Capítulo 2; Craig A. Parkers

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Noviembre 27, 1953. Brixton, Londres.


- Mi chiamo.. Craig Anthony Parkers, il cognome -repito lentamente y frunzo mi ceño levemente intentando recordar las palabras correctas- della mia famiglia è.. sacro.

- ¡Va bene, Craig! -espeta con entusiasmo la maestra- Quello che proveremo ora è di farlo sembrare un po 'più fluido, ¿ok?

Asiento y la noto escribir algo sobre una hoja. Al terminar, desliza el papel sobre la mesa hasta que queda frente a mis ojos.

A punto de pronunciar la primer palabra uno de los amigos de mi padre entra en la cocina.

- Le lezioni sono terminate. -ordena con voz ronca y áspera.

La señorita a mi lado asiente sin objetar y se pone de pie recogiendo sus cosas rápidamente. Una vez que tiene todos los libros en sus brazos, sale de la cocina a paso presuroso.

- Vieni, tuo padre vuole parlare di qualcosa con te. -hace una seña con la cabeza para que lo siga.

Dejando el lápiz que sostenía en mi mano sobre la mesa, me pongo de pie y lo sigo en silencio.

El despacho de mi padre queda en el segundo piso, un área de la casa al que tenemos prohibido subir. Pasara lo que pasara no podíamos ascender esas escaleras por ningún motivo y lo que sucediera allí arriba, no era de nuestra incumbencia.

Cada escalón que subo se me hace eterno, como si nunca fueran a terminar. Esto era un poco extraño, ¿Qué pude haber hecho mal para que mi padre me llamara?

No recuerdo haber hecho algo para hacerlo enfadar.

Di un pequeño sobresalto en mi lugar cuando sentí el brazo de Daniel o Dani -como le dice mi padre- en mi hombro.

- Tranquilo, Craig. -dijo mirando hacia delante- No has hecho nada malo.

Esas palabras podrían haberme hecho tranquilizar en cualquier otro momento de mi vida, pero no precisamente ahora.

Mi padre era duro y estricto con sus reglas y con nosotros. Lo que él dice, se hace y el que no lo hiciera, con seguridad ya estaba muerto.

Henry, Jack y yo éramos la excepción sólo por ser sus hijos.

Tenía miedo, mucho miedo. Cuando mi padre se enoja no es nada bueno, lo podría jurar ya que tuve la oportunidad de verlo de esa forma varias veces.

Caminamos por el pasillo angosto iluminados por la telaraña de cristal que cuelga del techo, una alfombra bordo con bordados de leones en un tinte dorado cubría el piso de madera oscura. Las paredes eran de un tono esmeralda, habían cuadros dispersados a lo largo de ellas.

Una que otra fotografía que me hubiera gustado admirar con lentitud, ver cada detalle hasta el más mínimo de ella, pero este no era el momento adecuado para hacerlo.

Al final se podía ver una puerta de madera, un color tal vez un poco más claro que el del piso. Dani hizo girar la perilla de oro y la puerta se abrió dejándome observar el interior.

Dentro todo era ostentoso.

Sillones de cuero negro se encontraban ubicados a un costado de la entrada con una mesita de cristal en el medio de ellos y un cenicero de plata en el centro de esta. La pintura en las paredes eran diferentes a las del pasillo, un pigmento amarillento cubierto por más cuadros y fotografías.

Estantes, muebles de madera antigua y escritorios adornando el resto del lugar.

Mi padre estaba sentado detrás de uno de los escritorios revisando algunos papeles mientras que a su lado, mi tío Nikky sostenía en sus manos un paquete de tamaño considerable de dólares.

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