Ya ha pasado unos meses desde que nació Diego, unos meses desde mi reinicio. El camino no ha sido fácil, no ha sido siempre recto. Este proceso ha estado marcado por avances y retrocesos, altos y bajos; ha sido un camino inestable. Muy poco a poco siento recobrar la fuerza perdida. A paso lento siento como los colores de la vida vuelven a llenar mi pobre alma gris.
Las cicatrices del alma, siguen doliendo y lo harán por todo el resto de mi vida. Los atardeceres aún hablan sobre aquel día de la despedida y en mi casa aún hay tres arboles plásticos que guardan toda la pena que he tenido.
Un día, con Diego entre mis brazos, pasó algo mágico: la primera gota de esperanza y la primera luz de alegría en meses. El jardín estaba marchito, las plantas que cuidaba mi madre ya estaban muertas, no había como recuperarlas. Entra la tristeza que generaba, muy al rincón del jardín, vi una pequeña mancha de color: Era una flor hermosa que nunca había visto, no recordaba que antes haya estado.
Su color era despampanante, en su primoroso estado solo quedaba admirarla. Y lo raro es que mientras la miraba, sentía como mi alma vibraba. Sentía como todo cambiaba de aspecto y volvía a tener color al rededor de mí. El bebé lo había sentido también, y no dejaba de gritar y agitar sus tiernos y regordetes brazos. Ambos sentíamos una conexión frente a aquel regalo de la naturaleza.
Meses seguían pasando y aquella flor fue dando a lugar más flores. De un mes a otro, el jardín tenía un color rosa. Y cada vez me sentía un poco más tranquila.
Pero al ver las flores, solo me recordaba a mi madre, ella era mi todo y ahora ya no puedo soportar toda la distancia que nos separa.
Aún así he aprendido muchas lecciones, y a este punto creo ya saber quién es Helena: Aprendí que aunque no siempre podemos ver todo claro, siempre llegará un punto donde se esclarece. Pasé mucho tiempo llorando, con mis sentidos nublados, pero un día la lluvia paró y pude ver mi rostro, pude reconocerme después de mucho tiempo. Ahora, al recordar a mi madre, puedo ver en las gotas de mis lagrimas su rostro y también puedo percibir lo que era su energía y hasta incluso escuchar su canto de gorrión.
Aprendí también que así como aquella flor misteriosa apareció de sorpresa en el jardín, la felicidad también llega de la misma manera. Creo que en la naturaleza se esconden múltiples maestros que nos pueden enseñar mucho a como sobrellevar esta vida, justamente aquella flor fue la mía. Sin hablar, sin expresiones ni indicadores, aprendí que frente a la vida debemos actuar como ellas. Siempre llegará un periodo donde debemos botar todos nuestros pétalos, donde debemos marchitarnos para luego volver a crecer, con nuevas hojas y con nuevos colores

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#1
Historia Corta#1 es el reflejo de mi historia, de mi identidad y, por sobre todo, de mis procesos. Es un intento de representar mi historia mediante un tercero, es un intento de querer ver mi historia desde fuera. Helena es una persona que ha tenido que pasar p...