Olivia

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- !Atención a todas las unidades! ¡Persecución en vía pública en el Paseo de la Castellana a la altura del estadio Santiago Bernabéu, dirección Plaza de Castilla! - la voz de la emisora de radio informaba de los hechos acontecidos.

- Vamos para allá - corté el walkie y aceleré el Mercedes Clase C que tenía como inspectora jefe de la Policía Nacional.

- ¿Crees qué son ellos, Alba? - preguntó el inspector Garrido que me acompañaba en la misión.

- Ojalá, Joan  -contesté a mi compañero-. Estamos siempre a punto de cazarlos, pero cuando parece que van a caer en la trampa siempre acaban adelantándonos por la derecha. No sé como lo hacen, pero siempre se anteponen a nuestros movimientos -bufé indignada. Llevábamos varios meses detrás de un caso de narcotráfico y temíamos que detrás de todo había un pez gordo de la alta aristocracia de nuestro país.

- ¿Piensas en que puede haber un topo?- expresó temeroso el funcionario.

- Ya no me fío ni de mi propia sombra - confirmé sin dejar de mirar el tráfico.

- No sé en que posición me deja a mi eso, jefa - dijo con cierta indignación el balear.

- Tranquilo, Joan. Antes que mi compañero eres mi mejor amigo, pero si te atrevieras a traicionarme te cortaría los huevos con la guillotina de los DNI y los expondría como trofeo de feria en la sala de tiro - amenacé sin rodeos.

- Tú si que sabes intimidar, jefa - contestó acojonado el policía-. !Mira, es ese! - señaló Joan un coche de alta gama que zigzagueaba por toda la calle perseguido por una patrulla de la Policía Nacional-. Se creerán que pueden pasar desapercibidos con un Hummer rojo - ironizó mi compañero poniendo la sirena en el capó del coche.

- Me gusta más en rosa, pero hay que reconocer que tienen clase - bromeé-. !Agárrate, Joan! - avisé al balear antes de meter sexta y acelerar al máximo. Los coches se iban apartando a nuestro paso y era una suerte que hubiera poco tráfico-. Sujeta el volante - le pedí a Joan mientras cargaba mi pistola y bajaba la ventanilla. Cuando estábamos a una distancia prudencial, apunté hacia una de las ruedas traseras y disparé. La rueda reventó y el coche al que perseguíamos empezó a desestabilizarse chocando contra la mediana. El vehículo frenó para evitar volcar y los dos ocupantes del coche salieron aturdidos. 

- !Alto, policía! - exclamé-. !Las manos donde las podamos ver! - grité al bajar del coche y apuntar a los sospechosos.

- Inspectora Reche... - dijo con sorna el detenido mientras se arrodillaba en el suelo y ponía sus manos por detrás de su cabeza.

- Miki... - dije sorprendida. Habíamos dado caza a uno de sus cabecillas y no era nada más y nada menos que un antiguo compañero de la comisaría, que tras infiltrarse en una organización terrorista, decidió abandonar el cuerpo. Vas a pasar unos cuantos años en prisión - le informé orgullosa por un lado y decepcionada por otro al ver en lo que se había convertido.

- Yo no estaría tan seguro - dijo con altanería mientras mis compañeros lo exposaban y lo metían al coche patrulla.

- Estás detenido por tráfico de drogas, desobediencia a la autoridad y un delito contra la salud pública - le ignoré sus aires de superioridad-. Tienes derecho a guardar silencio, sino puedes permitirte un abogado se te ofrecerá uno de oficio... - y así seguí leyéndole los derechos que tenía como detenido.

- Buen trabajo, jefa - me felicitó Joan mientras guardaba dos maletines llenos de droga en el maletero de mi coche. Miki y Joan nunca se habían llevado bien y su cara de satisfacción era obvia.

- Eres un calzonazos, Garrido - gritó Miki antes de que lo metieran a la fuerza en el coche patrulla-. No sé como permites que una mujer sea tu superiora - se burló de mi compañero.

Moonlight (one-shots Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora