CAPÍTULO CUATRO- martes con sabor a jamón.

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   Ese día se levantó de buen humor, y se esmeró bastante escogiendo su ropa cuando volvió del baño —porque encima, y para agrandar su sonrisa, había sido el primero en el aseo—. Tomó una de sus camisas favoritas, la cual tenía un diseño de un astronauta con colores púrpuras y rosados, y luego se subió los jeans y amarró sus botas negras.

    Sonrió como bobo al ver la conversación que quedó abierta en su teléfono, en la noche se acostó bastante tarde conversando con Aang. Negó con al cabeza para despertarse, y metió su teléfono rápidamente en su mochila.

    Cuando bajó, le puso comida para peces a Chispas y luego fue a la cocina, ayudando a su madre a servir el desayuno y embolsar los almuerzos; sándwiches de jamón y queso amarillo, su favorito. Azula bajó con su típico aire de "señora ocupada", ese mismo aire que siempre traía encima su padre, tomando su taza y sirviéndose café; porque ella y su papá eran unos adictos a la cafeína, así como él y su tío eran adictos al té.

    A penas cruzaron palabras, Azula estaba con unos apuntes bien remarcados en su mano y los leía velozmente, mientras que con su mano izquierda sostenía su humeante café, a penas se había hecho un moño desarreglado y algunas cabellos caían por su frente, y eso sorprendió bastante a Zuko; ese día comenzaba increíblemente bien. Azula tenía un importante examen de cálculo diferencial —materia que a ella se le daba fatal, aunque él tampoco era un genio en ella—, y se había olvidado de su existencia por la mañana.

    Nada mejor que eso.

    Su madre lo llevó y conversaron poco, prefirieron oír las noticia en la radio a cruzar más de cuatro palabras esa mañana. Zuko suspiró y agradeció al universo ese día que empezaba tremendamente bien, bajó del auto y se despidió de ambas señoritas, antes de continuar su camino por el aparcamiento a la escuela.

    — ¡Zuko! —Aang alzó su brazo con una sonrisa, lo interceptó nada más entró al salón de química, la primera materia que tenían en el horario de cuarto. Zuko sonrió y se acercó felizmente a la serie de asientos amontonados de Sokka, Katara y Toph.

    —Hola —saludó él más alto, dejando su mochila junto a la de Aang en el suelo.

    —Zuko, dile por favor a esta señorita —Sokka apuntó a Katara, su hermana rodó los ojos, —, que no hay manera en que Katara, mi dulce hermana, le haga el desayuno a Aang pero se olvide completamente de mí, su hermano. Y se disculpe con Aang por olvidar su desayuno hoy, pero no porque me robó mi suéter favorito y lo usa descaradamente hoy —Sokka dijo aquello como sí fuera una bajeza.

    Zuko miró confundido a la hermana de Sokka, — ¿Le haces el desayuno a Aang? —preguntó con un retintín de indignación en la voz que fue casi involuntario. No sabía por qué, sí era obvio que Katara y Aang eran los más unidos del grupo.

    Suponía que era porqué no se imaginó que fueran tan cercanos.

    Sokka le hizo un ademán de comprensión, malinterpretando su indignación como que estaba de acuerdo con él.

    —Pues sí, le quito trabajo de encima a su padre. ¿Qué tiene de malo? —se defendió la morena.

    —Consientes demasiado a Pies Ligeros, princesita. —apoyó Toph, Zuko vio a Aang de reojo, como buscando algún signo de negación de su parte, pero él solo estaba garabateando en su cuaderno quién sabe qué.

     —No eres la madre del grupo, Katara —continuó Zuko con el ceño fruncido, sin saber qué era el escocimiento en su estómago.

     — ¿A quién le importa que no lo sea? Me gusta ayudarlos a todos. —se quejó Katara, Aang levantó la mirada de su cuaderno y le dio una suave sonrisa a la morena, murmurando un "ya, no peleen".

     Zuko apretó la mandíbula, pero finalmente se volteó a la pizarra y decidió esperar en silencio a que llegara él maestro. Como Toph y Katara se sentaban en la primera fila, y la morena ayudaba —en contra de la voluntad de Toph, por cierto— a la ciega a tomar apuntes, y Sokka se ponía a jugar discretamente en el celular en clase, él aprovechó de acercarse a Aang.

    Reforzaría la confianza del de tatuajes en él, no sabía por qué sentía repentinas ganas de eso, pero no se detendría a pensarlo, —Eh, Aang —lo llamó en un murmullo, mientras él profesor hablaba sobre óxidos-no-sé-qué. Él muchacho volteó a verlo y sonrió casi al instante, —, sí no tienes almuerzo, puedo darte del mío. —ofreció, asumiendo que sí Katara no le traía el almuerzo al chico de preciosos ojos grises, él no traería.

    Sí asumía mal pasaría la vergüenza de su vida, o quedaría como un amable tonto.

    —Oh, ¿En serio? Gracias, que lindo —Aang le sonrió, pero se ruborizó debido a su murmullo, tragando saliva, —. Digo, amable. —carraspeó, — E-Eres muy amable Zuko.

    Zuko sintió su corazón derretirse ante el tartamudeo de Aang, y sonrió sin mostrar sus dientes. Algo tímido de estar tan cerca del cuerpo de Aang repentinamente, —De nada. —murmuró bajito, volviendo a mirar su cuaderno y continuando con sus apuntes.

    ー

    Cuando la campana sonó, y todos ayudaron a Katara a extender el mantel en el suelo, Zuko se sentía más tembloroso que un chihuahua. Aang probaría sus sándwiches favoritos, nunca había compartido su comida antes y no se sentía como algo usual. Toph y Sokka discutían sobre el torneo de luchas de esa noche, mientras Katara escribía en su celular y Aang le contaba algo sobre ir al centro comercial a comprar vasos, él sacaba su envase y le daba uno de sus sándwiches a Aang, ambos compartiendo una sonrisita antes de seguir en lo suyo —Zuko estaba terminando la tarea de matemáticas que habían mandado el día anterior, y que se olvidó de hacer—.

    Todo sucedió en cámara lenta para Katara, que vio un objeto rosado asomándose entre las hogazas de pan, Aang dejando de hablar unos segundos dado que comenzaría a comer. Ella abrió su boca en una O perfecta, horrorizada por lo que había supuesto —y estaba en lo cierto— que era.

    Aang se lo llevó a la boca en un mordisco, comenzando a masticar mientras Katara se llevaba una mano a la boca, exhalando un grito de regaño a Zuko —quien apenas levantaba la mirada, ajeno a lo que pasaba—; y Toph, que tenía un sentido del olfato bien desarrollado, alzó una ceja antes de decir, — ¿Alguien está comiendo jamón?

   Aang arrugó su ceño ante el sabor peculiar, y el oír aToph decir eso sonó una alarma dentro suyo, que tuvo como repercusión una arcada lo hizo levantarse del suelo y correr al bote de basura del patio de la escuela.

    Zuko, esa tarde, se despidió del gran avance social que había hecho, al darle —por accidente— carne a un extrovertido vegetariano.

『 Dos renegados enamoradísimos 』ーAvatar: él último maestro aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora