerte. No eres perfecta y yo tampoco, tengo mis temores e inseguridades. Pero si hay algo de lo que estoy seguro, es que cuando estamos juntos, somos infinitos.
No pude responder, es que no sabía cómo. Solo una vez había leído sobre “sentirse infinito” y fue en el libro “Las ventajas de ser invisible” de Stephen Chbosky. No sabía lo que era sentirse así, hasta ese momento en que Justin lo dijo. Y volví a sonreír, porque yo también me sentía así. Justin me devolvió la sonrisa y corrió con sus dedos un mechón de pelo que se me caía en la cara y lo puso detrás de mi oreja. Besó mi mejilla y me miró a los ojos. Me sentía una tonta, no paraba de cuestionarme, acaba de conocerlo y no como en un cuento de hadas. Debía escapar de él, no “sentirme infinita”.
–Te amo Justin. – se escapó de mis labios y me arrepentí de decirlo. Él acarició mi cuello con su nariz.
–Me encanta que me ames. – respondió. Nuevamente se me cruzó por la cabeza que su plan era enamorarme para impedir que hablara o para usarme luego.
Me puse de pie y saqué el celular de mi mesita de luz. Le pedí su número y justo cuando terminé de agendarlo, recibí un mensaje de Kat.
<<Necesito verte ¡AHORA! Es urgente. CARA A CARA. Isa, hablo en serio. Xoxo. Kat. >>
Le pregunté a Justin si le molestaba ir a casa de Kat unos minutos y dijo que no había problema. Le dejé una nota a mi padre sobre la mesa, ya que no quería despertarlo de su siesta. Salimos fuera y no tardamos más de 15 minutos en llegar. Toqué la puerta pero no parecía haber nadie adentro. Esperamos un rato y al fin escuchamos el ruido de llaves del otro lado de la puerta. Esperaba ver a su padre, o su madre, o su hermano menor Max. Ella casi nunca abría la puerta, y esta vez tampoco lo hizo…
– ¿RYAN? – dije al unísono con Justin. Él rió y nos invitó a pasar.
– ¿Dónde está Kat? – pregunté, aunque en realidad era mi menor duda.
–Está arriba vistiéndose.
– ¿Vistiéndose? – él sonrió tímido pero yo me preocupé por ella. Tenemos 16 años y ellos 19 y no estaban lejos de los 20. No es correcto desde ningún punto de vista. Tal vez solo estaba imaginando lo que no había pasado pero no sabía como preguntarlo.