Capítulo 3

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Me desperté con el fuerte sonar de la alarma de mi celular. Me levanté rápidamente de la cama y apagué la alarma, luego me quité los pantalones y me puse unos jeans. Enseguida me quité la remera para ponerme la del colegio.

– ¿Qué hora es? – Escuché detrás de mí. Mierda, olvidé la presencia de Justin. Avergonzada me puse rápidamente el uniforme.

–Las 7 a.m. – respondí ruborizada.

–Tienes un lindo abdomen Lizzy, eres sexy semidesnuda. – dijo con la voz ronca y burlona.

–Ay, cállate Bieber, mejor levántate y vete de mi casa.

–Solo bromeaba… ¿Cómo sabes que mi apellido es Bieber?

–Bueno… Tal vez leí algún mensaje que recibiste anoche.

– ¿De quién? ¿Mi mamá? – se apoyó sobre los codos y frotó sus ojos.

–No. Supongo que era con quien estabas anoche, un tal Ryan.

–Oh si… ¿le has respondido?

–Solo le he dicho que estas bien y no te han arrestado.

–Buena niña, pero no vuelvas a tocar mi celular. ¿Dónde queda tu colegio?

–Son solo siete cuadras de aquí, pasando el teatro… No es un barrio muy grande.

–Genial, vivo a una cuadra del teatro, ¿podemos ir juntos?

–Claro. – No podía decir no, debía sacarlo de mi casa.

–Perfecto, mi mamá no mira mi habitación hasta las 9 que es la hora en la que suelo levantarme, así que llegaré a tiempo.

– ¿Te levantas a las 9? ¿No vas al colegio?

–No Lizzy, yo ya terminé la secundaria… Aún no comienzo la facultad. – se encogió de hombros y se levantó de la cama. No soy la única que revela información a un extraño después de todo. – ¿Tienes ropa que me prestes? No puedo salir igual que anoche, solo por precaución.

–No tengo pantalones que puedan quedarte, pero tal vez puedo conseguirte alguna remera de mi padre.

Ambos nos dirigimos a la cocina y preparamos el desayuno. Solo pude observarlo bebiendo café, pensativo, maldiciendo por lo bajo. No me animé a hablarle, pero no paré de analizarlo durante todo el desayuno. Al terminar me dirigí a la habitación de mi padre y busqué en su placar. Sabía que en uno de sus cajones, había remeras que le quedaban ya chicas, pero nunca las regalaba o tiraba, siempre las guardaba y no hacía nada al respecto, no sé por qué, mi papá es un acumulador. Saqué una remera blanca musculosa al cuerpo. Volví a la cocina y se la dejé apoyada en el hombro. Inmediatamente él se quitó la remera que llevaba puesta. –Tú me muestras tu abdomen y yo el mío– sonrió. Realmente tenía un físico envidiable y aún más tatuajes en el pecho que no pude ver con claridad. Se puso la remera que le di y le quedó a la perfección. Sus fuertes brazos resaltaban con aquella remera y dejaba al descubierto todos los tatuajes de su brazo que con la luz del día, pude examinarlos mejor.

– ¿Nos vamos? – pregunté intentando resistirme a seguir mirándolo de aquella manera.

–Claro, se te hará tarde.

El camino fue completamente silencioso hasta que llegamos al teatro. Allí debíamos separarnos y la verdad es que estaba aliviada.

– ¿A qué hora sales del colegio? – preguntó antes de despedirse.

–A las 13.30. – respondí. – ¿Para qué quieres saber?

–Tal vez venga a buscarte, ha sido agradable conocerte Lizzy.

Fuera de PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora