Corrí fuera de la cabaña hacia la autopista, de regreso a casa. Miré hacia atrás un par de veces y Justin no estaba allí, no estaba siguiéndome. Aún caían lágrimas que no sequé, sabía que seguiría llorando de todos modos.
Comencé a hacer dedo pero casi no pasaban autos. Seguí caminando hasta que ya siquiera se veían las cabañas. Estaba sola. Ni siquiera sabía cómo volver, solo quería alejarme de Justin, esperaba ver algo conocido más adelante. De repente pude ver un auto acercarse de frente hacia mí. Iba a detenerlo pero entonces lo reconocí, el auto de mi padre. Corrí hacia los crecidos yuyos y me senté agachando la cabeza, esperando no ser vista. No es como que me creyera la historia de Justin, pero tampoco quería ver a mi padre. De todos modos era muy extraño que mi padre estuviera en Potrerillos, ¿acaso me espiaba? Muchos padres son esquizofrénicos con sus hijas y sus novios, y tal vez el mío lo era también un poco, pero después de haber oído la demente historia de Justin todo parecía extraño para mí.
Una vez que el auto ya no podía verse me levanté, me sacudí un poco y seguí mi camino. Estaba aterrada, no creo que sea algo seguro estar paseando por una ruta desértica haciendo dedo a los pocos autos que pasaban, pero hay gente que lo hace siempre, ¿verdad? Entonces, no podía estar tan mal.
Al cabo de algunos de minutos, sentí ruedas detrás de mí. Suspiré de alivio aunque en realidad no tenía esperanzas de que frenara. Sin siquiera voltear a ver el auto, puse el dedo mientras seguía caminando con total desánimo. Escuché a mi lado las ruedas frenando abruptamente y voltee con entusiasmo. Justin. No hace falta decir que mi entusiasmo desapareció al instante.
– ¿Qué otras mentiras vienes a contarme? – dije casi gritando con rabia.
–Sube al auto ahora mismo, esto es serio.
–Solo esperaré al próximo auto.
–El próximo auto es tu padre y le siguen otros tipos para nada contentos. ¡Sube al auto!
Si bien no comprendí muy bien lo que quiso decir, sus ojos de pánico me hicieron saber que realmente algo no andaba bien, así que obedecí y subí rápidamente al auto. Ni bien terminaba de cerrar la puerta y Justin ya estaba avanzando a toda velocidad por la autopista. Esta vez sobrepasábamos la máxima velocidad por bastantes números.
–Ni siquiera se ve, ya no mientas ¿mi padre realmente viene allá atrás?
–Sí, pude escapar de la situación antes de que lo notaran y logré algunos minutos de ventaja.
–Y estos “tipos para nada contentos” ¿de dónde salieron? ¿Por qué son peligrosos?
–Lizzy, aquí todos quieren lo mismo, el dinero de la iglesia. En cuanto te fuiste, dos tipos entraron, saben que estoy en esto con tu papá, lo que no saben es que aún no tenemos el dinero. Intenté decirles pero no fueron nada agradables.
Lo observé con atención y noté que tenía un pequeño corte arriba de la ceja aún sangrando y raspones en el cuello. Al menos que se golpeara a él mismo, no mentía.
– ¿Y mi padre? – pregunté con la voz más temblorosa de lo que deseaba que se escuche.
–Entró abriendo de una patada la puerta, fue a “suplicar” que no te contara la verdad. Pero con estos tipos allí las cosas se nos complicaron. Tu papá está odiándome ahora y los otros dos tipos a tu padre y a mí.
– ¿Y si yo bajara del auto ahora? Es decir, la cosa es entre ustedes y tú me estas involucrando.
–No lo sé Lizzy, si alguno de ellos te ve por la ruta, o donde sea, podría usarte, raptarte para que tu padre les dé el dinero.
– ¿Y por qué me alejas de mi padre? Él jamás me haría daño.
–Donde esté él, está el peligro para ti.
Permanecí callada durante unos minutos, digiriendo todas sus palabras. <<Donde estás tú está el peligro para mi>> pensé. Fui consciente de cómo temblaba mi cuerpo. Había cosas que aún no comprendía. Como por qué mi papá me llamaba “ilusa princesa”. Muchas cosas estaban mal, pero eso me destrozaba. Si todo era invento de Justin, yo ya me lo había tragado y ahora quería saber cada detalle. Sentía cólera con respecto a mi padre, pero al mismo tiempo quería abrazarlo fuerte y que me dijera suave al oído que todo estaría bien, y que me besara la frente y acomodara mi cabello.
– ¿A dónde estamos yendo? – pregunté rompiendo el tenso silencio.
–A casa de tu amiga Kat. Ryan está ahí, ya saben que vamos. Estacionaremos unas cuadras antes, en algún callejón, lo demás lo caminaremos rápido. Y será mejor que te prepares: tendremos que contarle la verdad a Kat.