•Bonus•

237 26 2
                                    

Un hombre de 76 años dormía en un mediocre intento de cama. Tenía una pesadilla donde un chico de 16 años le sonreía malévolamente. Se acercó a él sin miedo, con arrogancia. El chico extendió una mano que su cuerpo quiso tomar sin entender muy bien porqué; siguió avanzando mientras que su visión se volvía borrosa. Parpadeó dos veces y la cara de la persona frente a él estaba ahora ensangrentada, pero sin perder esa sonrisa socarrona

-Ven... - escuchó -ven, no tengas miedo... -Su mente le rogaba ser precavido, no hacer caso, no confiar... pero su cuerpo se movía solo, sin obedecer; se acercó más y más hasta que estuvo a centímetros del chico. Una de sus manos viajó hasta su cara, tocó la sangre fresca que emanaba de quien sabe dónde
-¿Ves lo que provocaste? Esto tú lo hiciste, ¿recuerdas? -le dijo la misma melodiosa y dulce voz. El hombre se apartó de un salto, pero aquella sangre se derramó por sus manos, sin cesar -¿Asustado ya? -una mueca y una carcajada fue lo último que recibió antes de ver oscuridad pura.

El hombre despertó sobresaltado, empapado en sudor, con el corazón desbocado, latiendo muy veloz contra su piel. Se revisó las manos, limpias; se tocó el pecho y luego limpió un poco su frente. Después de eso, no pudo volver a dormir.

A las 5am en punto, en la Prisión Central de Oaxaca, los policías despertaban a los reos chocando sus macanas contra los fríos barrotes.

Cuando todos se encontraban de pie, les daban una ducha a manguerazos con agua helada y después un desayuno que no tenía sabor alguno.

El hombre que había tenido la horrible pesadilla se encontraba solo en una mesa, alejado de sus compañeros, pues estaba de muy mal humor.

Jugaba con la insípida comida, evadiendo meterla a su boca, cuando un reo se acercó a él.
Cargaba en sus manos un papel, parecía un periódico, pero no le prestó mucha atención.

-Ahora si, Odiofaz, ya te cargó el payaso. –le dijo mientras le aventó el papel. Éste no le hizo caso y se metió un bocado a la boca, mirando al lado contrario. Burlonamente, su compañero regresó a su mesa.

Entonces la curiosidad del hombre despertó. Se fijó en que nadie lo estaba viendo y tomó el periódico.

Primera plana: Cuando el amor es un pecado y otras tragedias incongruentes

Un artículo entero se desplegó debajo de éste. Palabras y palabras que contaban una historia de terror, un amor, un asesinato, un culpable pagando su condena. Su nombre, por primera vez, fue puesto con todas sus letras: Audifaz Córcega Sierra asesinó a Cuauhtémoc López Torres en un acto de homofobia.
Siguió leyendo, su hijo, Aristóteles Córcega Castañeda había decidido hablar por primera vez, contando con detalles el triste episodio que tuvo que vivir gracias a él. Se sintió avergonzado de la horrible acción que cometió años atrás, pues por primera vez, se vio a sí mismo como el monstruo que era.

Última línea: ojalá y este hombre no pueda volver a dormir nunca más o me veré obligada a preguntar ¿cómo es posible vivir día a día sabiendo que cometió un asesinato? ¿cómo puede dormir con tranquilidad sabiendo que le arrebató la vida a un joven inocente cuyo único pecado fue enamorarse de su hijo? Sinceramente, yo no podría. Yo no podría.

Audifaz dejó resbalar por sus manos aquel periódico, negando con la cabeza, tratando de que aquellas preguntas no se apoderaran de ella. Pero fue imposible, las palabras leídas esa mañana lo atormentaron día y noche sin dejarlo dormir o respirar, hasta el día de su muerte. Y aún así, nunca se hubiera imaginado que después de la vida seguiría pagando su condena en un infierno hecho especialmente para él.

Historias con orgullo [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora