Stalingrado III

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Las tropas alemanas avanzaban rápidamente hacia la ciudad de Stalingrado. El clima fresco de agosto y septiembre estaba empezando a convertirse en frío glaciar conforme pasaban los meses. Hitler no había contado con las extremas temperaturas a las que tendrían que enfrentarse las tropas alemanas y ese error de cálculo dejó bastante desprotegidos a los soldados que estaban al mando de Granch y Von Rubira.

- No me creo que el Fürher no haya contado con el frío que está empezando a hacer ya, Tinet - se quejaba Paul Granch desde la base de Rostov del Don. Ya se encontraban en tierras soviéticas y estaban invadiendo cada una de las ciudades por las que el gran ejército alemán pasaba.

- Si nos hubiera mandando al matadero no habría desplegado a más de tres millones de soldados, Paul, no seas mal pensado... - rebatió Tinet ante la desconfianza de su compañero de ofensiva.

- Cada día pienso que al Fürher se le está empezando a ir la situación de las manos... - dijo temeroso ante la cara sorprendida del mariscal Von Rubira.

- Eres muy joven aun, Paul, pero Hitler sabe lo que hace. Quiere hacerse con el control del Cáucaso y su petróleo, ¿te imaginas lo que supondría para la económica del imperio disponer de una de los yacimientos petrolíferos más importantes de todo el continente? - preguntó y Paul asintió-. ¡Vamos a ser los más poderosos del mundo, amigo! - exclamó estrechando a Granch contra sus rechonchos brazos.

- No debemos fiarnos de los soviéticos, ellos juegan en casa y están preparados para este clima hostil... - avisó nervioso-. Además están las comandantes Lacunzarova y Rechosvki al mando...

 - No me voy a acojonar delante de dos desviadas - dijo tajante Tinet-. No sé como Stalin permite semejante aberración. !Mujeres al poder de los ejércitos y encima con una orientación sexual antinatural! - la homofobia del mariscal era puro odio hacia las soviéticas-. Pero nosotros multiplicamos por diez a sus tropas y tenemos mejor artillería que ellos - intentó convencer Von Rubira a su compatriota, que nos las tenía muy consigo-. No sabes las ganas que tengo de derrotarlos y enseñarles a esas dos lo que es una buena polla - se tocó sus partes nobles de forma obscena tras esas palabras-. Te dejo elegir y todo, Paul. ¿Qué prefieres, a la rubia o la morena? - empezó a reír perversamente sin saber lo que les esperaba a unos cien kilómetros de su posición. 

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El general Stalin dió el visto bueno a la Mariscal Galerova para dejar en manos de ambas promesas de la militancia soviética la defensa de la URSS . Las órdenes que habían dado las comandantes Lacunzarova y Rechosvki se estaban cumpliendo a la perfección. Todo ello gracias también al trabajo de las capitanas Villarova y Adaliova. Se habían desplegado estratégicamente los puestos de los francotiradores y se había conseguido evacuar a toda la población. Se habían destruido todos los medios de comunicación fijos de la ciudad y se había conseguido desmantelar las fábricas de armamento activos en tiempo récord. 

Las noticias del acercamiento alemán puso en alerta a las comandantes, que se encontraban en la base de Stalingrado. Estaban a finales de noviembre y el frío ya empezó a hacer estragos. El río Volga empezó a congelarse, por lo que el traslado a través de embarcaciones ya no era posible. Empezaban los operativos a pie y la torre de comunicaciones de la base echaba humo. 

- ¡Ya están aquí! - la voz de Mamen Marquev llenó la sala de operaciones. La teniente era la encargada de dirigir a las tropas en las trincheras del Frente del Don, la mano derecha de la Comandante Rechosvki.

- ¡Ya sabéis lo que tenéis que hacer, Marquev!¡Qué comience la fiesta! - gritó la comandante Rechovski desde el terminal de radio-.

- !A sus órdenes, mi comandante! Cambio y corto - contestó la teniente. Ahora solo quedaba esperar.

Moonlight (one-shots Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora