Al cabo de unos 10 minutos Kat llegó a casa y bajó al sótano reuniéndose con nosotros.
– ¿Siguen aquí abajo? Ya no hay nadie en casa.
– Lo supuse, pero ¿Y tu hermano? – pregunté parándome para abrazarla.
–Vacacionando con un amigo, él sólo tiene buenos días. – me devuelve el abrazo con fuerza. –Lo siento cariño. – me susurró al oído.
– ¿Qué? ¿Por qué lo dices?
Kat paseó la mirada hacia Justin y Ryan que permanecían en los colchones.
–Eres su mejor amiga. –dijo Justin. –Tú sabrás cómo tratarla.
– ¿Qué tal si suben? Así podré hablar con ella.
Sin nada que decir ambos subieron y quedé a solas con Kat.
– ¿Por qué tanto misterio?
–Isa… Fui al hospital y…
–Ahórrate el cuento. Solo ve al punto. – la interrumpí. Un nudo comenzó a formarse en mi garganta.
–Él tiene un pulmón muy dañado además de muchos cortes con navaja, algunos demasiado profundos, ha perdido mucha sangre. Ahora está conectado a una de esas cosas que hace que respire artificialmente y van a tener que hacerle algo de transfusión de sangre.
Asentí, digiriendo lo que decía.
– ¿Mejorará?
– Es un proceso lento y… Doloroso.
–Mi papá está sufriendo.
–Seguramente le dan pastillas para el dolor Isa, él sí mejorará, solo tendrás que tener paciencia.
– ¿Por qué ellos simplemente no me lo dijeron? – señalé hacia las escaleras.
–Porque son unos cobardes. – ambas reímos, aunque algunas lágrimas comenzaron a caer de mis ojos. –Por favor, no llores, no aún.
– ¿Todavía no terminas?
–Esta es la parte realmente difícil.
–Kat… – suspiré y la abracé con fuerzas rompiendo en llanto sobre su hombro.
–Cariño… Tendrás que vivir en Buenos Aires mientras tanto. –Ella frotaba mi espalda con dulzura y su voz era tan suave que hacía parecer que las cosas no serían tan malas. Justin tenía razón, ella realmente sabía cómo tratarme.
– ¿Buenos Aires? – Dejé de abrazarla y sequé con mi puño mis mejillas. – ¿Qué voy a hacer yo en Buenos Aires?
–Tu tío te cuidará.
– ¿Mi tío Elmer?
–Si, por lo que entendí el Estado te pagará el viaje.
–Ven conmigo.
– ¿Yo? ¿Acaso estás loca?
–Kat, no puedo ir sola, Buenos Aires es gigante, me devorarán apenas baje del avión, por favor.
–Isabelle… Yo… Verás…
–Descuida – La interrumpí, recobrando la cordura. –Es una locura, lo lamento, es que esto me asusta mucho.
–Tranquila cariño, luego hablaremos de eso, te apoyaré en todo, verás. Pero primero debo decirte que también hay buenas noticias…
Mi corazón comenzó a latir fuerte. Al fin algo diferente para mi día.
–Pero vayamos arriba. Los chicos también deben oírla. – Un gritito de emoción se escapó de su garganta. Yo reí, porque de verdad eso me sonaba chistoso.
Ambas subimos las escaleras corriendo y encontramos a los chicos sentados el sofá del living… Sí, siempre tirados en algún lado. Me senté entre medio de ambos y Kat se puso en frente de nosotros. Con una sonrisa enorme paseó su mirada por cada uno antes de hablar.
–Hablé con la policía. ¡Ya atraparon a los tipos! No es como que vayan a encerrarlos 50 años, ya saben cómo es la justicia aquí, pero sí estarán algunos años, tal vez 4 o 5.
– ¿Y qué hay del dinero de la iglesia?
–Lo van a donar a escuelitas en las zonas más pobres. Resulta que cuando fui a la iglesia y no me dejaron pasar di un par de vueltas intentando descubrir que sucedía. Entonces noté que había policías armados por todas partes, en especial rodeando la iglesia. Había alguien adentro y claramente debían ser ellos. Cuando estaba por irme oí una gran cantidad de abucheos y al voltear vi a los tipos siendo llevados por la policía con las esposas y todo, juro que parecía una escena de película. –Rió. Estaba tan relajada… De hecho, todos lo estábamos.
Nos miramos unos a otros. Ya todo había terminado. No más dinero que buscar, no más hombres de los cuáles escapar, no más novio raro o padre disfrazado del cuál temer. Estábamos fuera de peligro. La mirada de todos comenzó a iluminarse, yo me paré al igual que Ryan y Justin, nos acercamos a Kat y de repente como un estallido nos abrazamos fuerte, muy fuerte. Jamás había sentido la felicidad de aquella manera, veía los colores más vívidos, nuestros sollozos de felicidad eran el sonido más dulce y las sonrisas eran lo más preciado por mi corazón en aquel momento.
Al separarnos Justin me tomó las manos y me miró a los ojos… Esos ojos. Una vez más sentí como mi cuerpo se derretía ante su mirada, y recordé todo. Lo recordé en la cocina aquella noche, lo recordé besando mi cuello en mi habitación, lo recordé debajo de mí mientras yo conducía en el auto, recordé sus pulgares secando mis lágrimas y sin previo aviso enrosqué mis brazos en su cuello y lo besé. Sus manos se posaron en mis caderas y nuestras lenguas se enredaron. Escuchábamos a Ryan y Kat aplaudiendo, riendo y diciéndonos cosas algo sucias. Luego despegué mis labios de los suyos y lo abracé durante un segundo.
–Te amo. – me susurró al oído. –Y si pudiera regresar y evitar esta horrible historia, de todos modos la hubiera repetido por ti y solamente por ti.
–Yo también te amo. –Susurré con la voz quebrada por la conmoción –Eres mejor aventura que he tenido.
–Dejen de camotear, dan ganas de vomitar. –Bromeó Ryan. Ambos nos separamos riendo como dos niños pequeños.
– ¿Qué tal Mc Donald’s para festejar? –sugirió Kat y todos estuvimos de acuerdo.
Nos dirigimos en micro hacia el centro y entramos a Mc Donald’s. Una vez sentados con nuestros pedidos disfrutando la adictiva comida chatarra, entre risas, chistes y el amor más sincero, me detuve a observarnos.
Ojalá mi padre hubiera estado allí. Ojalá hubiera estado con Ally. Ojalá ella limpiara kétchup de la boca de mi padre, con una enorme sonrisa en el rostro. Ojalá lo de Ryan y Kat hubiera sido real, ojalá estuvieran muy enamorados y felices. Ojalá Kat no hubiera sufrido por todo aquello y ojalá pudiera acompañarme a Buenos Aires. Ojalá irme no fuera la solución, ojalá pudiera quedarme con ellos. Es que aún siendo tan feliz, el mundo seguía girando con todo lo malo cargado en el. Y siempre sería así.
Mordí mi hamburguesa y sonreí.
–Ojalá ustedes sean eternos. – exclamé. Y todos sonrieron junto a mí.