Nada que curar 2

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Pero ni todas esas horas con ellos ni nada podía hacer de aquella una grata experiencia. La paciencia de Temo era poca y poco a poco lo iban cansando con sus estúpidas letanías de las cuales salía un enorme discurso de odio que lastimaban a todos los que estaban encerrados ahí, con él.

Y así fue como la gota que derramó el vaso llegaría al cumplir un mes exacto de encierro.

-Bien, Cuauhtémoc, dinos, ¿tu padre ha estado ausente en tu vida? ¿Crees que eso te ayudo a involucrarte con un hombre? ¿Te confundió? –le preguntó el 'terapeuta' frente a todos sus compañeros; Temo se sintió humillado, expuesto; comenzó a sudar mientras trataba de seguir el consejo de Aris: decir mentiras convincentes para que dejaran de preguntarle. Pero esas acusaciones iban más allá de lo que él podía manejar.

-¿Qué? No, ¡nada de eso! Mi papá... es un buen hombre y yo...

Aquel disque doctor recurrió entonces al expediente del chico, algo debía de encontrar en él, y así fue –¡Ahhh, así que tú eres el niño que es huérfano de madre! Entonces por ahí debemos empezar, ¿crees que la ausencia de la mujer más importante de tu vida te hizo creer que necesitabas el amor de un hombre?

-¿Qué? Pero... mi mamá no tiene nada que ver, ella... yo sé que... -la voz de Temo se rompió por completo, mientras las lágrimas se asomaban por sus ojos y la respiración se le aceleraba –Quiero irme... necesito salir a tomar aire... por favor...

-Nadie sale del salón hasta que acabe la sesión, eso ya lo sabe, joven.

Pero Temo se sentía asfixiado entre aquellas cuatro paredes, lo único que quería era salir de ahí... y eso haría. Se paró y salió rápidamente del cuarto. El doctor iba a ir tras él, pero el cuerpo de un muchacho lo interceptó.

-Cuauhtémoc le dijo que necesitaba espacio. –le dijo firmemente.

-Apártese, señor Córcega, apártese si no quiere sufrir un castigo.

La mente de Aris se congeló por un momento, sabía exactamente a lo que se refería aquel hombre al decir 'castigo' y el miedo alertó su mente. Se sentía el ser más débil y vulnerable del mundo, a punto de rendirse, fallarle a Temo, cuando sintió el cuerpo de un hombre y una mujer detrás de él, apoyándolo.

Temo corrió hacia la recepción y fue una verdadera suerte que la señora no estaba, así que pudo agarrar el recipiente de plástico, buscar su celular y corrió hacia la oficina del director, también vacía, poniendo el seguro en la puerta.

Una serie de gritos y peleas se escuchó afuera, Temo lloraba deseperado, sentía que el tiempo se le iba, sería atrapado y no podría irse nunca de ahí.

Con los dedos temblorosos marcó el celular de su papá; bastaron dos timbrazos para que el hombre contestara.

-Pa...pá... -tartamudeaba Temo, hecho un mar de llanto.

-¿Temo? ¿Temochas, hijo? ¿Qué pasa? Te escuchas muy mal, me estás asustando.

-Papá, ven por mi, por favor, yo ya no puedo estar aquí... por favor, te lo ruego... -sollozaba amarga y desesperadamente.

Un nudo en la garganta y en el estómago se instaló en el hombre; de pronto, el escuchar la voz cortada y angustiada de su hijo, lo hizo reaccionar –Si mi vida, si mi'jo, yo voy por ti. Espérame. –y colgando el teléfono, corrió hasta su carro. Mientras Temo se quedó en el piso llorando.

Después de unos minutos, logró recuperarse; se enjugó las lágrimas y se paró. El alboroto seguía afuera, así que decidió salir con fuerza

-Mi padre viene por mi. –anunció al salir, casi en un grito que acabó con aquel alboroto –Ya no pueden hacerme nada a mi, ni a mis amigos. Nos iremos los cuatro juntos y nadie podrá deternos.

Historias con orgullo [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora