Saliendo de Mc Donald’s nos dirigimos al hospital, ya podía verlo sin más preocupaciones que él. No dejaron entrar a Kat, Ryan y Justin pero sí a mí. Todo estaba muy tranquilo allí adentro. Mi papá tenía esa cosa rodeando su boca y su nariz para que pudiera respirar, lo que me hizo dar náuseas durante algunos segundos. Me senté a su lado y acaricié su mano.
–Voy a echarte de menos mientras esté en Buenos Aires. – exclamé. Él estaba inconsciente, pero sabía o presentía que podía oírme. –Eres el padre más increíble que una chica podría tener. Y te perdono todo y ya no estoy enojada contigo. – Guardé silencio durante un momento, observándolo. Luego me incliné y besé su frente. –Te amo papá.
Saqué mi celular y me saqué una foto junto a él. Guardé el objeto nuevamente en mi bolsillo y lentamente salí de la habitación. Kat, Ryan y Justin esperaban de pie frente a la puerta.
–Ya podemos irnos. –dije con voz suave. No sentía tristeza, sino nostalgia por cada momento anterior a toda esa locura.
Al salir del hospital un hombre vestido de traje negro se acercó serio hacia nosotros.
– ¿Isabelle Mahenson?
– ¿Si?
–Toma, esto es para ti. – sacó por dentro de su traje un sobre y me lo entregó. Sin nada más que hacer o decir se retiró. Al abrirlo encontré dentro mi pasaje para ir a Buenos Aires, la dirección de mi tío y las llaves de casa de mi papá. Tenía fecha para el día siguiente al mediodía. Volví a meter el pasaje en su lugar y abracé con fuerza a Ryan. Él me dio aliento y frotó mi espalda con ánimo. Luego abracé a Kat y por poco no vuelvo a llorar de nuevo. De verdad iba a extrañarla. Ella besó mi mejilla muchas veces y yo no paraba de decirle que hablaríamos constantemente y estaríamos al tanto de absolutamente todo. Luego me dirigí a Justin pero él no me dejó abrazarlo.
–Te acompañaré a casa. Te ayudaré a empacar.
Asentí con la cabeza y tomé su mano. Observé a Kat, tenía los ojos llorosos y eso me destruyó pero no dije nada. Solo sonreí y sacudí la mano en forma de despedida mientras ella se dirigía hacia un lado, Ryan hacía otro y Justin y yo rumbo a mi casa.
Paz, mucha paz y olor a encierro. Eso es lo que se sentía en mi casa. Sin decir una palabra ambos nos dirigimos a mi habitación. Con ayuda de Justin bajé una enorme valija de arriba de mi armario y también mi billetera. Comenzamos a vaciar mi ropero y comencé a hacer una selección de ropa. A penas puse un par de vestidos y solo un par de zapatos altos. Puse casi todas mis remeras y pantalones, menos aquellas prendas que ya estaban gastadas o de verdad hacía mucho tiempo que no usaba. Justin fue de mucho apoyo ayudándome a ordenar. Al cabo de una hora ya estaba todo listo. Cerré la valija y la dejé en un rincón. Ambos nos sentamos en la punta de la cama, uno al lado del otro.
–A mí también me llamarás a diario, ¿Correcto? –reí.
–Claro que lo haré, tal vez debas cantarme por las noches, Justin.
–Creo que es una excelente idea. – me miró fijo a los ojos, acarició mi barbilla y lento fue acercándose a mí. Mordió suavemente mi labio inferior… –Te amo. – susurró y volvió a morderme. Metió su otra mano por debajo de mi remera y acarició mi vientre mientras su frente permanecía pegada a la mía. –Te amo Lizzy. – volvió a susurrar. Sacó su mano y acarició mis piernas, luego las tomó y con un simple movimiento quedé sobre sus muslos.
Hundí mi nariz en su cuello y el siguió acariciándome, las piernas, la panza, la espalda… Lentamente se acostó en la cama llevándome junto a él. Me acomodé de modo que quedé a su lado. Ambos mirábamos el techo.
–Iré a verte. Estaré buscando dinero para viajar a Buenos Aires.
–Intenta que sea trabajando y no entrando a hurtadillas a una iglesia.
–Ni me lo recuerdes. –Ambos reímos.
–Se un buen chico en mi ausencia. – lo regañé bromeando. Él dejó de mirar hacia el techo y posó los ojos en mí y yo en él. Sonrió.
–Jamás volveré a entrar a una iglesia.
–Eso no suena a un buen chico a decir verdad…
–Pero lo digo enserio, y ¿sabes qué?
–Dime.
–La próxima vez que entre a una iglesia, será para casarme contigo.
–De verdad voy a extrañarte. – dije casi en un susurro. Rodé en la cama, apoyé mi cabeza en su pecho y lo abracé por la cintura. Él me rodeó con su brazo y acarició mi cabello. Silencio. Paz. Amor. Podía sentir todo aquello. Ojalá hubiera durado por siempre.
–Deberíamos darnos un baño. – dijo Justin de repente. No lo había pensado antes, pero tenía razón. No nos habíamos dado ni una pequeña ducha desde antes del viaje a Potrerillos. Comencé a sentirme pegajosa, sucia y a percibir olor a tierra.
–Tienes razón. – me levanté y tomé la bata que se encontraba tirada sobre la silla del escritorio.
– ¿Quieres bañarte primero?
–Quiero bañarme contigo.
No dije ni una palabra. Simplemente salí de la habitación y entré al baño. Justin fue detrás de mí. Colgué la bata, corrí la cortina de baño y abrí la canilla. Me desnudé. Él también lo hizo.
El agua recorriéndonos, su cuerpo pegado al mío, sus manos acariciándome, la espuma cayendo por nuestros cuerpos… ¿Qué puedo decir? Fue la mejor despedida de todas.