Cuando el amor es un pecado y otras tragedias incongruentes

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7) Crimen de odio

Margarita González era una de las periodistas más profesionales que México había dado. Ella se dedicaba en cuerpo y alma a indagar la verdad acerca de los casos más escalofriantes que sucedían en el país.

Es por eso que cuando le pidieron investigar un crimen de odio algo popular, no dudó ni por un segundo en viajar hasta Oaxaca para entrevistar a uno de los principales involucrados.

Al llegar a la ciudad, su primera visita fue a la famosa Panadería Córcega, donde un hombre de 46 años, sombrío y con los ojos más tristes del mundo, la recibió.

-Buenas tardes, la especialidad del día es la tarta de chocolate blanco con frutas de temporada y el café con especias. Le dejo el menú, en un minuto regreso.

-Buenas tardes... yo, en realidad vengo porque me dijeron que aquí podía encontrar al señor Aristóteles Córcega.- lo detuvo ella.

Aris se le quedó viendo atentamente, tal vez intentando recodar si la conocía de algún lado, preguntándose porqué el interés en él.

-Soy yo...digame, ¿qué necesita?

-Aahh señor Córcega, me llamo Margarita González y soy corresponsal del periódico La Luna de México–le extendió la mano que Aris estrechó con una mueca de desconfianza –Venía a pedirle que me concediera una entrevista sobre el asesinato de...

-No... -interrumpió el hombre, sabía exactamente lo quería la mujer y él no estaba dispuesto a desenterrar su pasado delante de una desconocida –Le voy a pedir amablemente que si no quiere nada de tomar o comer, se retire. En este local hay nombres que no se han vuelto a pronunciar en 20 años y ésta no será la primera vez. Con permiso. –y se alejó de ella sin dejarla decir ni una palabra más.

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Aquel primer encuentro no había sido para nada lo que Maggie había imaginado.
Aún así, se quedó un rato en la panadería con la esperanza de que el hombre volviera a aparecer, pero sin éxito, pues él se fue y en su lugar se quedó una mujer unos 10 años más grande que él que, según le dijo, se llamaba Linda.

No se desanimó, afortunadamente había reservado una semana entera en el Estado, por lo que al día siguiente lo volvió a intentar. Aunque sin lograrlo, porque por más que estuvo cazando a Aris, éste no apareció.

Gente iba y venía de la panadería, lo mismo con las personas que la atendían, pero no había rastro de la persona que ella buscaba.

Por la tarde de su tercer día en Oaxaca, se fue a sentar en una mesa de la pandería algo apartada. En su cabeza ya no sólo existía la inquietud y curiosidad sino también el porqué Aristóteles se negaba a hablar y escucharla; ella tenía una buena causa, quería conocer su historia para contarla, sacarla a la luz y exponer las injusticias que dos hombres inocentes habían vivido.

En esos pensamientos estaba hundida, con la mano posada en su barbilla cuando el hombre que tanto buscaba salió de la trastienda.

-¡No lo puedo creer! –se dirigió hacia ella con un grito que espantó a más de uno -¡¿No le dije que no la puedo ayudar?! ¿Qué hace aquí? ¡Usted no va a obtener nada de mi! ¡Lárguese!

-Señor Córcega, por favor, yo...

-¿Qué está pasando, Aristóteles? –se acercó de inmediato Linda -¡Estás asustando a los clientes! –le dijo en un susurro enojado a lo que Aris simplemente dio media vuelta y se fue –Le ofrezco una disculpa... es más, la cuenta de hoy corre por nuestra parte.- le dijo muy apenada.

-No pasa nada, de verdad... yo sólo quisiera tener una pequeña conversación con él...

De pronto, pareció que a Linda le había caído el veinte –Aaahh, ¿así que usted es la periodista? ¡Con razón mi primo está así?

Historias con orgullo [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora